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Mi hijo autista no mantiene conversaciones, pero me dice tantas cosas….

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Patty Knap - publicado el 16/08/17

Incluso con sus dificultades comunicativas, encontró el mensaje perfecto para madres con embarazos no planificados

Para muchos de nosotros que tenemos hijos con necesidades especiales, sobre todo jóvenes adultos, el camino está lleno de preocupación y dudas por las que rezamos sin cesar arremolinándose en nuestras cabezas: ¿Qué le deparará el futuro? ¿Existe algún propósito en ese comportamiento aparentemente inexplicable? ¿Está bien que rece para que mi hijo “mejore”? ¿Podrá conducir alguna vez un vehículo? ¿Tiene algún valor todo este esfuerzo y agotamiento?

Mi hijo Jimmy, de 17 años, es autista. Aunque es amigable y cariñoso, es prácticamente imposible mantener una conversación con él. Sin embargo, tiene un notable don para la oralidad. De vez en cuando recurre a palabras espectacularmente precisas y oraciones inusitadamente avanzadas. Ya en varias ocasiones ha dicho algo que sé que es un mensaje divino para mí.

No hace mucho, Jimmy estaba ocupado con unos proyectos de carpintería en su taller escolar. Después de las habituales tabla de cortar y servilletero, realizó una estantería con tres baldas bastante grande. Estaba visiblemente orgulloso de ella y la quería en un lugar de honor. Como no teníamos sitio en casa, primero sugerí que se la diéramos a su hermano para su habitación de la residencia, pero resultó que tampoco tenía espacio allí.

La estantería cuidadosamente cortada, pulida y cortada entorpecía el paso de todo el mundo en nuestro porche, mientras yo intentaba pensar en un buen uso para ella. Cierto día, mientras trabajaba en el centro local de atención a embarazadas, me di cuenta de que podíamos usar la estantería de Jimmy para la información escrita que ofrecemos a nuestras clientas. Jimmy tiene una vaga comprensión de cómo el centro ayuda a madres jóvenes en sus embarazos no planificados, así que le entusiasmó la idea de que su proyecto tuviera un buen uso diario dando cobijo a nuestros panfletos.

Decidí que a la madera desnuda le vendría bien algo de pintura. Una tarde, puse la estantería en el patio trasero y Jimmy y yo nos pusimos manos a la obra con las brochas. Cuando estábamos terminando, dije espontáneamente: “Quizás podríamos pensar en algo que escribir o dibujar en la estantería para que sea todavía más especial”. De inmediato y de forma natural, Jimmy dijo: “¿Qué te parece ‘Todo niño tiene un destino’?”.

Quedé estupefacta. Dejé la brocha en el suelo y le miré, pensando: “Dios acaba de hablarme. ¡Y también acaba de hablar para todas las jóvenes madres que verán estas estanterías en el centro de atención al embarazo!”.

¿Hay una afirmación más apropiada para un centro de embarazo provida? Si diez de los que allí trabajamos hubiéramos pensado durante una semana sobre un buen lema para escribir en la estantería, ¿se nos habría ocurrido algo tan perfecto?

Unos pocos días más tarde, cuando se secó la estantería, escribimos la fantástica frase de Jimmy con pintura dorada en la parte superior. Al día siguiente, la metí en mi coche y la traje a la oficina. La acababa de colocar en un rincón y estaba colocando unas cuantas pilas de panfletos cuando una clienta nueva llegó para una prueba de embarazo. Mencioné que era mi hijo quien había hecho la estantería y que acababa de traer. “¡Es fantástica! Y ese es mi nombre: ¡Destino!”, me respondió.

Esto ya superaba la simple coincidencia. Nunca antes había conocido a nadie que se llamara Destino, y tampoco a nadie más después.

A veces, en nuestro esfuerzo diario por criar a nuestros hijos, es fácil pasar por alto los dones y las bendiciones que hemos recibido. Podemos llegar a sumergirnos tanto en nuestras preocupaciones y responsabilidades que no logramos abrir los ojos y “ver” lo que tenemos delante antes de plantar cara a nuestros desafíos.

Y también a veces, no logramos ver cómo estos dones consiguen ayudar a los demás. Esta historia fue un recordatorio perfecto, y bastante directo, de que no estoy sola ante mis desafíos y de que Dios tiene un propósito y un plan para mi hijo, para mí y para todos nosotros. Si las busco con fe, Dios me concederá esas bendiciones inesperadas que me ayudarán en mi camino y, gracias a estas bendiciones, también otros podrán ser tocados por Él.

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