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9 días para trabajar el perdón

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Luz Ivonne Ream - publicado el 21/07/17
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Perdonar no es heroico sino práctico, aquí unas pautas para lograrlo

El perdón -contrariamente a lo que se cree- es un acto de la voluntad y nunca un sentimiento. Es decir, hay que querer perdonar y trabajar en ello. Estos 9 días iremos reflexionando sobre lo que es el perdón y haremos un pequeño ejercicio diario. La idea es comenzar un sábado y terminar el domingo siguiente con la misa.

Día 1

En este primer día que tu intención sea pedir por tu paz interior y la sanación de tu corazón, la de tus amigos y enemigos.

Reflexión. El primer paso para lograr el perdón es “querer perdonar” y “querer ser perdonado”. De hecho, es uno de los requisitos para que en el sacramento de la reconciliación nuestros pecados sean perdonados: querer, desear de todo corazón que Dios nos perdone.

Ese maravilloso gesto sacramental predispone al alma a que también nosotros seamos igual de compasivos y misericordiosos con aquel que nos ha ofendido y nos invita a reflexionar: de peores cosas me ha perdonado Dios. Entonces, ¿quién soy yo para no perdonar?

Recordemos que la paz interior no viene de la ausencia de problemas sino de la certeza de que aun en medio de la peor de las dificultades Dios tiene el control y sacará bendiciones de las peores tragedias.

Jesús, antes de curar siempre repetía “la paz esté con ustedes”. Lo que quiere decir que la sanación tanto interior como física está muy relacionada con la paz. Por mucho que reces si no tienes paz en el alma y en el corazón difícilmente sanarás pues alma y cuerpo están íntimamente relacionados. Claro que hay que seguir pidiendo y buscando la sanación del cuerpo, mas esta debe de ir a la par de la sanación del alma.

La paz en el corazón está muy relacionada con nuestra capacidad y disposición de perdonar. Dios desea limpiar y arrancar de nuestra alma cualquier sentimiento de odio, rencor y orgullo que no nos permita avanzar en el amor, pero necesito permitírselo, desatarle las manos para que obre en mí sus milagros. ¿Cómo? Simplemente diciéndole: “Sí quiero… No sé cómo, mas sí quiero…   

Ejercicio. Comienzo una lista de personas a las que deseo perdonar y que deseo me perdonen. Esta lista me servirá para una actividad el último día de la novena.

Día 2

En este segundo día que tu intención sea pedir a Dios que haga crecer tu capacidad de comprender y disculpar las faltas de tus semejantes.

Reflexión. “Mi Señor, dame esa paz que sólo tú sabes dar…”. Es cierto, duele y mucho cuando recibimos ofensas y desprecios de los demás sobre todo de aquellos a quienes el amor nos une o de aquellos que se supone son quienes nos deberían de amar incondicionalmente como los papás. Pero ¿sabes? Cuando logramos observar y comprender que esa persona que nos lastimó habla desde su dolor, desde sus huellas de abandono; cuando logras comprender que esa persona también fue lastimada en un momento y que por medio de gritos y ofensas lo único que está haciendo es vociferar que necesita amor desesperadamente, todo cambia… Comprendes que esa persona solo nos dio lo que tenía para dar, es decir, lo que sabía dar.

¿Cómo disculpo a ese que tanto me irrita? ¿Cómo tolero sus defectos? Es fácil, “yo me domino”… Si elijo irritarme, perderé la paz y eso no conviene a mi alma… Nuestro Señor nos pide que aceptemos con paciencia los defectos del prójimo… Sencillito, que los aceptemos tanto como Dios acepta los nuestros … ¡Qué tal!

Tenemos que razonar así: si el Señor no ha transformado todavía a esa persona, no ha eliminado de ella tal o cual imperfección, ¡es que la soporta como es! Espera con paciencia el momento oportuno, y yo debo actuar como Él. Mi deber es rezar y esperar con paciencia a que haya una conversión en su corazón. ¿Por qué ser más exigente y más precipitado que Dios?

“En ocasiones creo que mi prisa está motivada por el amor, pero Dios ama infinitamente más que yo, y sin embargo ¡se muestra menos impaciente!” (La paz interior/Jacques Philippe)

Ejercicio. Hoy en la noche cuando reces trae a tu mente a esa persona que tú pienses es la que más te ha lastimado. Lleva sinceramente tu pensamiento y corazón al suyo y desde tu alma dile: te disculpo y te perdono porque ahora comprendo que solo me diste lo que tenías para dar.

