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Conoce el código de buenas maneras en las redes

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Livertoon - Shutterstock

Luz Ivonne Ream - publicado el 03/08/17

Dime qué y cómo escribes y te diré quién eres. ¿Sabías que, en tu forma de expresarte, de escribir, de hablar, de desenvolverte en general se manifiesta quién realmente eres y qué hay en tu interior?

Si entendiéramos todos los mensajes ocultos que mandamos por medio de nuestra palabra escrita, lo pensaríamos dos veces y nos detendríamos a reflexionar antes de apretar el botón de “send” o enviar.

También cuando nos da por opinar sobre algún artículo que leemos en internet sin haber investigado sobre el tema y solo nos dejamos llevar por el encabezado, o el título del mismo. ¡Ah, pero qué prontos y facilitos somos para soltar juicios temerarios y críticas destructivas hacia eso que nos ha dado pereza averiguar!

Sobre todo, en el mundo de las redes sociales que muchas veces de sociales no tienen nada, se pueden observar infinidad de cosas. Te comparto algunas de las que yo he observado y que cuando las veo procuro, lejos de criticar, ver cómo puedo mejorar yo como persona.

Dime que y cómo escribes y te diré quién eres

Si algo me pone los pelos de punta es cuando veo que las personas no se esmeran en cuidar su ortografía. De verdad, el no hacerlo es un atentado contra la inteligencia del prójimo. Es horrible estar descifrando algo como esto: “Haber, ahora ezta de moda cambiar la q por la k. dime ke te pareseria ke llo te etubiera ekriviendo algo aci. Total mientras llo me cienta agusto asiendolo, eskriva rapido y tu puedaz leer lo que escrivo no paza nada. A mi solo me inporta lo ke llo pience de mi”.

Una persona que no sigue reglas tan básicas como son las reglas ortográficas, difícilmente obedecerá reglas de más peso. Cuando tú y yo nos esmeremos por cuidar bien nuestra gramática normativa mandamos el mensaje al receptor, en este caso, a quien nos lee que para nosotros son importantes.

Hoy en día ya no es excusa el no saber cómo se escribe alguna palabra. Si realmente no lo sabemos, lo buscamos en “Google”.

Y en este rubro entran las malas palabras. Por favor, estas deberían estar prohibidas. Tan solo el leerlas alteran porque ya en sí mismas llevan ofensa. Recordemos que nuestra palabra -escrita o hablada- es totalmente un reflejo de quienes en realidad somos y yo estoy segura de que lo que menos nos interesa es mandar el mensaje de que somos corrientes y vulgares.

Lean, lean, lean el contenido y no se queden solo con el encabezado del artículo

Me he dado cuenta de que la mayoría de nosotros somos tan perezosos para leer que, de verdad, solo nos quedamos con el título del artículo que nos llama la atención. Y no contentos con eso, comenzamos a opinar al respecto, muchas veces una sarta de tonteras, haciendo preguntas cuyas respuestas están dentro del mismo artículo que nos dio flojera leer. Eso lo único que pone de manifiesto es nuestra incultura y pereza.

Ah, pero ojalá esto quedara aquí. ¡No! Todavía damos un paso más allá y aunque no nos conste el chisme, la muerte de esa persona, etc. le damos “share” o compartir a esa información. Claro, cómo no hacerlo. Si a mí me causó emoción -morbo- seguro causa lo mismo en los demás. ¡No, gente! Necesitamos dejar de ser cómplices de propagar información que no nos conste de primera mano. Eso es contaminación emocional pura. El que tengamos un botoncito de “compartir” no nos da derecho a usarlo como se nos venga en gana. Fuera la pereza y que crezca nuestra cultura y sentido común.

Tener cerebro y boca no te da derecho a decir todo lo que piensas. Pero sí tienes la obligación de pensar todo lo que dices

Habla tantísimo de nuestra personalidad el cómo nos expresamos. Seguramente a ti te ha pasado como a mí que lees algún mensaje personal o alguna noticia que te movió el interior y tu primera reacción es contestar impulsiva y visceralmente. ¡Alto! No conviene hacerlo. Lo que se escribe, escrito queda y ya no hay vuelta de hoja.

Una vez que aprietas el botón de enviar, tú no sabes cuántas personas leyeron eso que tu apasionamiento te impulsó a escribir. Quizá al rato recapacites y busques el mensaje y lo borres de las redes. Casi seguro que sea demasiado tarde porque más de uno ya te leyó. O peor aún, ya le hicieron “screen shot” a la pantalla y quedó huella en foto de lo que según tú ya borraste. Cuando pases por algo así lo más importante es esperar a que te enfríes y que no sean las vísceras las que te hagan contestar, sino tu inteligencia emocional. La mejor solución para esto es, si no quieres que nadie lo lea, mejor nunca lo escribas.

Dime cómo contestas y te diré la educación que tienes

En las redes sociales hay una enorme diversidad de temas que se pueden poner sobre la mesa, unos triviales y otros álgidos. Sea cual sea es muy importante que siempre mostremos educación, sobre todo, cuando se habla o leemos algo que va en contra de nuestros valores. Insisto, se tolera una idea, no necesariamente se respeta, pero siempre se respeta a la persona. Se opina sobre el tema, mas no sobre la persona.

Es necesario que seamos valientes y que nos olvidemos de lo que hoy está tan de moda, lo “políticamente correcto”. Lo siento, si algo está atentando la moral, las buenas costumbres, la vida, la familia, etc. hay que hablarlo, pero siempre con respeto, jamás ofendiendo ni refiriéndonos a nadie de manera peyorativa. El ofender porque no estamos de acuerdo en algo nunca será nuestro derecho. Tampoco el cuestionar ni la vida ni la inteligencia de nadie.

Cuidemos también el nunca contestar o escribir un mensaje todo en mayúsculas. Eso manda un mensaje de grito, en este caso virtual. Es como si estuviéramos todos en una conversación y de repente alguien suelta el gritote.

Quejas, quejas y más quejas…

Pobre de mí. “Nadie me quiere, todos me odian. Mejor me como un gusanito…” Así dice la canción. De verdad, nada más molesto que meterte a las redes y comenzar a leer quejas, quejas y más quejas las cuales generalmente provienen de las mismas personas. Pobre de mí, yo no soy malo, qué hice para merecer esto…

A nadie nos gusta la gente quejumbrosa, ¡a nadie! Al contrario, nos gusta leer éxitos, ver cómo salen adelante de tristezas, de desgracias. A todos nos llena el alma leer cosas que nos motiven, que nos devuelvan la esperanza, que nos pidan oraciones porque pasan por un momento difícil, inclusive. Pero no disfrutamos tanto de leer a personas que han elegido estancarse en su papel de víctimas.

Hay tanto que decir sobre este tema. Lo más importante, ten en mente que si no tienes algo bueno que decir, el silencio siempre será una buena opción.

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