Una escalada de amenazas sin precedentes entre Corea del Norte y EE.UU. que podría acabar malCorea del Norte está jugando con fuego. Donald Trump, jugando al golf en Nueva Jersey ha respondido con furia. “Fuego y furia” son las palabras del presidente estadounidense, en el punto más crítico de la crisis de los misiles y las pruebas balísticas interoceánicas que dice Pyongyang está realizando.
“Más vale que Corea del Norte no haga más amenazas contra Estados Unidos”, le dijo el presidente Trump a reporteros en su club de golf en Bedminster, Nueva Jersey. Si continúan haciéndolo, “se toparán con fuego y furia como como nunca se ha visto en el mundo. Han llevado sus amenazas más allá de lo normal y, como dije, se toparán con fuego y furia y —francamente— poder como nunca se ha visto en el mundo”.
La amenaza ha puesto a temblar al resto del planeta. De Corea del Norte no se sabe nunca nada. El gran bastión militarista del comunismo trae de cabeza a sus vecinos de Corea del Sur, a Japón y a Estados Unidos. Solamente que, tras criticar a Estados Unidos y a la ONU, los norcoreanos también amenazaron con tomar “acción física sin piedad” en represalia por una nueva ronda de sanciones, avaladas por el Consejo de Seguridad de la ONU.
¿Es de verdad la amenaza norcoreana?
“El desarrollo norcoreano de misiles balísticos y su programa nuclear se han vuelto problemas cada vez más reales e inminentes para la región de Asia-Pacífico, incluyendo Japón, así como para el resto del mundo”, alerta el gobierno japonés en su documento anual de evaluación de riesgos, publicado el martes. “Es posible que Corea del Norte ya haya logrado miniaturizar armas nucleares y haya obtenido ojivas” que podría instalar en esos misiles, añade el documento.
Por este informe y por muchos otros indicios de que Corea del Norte está tramando el inicio de una conflagración de alcances insospechados, fue por lo que la ONU acordó, en su Consejo de Seguridad, cerrar el círculo en torno a este país, prohibiendo a sus estados miembro (entre los que se encuentran Rusia y China, dos aliados de Pyongyang) que importen carbón, hierro, minerales y mariscos desde Corea del Norte; Washington las calificó como “las sanciones más severas impuestas a cualquier país en una generación”.
Desde luego, el desarrollo de tecnología armamentística nuclear de Corea del Norte ha hecho que Corea del Sur y Japón (que tiene una postura pacifista desde la Segunda Guerra Mundial), identificados por el régimen que encabeza desde 2011 Kim Jong-un, como aliados de Estados Unidos, agilicen sus escudos, radares, interceptores tierra-aire y aviones de reconocimiento para poder neutralizar cualquier ataque con misiles a sus territorios. Y a Estados Unidos (los expertos militares creen que la tecnología del ejército norcoreano alcanza para que un misil impacte Alaska).
En busca de soluciones
¿Es posible que exista una solución negociada? El régimen de Kim (quien apenas si tiene 33 años de edad y lleva cinco años al frente del gobierno norcoreano) ha dejado en claro que no va a negociar nada; sin embargo hay muchas opiniones dentro de Estados Unidos (no es la del presidente Trump) que esta es la mejor salida, sobre todo para Corea del Sur y Japón, pues si bien Los Ángeles o San Francisco no podrían ser atacados, sí podrían serlo, fácilmente, Tokio o Seúl.
Entrevistado por The New York Times, el filósofo y activista Noam Chomsky destacó que “la intención de Trump de continuar los programas de modernización de las fuerzas nucleares que ideó Obama supone peligros extraordinarios”, porque ha aumentado “el poder mortífero general de las fuerzas de misiles balísticos existentes en Estados Unidos por un factor de casi tres, y genera exactamente lo que uno esperaría ver si un Estado con armamento nuclear estuviera planeando tener la capacidad de luchar y ganar una guerra nuclear desarmando a sus enemigos con un primer ataque sorpresa”.
Parecería ser que Trump y sus asesores militares estuvieran preparando este asunto frente a Corea del Norte (que sería tanto como preparar una fase del camino para disuadir o a Rusia o a China de entrar en el conflicto). Para Chomsky, “las implicaciones son claras: en un momento de crisis de esos que abundan, los estrategas militares rusos podrían concluir que, a falta de un elemento disuasorio, la única esperanza de supervivencia es realizar el primer ataque, lo cual significaría el final para todos nosotros”.
¿Y los ciudadanos?
Ante la escalada de declaraciones y amenazas de norcoreanos y estadounidenses –que muchos la comparan, en gravedad, con la crisis de los misiles que desató la fallida invasión a Cuba por fuerzas anti-castristas en Bahía de Cochinos entre 1961 y 1962—buena parte de las organizaciones pacifistas se están moviendo, incluso frente a la Casa Blanca y en otros puntos emblemáticos de la Unión Americana.
Sabedores de que un conflicto nuclear sería muy difícil de mantenerlo restringido a un área en específico, líderes como el propio Chomsky se han pronunciado por no permanecer con los brazos cruzados, viendo cómo el “fuego y la furia” se propagan desde Nueva Jersey hasta Pyongyang.
Durante la entrevista sostenida el pasado mes de marzo con The New York Times, Chomsky adelantaba una propuesta: “En estos casos, decía, la acción ciudadana puede revertir programas extremadamente peligrosos. También puede presionar a Washington para que explore las opciones diplomáticas, que están disponibles, en lugar de recurrir de manera casi automática a la fuerza y la coerción en otras zonas, incluyendo Corea del Norte e Irán”. Lo que está en veremos es si Washington hace caso a la petición ciudadana.
Por el bien del mundo.
Con información de The New York Times en Español