Día 3

En este tercer día, que tu intención sea pedir a Dios que haga crecer tu fortaleza para vencer todo orgullo que te separe del amor.

Reflexión. Cómo será de fuerte el orgullo, hijo de la soberbia, que el mismo Jesús se permitió ser tentado para demostrarnos cómo hay que vencerlo.

El orgullo y el ego van muy de la mano. Podemos caer en la tentación de pensar así: “¿quién se ha creído ese para ofenderme?” Ahora yo te pregunto, ¿quién te crees tú para que no te ofendan? Hay que poner al orgullo en el lugar al que pertenece, al fondo del abismo, madurar y tratar siempre de ver lo bueno que hay en las personas. ¿Que no veo nada bueno? ¡Ah! Pues es entonces cuando debes hacer un trabajo personal profundo y en conciencia reconocer que estás haciendo de la soberbia tu comadre porque de verdad todos tenemos algo bueno. Como decía san Agustín: “Procura adquirir las virtudes que crees que faltan en tus hermanos y ya no verás los defectos, porque no los tendrás tú”.

En pocas palabras: LO QUE TE CHOCA, TE CHECA… En este caso el orgullo no te levanta sino que te hunde aún más.

Se necesita mucha humildad para reconocer todo aquello que Dios merece que yo mejore por amor a Él. Pídele que te dé la capacidad de ver a todos los demás a través de sus ojos, sobre todo a aquellos que más te cuesta tolerar.

Ejercicio: Piensa en esa persona que más te hace perder el control. ¿Qué botón aprieta en ti que hace que no la toleres o pierdas el control? ¿Qué será lo que tú debas mejorar o cambiar para que su acción o actitud te deje de molestar?

Día 4

En este cuarto día que tu intención sea pedir a Dios que haga crecer tu capacidad de controlar cualquier temperamento colérico o iracundo que haya en ti.

Reflexión. Esa bendita ira que nos empuja a decir lo que por misericordia debiéramos callar y a callar lo que por caridad debiéramos decir.

Cuántas veces decimos: “es que fulano me hizo enojar”, “es que él tiene la culpa de que yo reaccione así”. ¿Te das cuenta de que le estás dando total poder a otro sobre ti? ¡Quítaselo! Ese poder es solo tuyo porque Dios te lo dio a ti. Ese poder se llama voluntad y libre albedrío de elegir que nadie te quita tu paz porque como a san Pablo, todo lo puedes en Cristo que te conforta.

Insisto, tu capacidad de perdonar habla mucho del tamaño de tu alma y de tu generosidad. Si no sabes cómo perdonar, simplemente voltea con el “Perdón hecho hombre” (Dios) y dile: -No sé cómo hacerle. Enséñame Tú y dame un corazón hecho a tu medida.

Muchas veces lo que Dios necesita para obrar milagros en tu alma como lo es el perdón, es tu buena disposición a soltar ese “cáncer” como lo es el rencor, la ira y el resentimiento. Dios quiere que tu vida se convierta en una fuente de humildad.

Ejercicio: pon muchísima atención en ti y en tus reacciones. ¿A qué le estás dando poder de quitarte la paz; hacia qué y por qué reaccionas con ira? Cuando sientas que estás a punto de perder el control invoca el nombre de Dios con esta jaculatoria: “Justo juez, justo juez, pon mi alma a tus pies”.

Día 5

En este quinto día que tu intención sea pedir a Dios que borre de tu alma cualquier vestigio de resentimiento que no te permita perdonar de corazón.

Reflexión. El resentimiento es ese veneno que yo me tomo pretendiendo que mate al que me hizo daño. “Re” (repetición). Resentimiento es la acción de volver a sentir. El resentimiento es una caricia del ego que te dice: “Tienes razón. Tú no merecías ser tratado de esa manera”. ¡Cuidado con escucharle! Sentimos mucho dolor de lo tanto que hemos sido lastimados pero pocas veces nos detenemos a sentir y a dolernos de lo que también nosotros hemos lastimado a otros.

Al resentimiento yo lo comparo con cataratas en los ojos. Estas no nos permiten ven con claridad la luz por lo tanto no podemos saborear con nitidez los colores de la vida. Justo eso es el resentimiento, una catarata en el alma que no nos permite ni recibir, ni sentir la plenitud del amor de Dios ni sus Gracias; es decir, que no nos permite recibir la luz del Espíritu Santo en plenitud.

