Si eres un varón y la quieres, aquí encontrarás motivos para hacer que el momento en que te declares sea único
Cuando mi esposo me propuso matrimonio fue un momento tan especial que si les contara los detalles jamás me creerían. Lo único que les puedo decir es que en ese momento pensé hasta en los hijos que aún no teníamos y lo alta que les había puesto la vara en cuanto a propuestas matrimoniales respecta. Recuerdo haberle dicho (sin tener idea alguna de que nuestra primera hija sería una mujer): «Pobre el novio de nuestra hija, jamás va a poder superar esto».
Todo fue tan absolutamente increíble que por mucho tiempo me quedé pensando en la razón por la cual nuestro compromiso fue tan…¿mágico? Incluso en mis oraciones, además de agradecerle infinitamente a Dios no solo la delicadeza y los detalles de nuestro compromiso sino también por la persona tan bella con la que pronto me uniría en matrimonio, le preguntaba constantemente sobre el momento. El momento tenía que tener un significado especial, no podía ser simplemente bello porque sí.
Así que pasen los años
Pasado el tiempo, puedo mirar atrás y darme cuenta que ese momento y en realidad esos momentos que muchas veces los dejamos atrás como recuerdos a los que mirar atrás y añorar sin más, tienen un significado importante en nuestras vidas: son la fuerza que nos hará falta en el camino, sobre todo cuando este se ponga cuesta arriba y las fuerzas no nos alcancen.
En el caso del matrimonio, sin la gracia de Dios que recibimos en el sacramento, estoy segura que mi esposo y yo no podríamos haber llegado hasta donde hemos llegado. Cuántas veces he querido “patear el tablero” porque todo me ha parecido muy complicado, he sentido que las fuerzas no me daban… y de pronto venía este recuerdo de aquel momento tan especial, un momento que no venía de mí sino de alguien más.
Recordarlo ayuda a renovar la voluntad de seguir
Los símbolos, la naturaleza, las palabras dichas, nuestro matrimonio, los sueños que soñamos… Todo eso es casi como la misma voz de Dios, que me recuerda el para qué estoy aquí. Es como un alimento que renueva no solo las ganas sino la voluntad de seguir y volver a empezar una y otra vez. Porfiadamente.
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