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3 mujeres sensatas que priorizan a los hijos después del divorcio

MOTHER

Martin Novak - Shutterstock

Marie de Ménibus - publicado el 10/08/17

Testimonio y consejos útiles sobre cómo priorizar a los hijos a pesar del dolor y los desafíos que conllevan la ruptura

Aunque intentemos evitar un divorcio a toda costa, si ocurre, no tiene que significar la ruptura completa de toda la familia. En el pasado, las exparejas siempre se consideraban un adversario, y cualquier contacto se veía como algo antagonista y hostil. “La disolución de una pareja era sinónimo de la disolución de la familia”, explica Helena Afonso, autora del libro en francés Dos hogares, una familia: la relación entre los padres tras una separación conyugal. No obstante, gracias a la experiencia y el paso del tiempo, las parejas se han ido dando cuenta de que en una separación el papel de padre no debe cambiar.

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Paternidad colaborativa

El psicólogo Gérard Poussin, profesor de Psicología Clínica y autor del libro en francés Los hijos del divorcio, presenta el concepto de paternidad colaborativa y describe una relación “basada en el apoyo y cooperación mutuos”.

Anima a los padres a que hablen sobre las notas del colegio y avisen sobre las citas médicas, y que sobre todo se apoyen mutuamente ante situaciones difíciles. “Los niños necesitan cierto nivel de coherencia para crecer con normalidad. Imaginen a un niño de cinco años que se acuesta a las 8 de la tarde cuando está con mamá, pero con papá puede quedarse viendo la televisión hasta las 10”, explica Poussin.

El proceso de divorcio no siempre facilita las cosas. Con el tiempo, la pareja que se separa debe establecer el nivel y el tipo de contacto que necesitan para mantener una paternidad colaborativa efectiva.

Cuanto mayor tiempo exista una paternidad colaborativa de calidad, mejor será para todos y más positivo será el impacto en toda la familia, concretamente en los niños. La clave del éxito es la relación entre la pareja, el grado en que los padres consigan superar los sentimientos de resentimiento y enfado hacia la otra persona, “pero también la capacidad de separar los problemas y conflictos que puedan tener como pareja de las cuestiones relacionadas con la educación de sus hijos”, señala Afonso. Las exparejas, especialmente los hombres, tienden a implicarse más en su papel como padres si cuentan con la aprobación y el apoyo de su expareja.

¿Y cómo se pueden establecer los límites adecuados en esta nueva relación? “Mantén un contacto breve pero regular, selecciona temas de conversación relacionados con los niños o que no interfieran demasiado en las capacidades como padres, evita temas que puedan derivar en una situación de conflicto y no saques temas polémicos, como las vacaciones”, enfatiza Afonso. No es necesario ser buenos amigos para ser una buena pareja de padres, solo se precisa de un poco de cordialidad y respeto.

Hemos hablado con tres madres divorciadas para aprender a través de sus experiencias cómo seguir siendo unos padres competentes tras la separación.

Julie, periodista, 41 años, divorciada desde hace ocho, con un hijo de 11 años

Su mejor consejo: hacer las paces

“Mi exmarido y yo no nos hablamos durante un año. Siempre que sonaba el teléfono, nos lanzábamos a colgar enseguida. Él no se había tomado la separación demasiado bien. La única forma viable de podernos comunicar para hablar sobre nuestro hijo de tres años era a través de mensajes de texto.

‘¿A qué hora lo vas a recoger?’, ‘Está enfermo, así que asegúrate de que se toma la medicina’, ‘Comprueba que no tenga piojos’… Este sistema me resultaba irritante. Mi expareja no sabía cómo cuidar de sí mismo, como para cuidar de su hijo. Empezó a martirizarme con pequeñas amenazas, como ‘Si llegas cinco minutos tarde, me quedo con tu hijo’. Llegó hasta tal punto que un día me amenazó con iniciar un procedimiento judicial para quedarse con la custodia de nuestro hijo. Supuestamente yo trabajaba demasiado y no podía atenderlo lo suficiente. Me asusté y lo hablé con mi abogada, quien me tranquilizó asegurándome que mis razones eran sólidas. Me hizo ver que la reacción de mi marido era la de alguien que se sentía herido. En esta historia yo lo había ganado todo, y él, que además estaba desempleado, había perdido a su mujer y a su hijo. La abogada me señaló que debíamos parar la guerra por el bien de nuestro hijo”.

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“Con la ayuda de la oración, decidí dejar mi orgullo a un lado y hacer las paces, aunque sentía que estaba enfrente de una pared. Cedí en todo. En lo relativo a la economía, descarté la idea de recibir una pensión, y en cuanto a los acuerdos de la custodia, tuve una actitud más flexible. Mi expareja prefería recoger a nuestro hijo los viernes por la noche, en lugar de los sábados por la mañana, lo que no me supuso ningún problema. Un día, me dijo: ‘hemos creado juntos lo más hermoso: Max’. Esta frase me conmovió, y hoy en día lo sigue haciendo. Sentí que poco a poco él estaba ejerciendo su papel de padre de nuevo, siendo más responsable, alguien en quien podía confiar. Dejé que se involucrara de nuevo en su educación. Hace dos años acepté la custodia compartida equitativa. Recuerdo nuestra primera cena juntos tras el divorcio, nosotros tres, en un restaurante de una zona neutra. ¡Max estaba tan orgulloso! Ahí comprendí la importancia que para él tenía que nosotros siguiésemos siendo, por encima de todo, sus padres”.