Una vez escuché la meditación de un sacerdote que me hizo mucho sentido: cuando Jesús nos propuso que perdonemos a nuestros enemigos no nos propuso algo heroico sino algo práctico. En pocas palabras nos quiso decir que ya no le diéramos más poder a nuestro enemigo.

Perdonar es soltar; es dejar a esa persona que nos hirió en las únicas manos que saben cómo tratarlo, las manos de Dios. Perdonarle no es desearle ni bien ni mal; perdonar es arrojarla, aventarla, tirarla, pero no al vacío ni al abismo sino a las manos de Dios con la certeza de que Él sabrá qué hacer con ella.

Aquí aplica el proverbio chino: “tu enemigo te hirió una vez, su recuerdo mil veces”. Por ejemplo, la persona que te engañó el 5 de mayo del 2010 y estamos en el 2016. Si tú sigues con ese recuerdo, dándole vueltas y pensando que esa persona te engañó, te hizo, te, te, te… el agresor te ofendió ese día, pero tú y a través de su recuerdo, con traer ese pensamiento a tu mente y permitirle que llegue a tu corazón de una manera dolorosa, haces que te siga engañando hasta el día de hoy. ¿Me expliqué?

Es por eso por lo que el perdonar no es heroico sino práctico. Y fíjate que en ningún momento te pedí que le desearas cosas buenas porque humanamente cuando nos hacen daño sería muy hipócrita decir que le deseamos lo bueno. Lo práctico es comenzar a perdonar, lo heroico es que ya, a través del tiempo y con la ayuda de Dios, le deseamos cosas buenas, bendiciones.

El resentimiento me ata al pasado y mientras siga con esa actitud, únicamente “pobreteándome”, en la medida en que siga en el papel de víctima, “autocompadeciéndome” será en la medida en que me estaré perdiendo la verdadera compasión de Dios hacia mí.

Estoy tan metido/a en mi “yo-yo-yo”, tratando de buscar explicación y justificación a la ofensa que recibí, que no alcanzo a vislumbrar toda la misericordia y el perdón que Dios ha derramado en mí tantas veces como yo le he ofendido. Aun más importante, no alcanzo a percibir la explicación que Dios me quiere dar, es decir del plan maravilloso de su amor para mí.

Entonces el primer paso para un perdón sanador es liberar, renunciar, soltar… Elegir dejar ir cualquier pensamiento de venganza, rencor y autocompasión. Me hago consciente y elijo no enredarme con esa actitud, con esas palabras, con la ofensa, no engancharme.

Pongo mi ego, mi dolor, mi victimismo y todos esos sentimientos que no me permiten soltar la ofensa al pie de la Cruz, en manos de quien es el perdón vivo. Cuando yo elijo renunciar a mi “ego herido” no quiere decir que el problema desaparecerá o se arreglará de manera automática; lo que quiere decir es que le estoy dando libertad a las manos de Dios para que sea parte de la solución.

Ejercicio: Utilicemos ese gran regalo que Dios nos dio para ser nuestro custodio y mensajero, nuestro ángel de la guarda. Invoca al Espíritu Santo y a tu ángel custodio para que traigan a tu mente a esa persona que quizás sin tú saberlo, es a la que más necesitas perdonar. Pídele a tu angelito que haga fuerza con el de ella para que pueda recibir el mensaje que tu corazón le quiere mandar: “En el nombre de Jesús, por el Poder y la Gracia de Dios, te perdono y te libero”. Amén

Día 6

En este sexto día que tu intención sea pedir a Dios que te haga ser un instrumento de paz en tu familia para que con amor puedas vencer cualquier discordia familiar.

Reflexión. Mi familia, mi iglesia doméstica. “Ojalá hubiera tenido otro papá; ojalá mi hermano fuera más cariñoso; ojalá hubiera nacido en otra familia…” Y así se nos puede ir la vida, inconformes, con una fe “ojalatera”. ¡No, ya basta! “Esta es la familia que tenías que tener para que hoy seas lo que eres”.

¿Qué nos ha venido enseñando Cristo? En ningún momento nos ha dicho que no tendremos problemas, sino que nos muestra el camino para encontrar soluciones. Jesús parte de la base de que en general el mundo es difícil y está lleno de contradicciones; nunca nos ha prometido que no tendremos problemas, lo que sí nos ha asegurado es que encontraremos caminos hacia las soluciones y armas para vencer los obstáculos; el único requisito es confiar en Él y vivir en obediencia.

Lo grande de la vida, la paz y la felicidad no es evitar los problemas si no encontrar soluciones, sobre todo en el ambiente familiar.

