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Qué mes el de aquel año

ROBOCOP

Metro-Goldwyn-Mayer

Antonio Rentero - publicado el 30/07/17

El mes de julio aquel de hace justo 30 años concentró un buen número de títulos significativos de toda una década de cine, unos para lo bueno y otros para lo malo

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¿Qué pasó en julio de 1987? Acudiendo a las fuentes históricas fue el mes en que alcanzamos los 5.000 millones de habitantes en el planeta, se condenó al criminal nazi Klaus Barbie, el grupo U2 dio su primer concierto en España y Guns’n Roses publicó su exitoso álbum de debut Appetite for destruction. Pero nada de ello podría compararse a la influencia de la cosecha de estrenos de ese mes.

Cierto que la época estival, especialmente desde que 12 años antes Tiburón (Steven Spielberg, 1975) se convirtiese en Estados Unidos en un impresionante éxito de taquilla, es una parcela del calendario que los grandes estudios reservan para hacer llegar a las pantallas aquellas películas que consideran que van a tener más éxito, dando por sentado que el ocio vacacional arrastrará a muchos más espectadores a dejar su dinero en pases de cine adicionales a los de las fechas en que hay clases u obligaciones laborales.

Pero quizá julio de 1987, un mes del que ahora se cumplen 30 años, fue algo tan especial y único que hoy puede causar asombro rememorar los estrenos de esas cinco semanas.

La primera semana trajo una suerte de remake de Viaje alucinante (Richard Fleischer, 1966) en clave de comedia de acción con impresionantes efectos especiales: El chip prodigioso (Innespace, Joe Dante).

La segunda semana supuso el retorno al género bélico de un genio. Tras Senderos de gloria (Stanley Kubrick, 1957) el director británico estrenaba La chaqueta metálica, cuya primera parte centrada en la instrucción de la tropa resultaría icónica, legándonos personajes tan memorables como el Recluta Patoso de infausto final.

La tercera semana confirmaba la importancia de una película que ya hemos mencionado puesto que llegaba a los cines la cuarta entrega fílmica de la lucha del hombre contra el escualo más terrorífico de la gran pantalla: Tiburón, la venganza (Joseph Sargent).

Considerada como una de las peores películas de la historia y protagonizada por un Michael Caine que décadas después asegura que aún no la ha visto, supone la ejemplificación de las intenciones hollywoodienses de estirar el chicle mientras aguante al narrarnos cómo tras morir a manos de un tiburón el hijo del ya fallecido jefe Brody, la viuda de éste y el hijo restante viajan al Caribe para tratar de olvidar la tragedia… donde sufrirán los ataques de… ¡OTRO tiburón!

Para compensar esa misma semana se estrenaba Robocop (Paul Verhoeven), uno de los hitos audiovisuales de la década, capaz de originar hasta seis entregas de calidad decreciente, compendiando en está primera el adecuado equilibrio verhoeveriano de ultraviolencia, sátira de la opresión empresarial, feroz crítica del autoritarismo y todo ello salpicado de interludios paródicos de la omnipresente publicidad que repetiría en otros trabajos como Desafío total (1990) o Tropas del espacio (1997). Desde entonces el logline “el brazo fuerte de la ley” ha entrado por derecho propio en el acerbo común.

Siguiendo con las secuelas, esa misma semana se estrenó Superman IV: En busca de la paz (Sidney J. Furie), última ocasión en que el malogrado Christopher Reeve se enfundaría el traje azul con capa roja y olvidable título de mediocre calidad a pesar de contar con parte del reparto de la primera entrega, incluyendo a Gene Hackman.

La alternativa esa misma semana fue La bamba (Luís Valdés), biopic del fugaz Ritchie Valens, popularizador de la canción del mismo título y que si de algo sirvió (además de para colocar en el panorama cinematográfico al actor Lou Diamond Phillips) fue para relanzar ese éxito musical de finales de los 50, convirtiendo en superventas el disco de la banda sonora.

Julio de 1987 acabó con un último día, el viernes 31, que llevó a los cines dos filmes de muy distinta consideración, pero no por ello menor importancia: Jóvenes ocultos (The lost boys, Joel Schumacher) y Alta tensión (The living daylights, John Glen).

La primera suponía una actualización del mito del vampiro adecuándolo a finales de los años 80 con bastante eficacia, suponiendo sin duda un antecedente de posteriores actualizaciones como la serie televisiva Buffy, cazavampiros o la saga Crepúsculo. Su plantel interpretativo contaba con lo más granado de la época: Kiefer Sutherland, Jason Patric, Corey Haim, Corey Feldman, Jami Gertz…

La segunda constituía la 15ª entrega oficial de la saga de James Bond y la primera de las dos que interpretó Timothy Dalton. Una de sus particularidades es que fue la última en emplear el título de algún relato del creador del personaje, Ian Fleming, hasta que se estrenó en 2006 Casino Royale (Martin Campbell).

Curiosamente esta película pudo haber sido la primera en que el actor Pierce Brosnan tuviese licencia para matar, pero por desacuerdos relacionados con su intervención en la serie Remington Steele no se llegó a concretar su contratación y tuvimos que esperar hasta Goldeneye (Martin Campbell, 1995).

Fue Alta tensión el último Bond con banda sonora de John Barry y el primero en añadir pistas de música electrónica a las orquestales, algo que posteriormente con David Arnold pasaría a ser marca de la casa hasta la actualidad.

Como hemos expuesto, un mes de julio aquel de hace justo 30 años, en que se concentró un buen número de títulos significativos de toda una década de cine, unos para lo bueno y otros para lo malo.

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