“Ahora formamos una piña: vamos a audiciones de piano juntos, excursiones escolares, reuniones en el colegio, etc. Todas las decisiones educativas las tomamos juntos, y siempre lo consultamos todo con la otra parte, incluso alguna vez le he dicho a mi hijo ‘te estás portando mal y voy a llamar a papá’. La semana pasada tuvo su primera fiesta adolescente, y su padre me llamó para contarme todos los detalles. Incluso hemos conseguido cenar los tres juntos en casa del padre, fue una grata sorpresa ver a mi hijo quitando la mesa y yéndose a la cama solo. Por primera vez me quedé a hablar de todo un poco con mi expareja, y me di cuenta de que nos complementábamos. Él es un padre que hace hincapié en la autogestión, mientras que yo soy la mamá que siempre está encima para que haga los deberes, se cepille los dientes, etc. Estoy encantada de que él sea el padre de mi hijo”.

Corinne, fotógrafa, 44 años, divorciada desde hace 7, con dos hijos de 10 y 14 años

Su mejor consejo: no remover el pasado

“Durante el primer año, me esforcé por aceptar muchas cosas por el bien de mis hijos: custodia compartida equitativa, reuniones de padres en las que permanecía firme como un clavo, sus constantes observaciones, como ‘Los niños no van bien vestidos’, ‘No haces que trabajen lo suficiente’, ‘Se acuestan muy tarde cuando están contigo’…¡Y sin embargo fue él el que me dejó! Lo dejaba pasar porque sabía que sus ataques eran fruto de un sentimiento de culpa. Creo que también se dio cuenta de lo que significaba ser padre, una tarea a la que nunca le había dedicado tiempo. El trabajo que realicé con un consejero espiritual durante un tiempo me ayudó bastante a recibir sus críticas sin responderle. Después, se volvió imposible poder hablar con él y nos comunicábamos a través de la niñera, que iba de una casa a otra”.

“Un día, estallé. Le escribí diciéndole que no podía más con sus críticas, que no quería remover el pasado, que no me arrepentía de nuestra historia, que siempre sería el padre de mis hijos y que siempre les diría a ellos que era un buen padre. Cuando recibió la carta, solamente dijo: ‘No tengo palabras para responder a lo que has escrito, solo te puedo dar las gracias’. Nuestra relación se volvió más calmada. Ahora somos capaces de coordinarnos. Nos llamamos por teléfono una o dos veces a la semana. Cuando dejamos a nuestros hijos con el otro, hacemos un resumen de la semana. A veces quedamos para tomar un café y hablar de temas más específicos. Hace poco estuvimos hablando de nuestro hijo mayor, que va a empezar el instituto. ¿Qué instituto deberíamos elegir? ¿Cómo podrá ir? ¿Qué opciones debería considerar? Siempre hablamos de nuestros hijos, nunca de nosotros. Evito los asuntos más polémicos, especialmente cualquier cosa que ataña a su nueva pareja. Mis hijos no la soportan, hasta tal punto que el mayor quería irse a vivir conmigo para siempre el año pasado. Le animé a que cambiara de parecer, por su propio bien. Necesita a su padre tanto como a mí. A principios de verano, nuestra relación se ha convertido en una amistad parental. Nos enviamos fotos de nuestros hijos de vacaciones, vamos a misa juntos, incluso nos reímos a carcajadas juntos, como ocurrió en la última reunión entre padres y profesores. ¡Casi había olvidado que estábamos separados! He pasado página, y el dolor ha desaparecido. Seguiremos siendo padres durante el resto de nuestras vidas”.

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Agathe, ama de casa, 40 años, divorciada desde hace dos, con tres hijos de 8, 11 y 12 años

Su mejor consejo: ser padres unidos

“Desde que nos separamos hace cuatro años, nuestros hijos han sido nuestra mayor preocupación. Como pareja estábamos separados, pero seguíamos siendo unos padres unidos en el amor de Dios. Para poder comunicarnos con fluidez e informar sobre quién recogía a los niños, seguimos el consejo de un psiquiatra infantil que sugirió un cuaderno como correspondencia. Este método era más cálido y menos impersonal que un correo electrónico, y podía garantizar cierta continuidad de una semana a otra: ‘Hay que vigilar las notas de John en Matemáticas’, ‘Lucas debe reforzar su confianza’ o ‘Mason necesita sentirse valorado’. Al final del trimestre, acabé por escribir correos electrónicos, porque eran más rápidos. Con el tiempo, los correos se hicieron más breves. Simplemente quería ir al grano, como si nuestra relación hubiese terminado”.

Ahora utilizamos mensajes de texto para recordarnos lo principal, como la cita con el dentista o el pago de las clases de fútbol. Mantengo un tono afable, aunque esté irritada, y siempre digo ‘hola’ y ‘hasta luego’. Incluso con temas más importantes empezamos enviándonos mensajes de texto y cambiamos al correo electrónico si es necesario añadir información más detallada. Recientemente él escribió: ‘Cris está insoportable, me gustaría enviarla a un colegio interna’, a lo que respondí con un mensaje que decía ‘no’. Me gustaría quedar con él al final de cada año para resumir qué han hecho los niños, su comportamiento, las actividades extraescolares… pero evita cualquier contacto, cree que estamos haciendo un buen trabajo así. Sin duda le preocupa que termine abordando temas más sensibles, como la pensión, que aún no se ha determinado judicialmente. Quiero pensar que nuestra relación se calmará una vez termine el proceso de divorcio pero, en general, la valoración es positiva: hemos conseguido permanecer unidos como padres para nuestros hijos. Ellos no se han visto en la tesitura de decidir entre uno de los dos. Nos aseguramos de que hablamos lo necesario sobre nuestros hijos, establecemos límites y les transmitimos confianza. Los tres están creciendo de la forma adecuada”.

Este artículo se publicó originalmente en la edición francesa de Aleteia y se ha traducido para sus lectores en español.

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