Qué fácil es amar y recibir a aquel hermano dulce y tierno con el que nos llevamos estupendamente, pero qué tal abrazar a aquel que nos insulta, que nos irrita y nos hace perder los estribos. Por qué nos costará tanto aplicar aquí el dicho: “Ámame cuando menos lo merezca porque es cuando más lo necesito”.

¿Cómo se enfrentan y se vencen las batallas cuando hay conflictos familiares? ¡De rodillas! Así es, hablando menos y rezando más. El verdadero MILAGRO de la paz familiar comenzará cuando caigas de rodillas delante de Dios, reconociendo tus miserias y tu parte de responsabilidad en ese conflicto y hagas lo que a ti te corresponde dejando a un lado el victimismo.

Ese pariente que te ofendió seguramente te hirió en lo más profundo y te hizo sufrir. Pero ¿por un segundo te has puesto a pensar que antes de haberte lastimado a ti, lastimó y ofendió a Dios? ¿Acaso eso no te duele?

El arma más poderosa que tienes para vencer en esa batalla familiar es la oración. Pide confiado a Dios que convierta, tanto tu alma como la de tus familiares y que a ti te señale el camino que te permita llegar a sus corazones.

Ejercicio: Una vez más acudamos a ese gran regalo que Dios nos dio para ser nuestro custodio y mensajero, nuestro ángel de la guarda. Invoca al Espíritu Santo y a tu ángel custodio que traigan a tu mente a ese pariente-familiar que quizás sin tú saberlo, es al que más necesitas recordarle cuanto le amas.

Pídele a tu angelito que haga fuerza con el de él/ella para que pueda recibir el mensaje que tu corazón le quiere mandar. Puedes decirle algo como: “Quiero recordarte que te amo y te acepto tal y como eres, de la misma manera en que Dios me ama y me acepta a mí tal y como soy”.

Día 7

En este séptimo día que tu intención sea pedir a Dios tu corazón esté siempre lleno de amor para que cada vez que sea necesario des el primer paso hacia el perdón.

Reflexión. El primer paso para un verdadero perdón es la humildad de reconocer que yo también he ofendido y “necesito” ser perdonado. En ese bendito acto de humildad, donde de rodillas le pido perdón a Dios y le digo lo que me ha dolido haberle ofendido a través de mis actos y comportamiento tan faltos de caridad, no solo Él me perdonará y me recibirá con los brazos abiertos cual hijo pródigo, sino que aparte del regalo de su bendito perdón, me dará entre muchas otras gracias sobrenaturales, la capacidad y la fortaleza que necesito para yo poder perdonar a los demás. No hay manera de que yo por mis propias fuerzas logre experimentar un perdón profundo y sincero hacia mis semejantes; para lograrlo es necesario que viva en mi alma la Vida Divina de Dios.

El perdón es un acto de la voluntad el cual requiere de una sola migajita de ella para que comience a hacer efecto en nuestra alma. Recordemos que el perdón conviene…

Casi seguro que muchos de nosotros hemos tenido que perdonar y nos han perdonado aquello que parecía imperdonable. Luego de que todo pasa, uno voltea atrás y no puede más que decir ¡Bendito sea Dios y bendita nuestra capacidad de amar y de perdonar!

Ejercicio: Haz todo lo que esté de tu parte para acudir al sacramento de la reconciliación lo antes posible. Recuerda que Dios siempre será Dios, contigo y sin ti… Y tú, sin su Gracia Sacramental, sin su Vida Divina, ¿quién eres? ¡Venga, a dar el primer paso!

Día 8

En este octavo día, que tu intención sea pedir a Dios que llene de más amor tu corazón para siempre devolver bien por mal.

Reflexión. “¿Devolver bien por mal? ¿Poner la otra mejilla? ¡Qué le pasa a Dios! ¡Ah no! El que me la hace la paga. Ni que uno no tuviera dignidad…”. ¿Cuántas veces hemos pensado así? Ese ego aconsejándonos y acariciando nuestras miserias humanas. 

“Devolver bien por mal…” Nada más cierto que estas palabras llenas de verdad porque el mal no se apaga con el mal sino con el bien. Recordemos que Dios nos habla por medio de parábolas (verdades que parecen mentira) y el mundo nos quiere convencer por medio de sofismas (mentiras que parecen verdades). De nosotros depende qué elegimos, obedecer a Dios con la certeza de que al final tendremos plenitud “eterna” o seguir las reglas del mundo que nos ofrece bienestar temporal. La satisfacción de la venganza, por mucho que dure, es pasajera. La del perdón es infinita porque emana del alma de quien Dios vive en él.

En el Evangelio de Juan (6, 1-13), “Multiplicación de los panes”, hay varios puntos que me llaman la atención, en especial estos 2:

6:10 <Jesús le respondió: “Háganlos sentar”>. Jesús les dio pan a los que estaban sentados, listos para recibirlo. Ese “háganlos sentar” quiere decir que hay que estar atentos, listos y preparados para recibir todas las gracias y dones que Dios nos quiere regalar. En el caso de esta novena es el don de saber perdonar.

6:12-13 <Cuando todos quedaron satisfechos, Jesús dijo a sus discípulos: “Recojan los pedazos que sobran, para que no se pierda nada”. Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos que sobraron de los cinco panes de cebada>. ¿Generalmente, qué hacemos nosotros con las sobras? Las tiramos a la basura. Sin embargo, aquí Jesús las manda recoger para que nada se desperdicie… y con esas sobras se llenaron 12 canastos.

En nuestra vida, ese canasto es el mismo corazón de Jesús y las sobras, esas que nadie quiere de mí, son mis miserias, las cuales que yo, como uno de sus doce, pongo dentro de su corazón para que Él las convierta en bendiciones. Una vez más Jesús nos enseña a devolver bien por mal; a no desperdiciar absolutamente nada y todo entregárselo a Él.

Quiere decir que de mis miserias y de lo que nadie quiere, Dios obrará cosas maravillosas hasta saciar a mí y a los demás. Nuestras miserias, que no son otra cosa más que defectos, son maravillosas áreas de oportunidad que nos mantendrán humildes y necesitados de Dios. 

Ejercicio. Invocando al Espíritu Santo y tu ángel custodio, con papel y pluma, haz una lista reconociendo todas esas miserias (o defectos) que deseas poner en el Corazón de Jesús. En especial, ese deseo de venganza (por muy pequeño que sea), para que Dios los transforme en dones, virtudes y bendiciones.

Día 9

En este noveno día, que tu intención sea pedir a Dios un corazón hecho a su medida y al de su Madre María. Pide a la Santísima Madre que te preste su corazón cada vez que te cueste trabajo perdonar.

Reflexión: “…Consoladora de los afligidos, Auxilio de los cristianos, Reina de la paz,…” y yo le añadiría Madre del perdón. Por supuesto que no podía faltar la Madre de Dios y Madre nuestra al cerrar nuestra novena porque Jesús siempre va de la mano de su Ella. Además, si alguien puede hablar de perdón es María, modelo de virtudes…

La Santísima Virgen es una excelente aliada en asuntos del alma, por eso adóptala como tu intercesora para que te ayude a presentar tus oraciones al Padre. Es la Reina de la paz y sabemos que uno de los frutos inminentes al vivir el perdón es ese, armonía y paz en los corazones.

Virgen Madre mía, gracias por tu “FIAT” y por tu amor. Intercede por mí ante tu amadísimo Hijo para sacar de mi alma todo aquello que me separe del amor de Dios, en especial esas semillas de odio, rencor y resentimiento que puedan estar aún en mi corazón. Enséñame a amar y a tratar bien a los demás, sobre todo a mis enemigos, y no porque lo merezcan o no, sino porque fueron creados a imagen y semejanza de Dios y a los cuales yo, gracias a la luz del Espíritu Santo que habita en mí, alcanzo a ver en ellos tal dignidad.

Te consagro mi vida, mis pasiones, mis fortalezas y debilidades. Enséñame a ser uno/a contigo y si no es mucho pedir, enséñame a ser como Tú. Amén

Ejercicio: Prepárate para ir a misa lo más pronto que puedas y lleva contigo la lista que hiciste el primer día. Cuando sea un momento prudente, de preferencia entre el Padrenuestro y el momento de la paz, con todo tu corazón entrega a Dios todos los nombres que pusiste en la lista del primer día; si te es posible tráelos a tu mente y con el amor más profundo que seas capaz mándales la paz en el Nombre de Dios.

Este ejercicio del perdón y de rogar a Dios la paz para ellos es muy sanador y es un gane-gane. Por un lado, si esas personas están listas y dispuestas a recibir la paz que tú les estás deseando, pues ya sabes los milagros y las maravillas que sucederán. Por el otro, si ellos no están listos a recibirla, esa paz regresa a ti. (Mateo 10:1-16)

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