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Colombia y Venezuela: Dos naciones, un corazón

VENEZUELANS;

AFP PHOTO / GEORGE CASTELLANOS

Macky Arenas - Aleteia Venezuela - publicado el 19/07/17

Dos pueblos que comparten "vidas y milagros" en armonía, por encima de lo político-institucional

Ambos países  tienen un origen común y no nos referimos únicamente al tema de la vecindad o el compartir límites, sino al hecho de que, genuinamente, fuimos en el pasado una sola cosa: la Gran Colombia.

Era el sueño del Libertador Simón Bolívar el que ello se perpetuara en el tiempo y que fuéramos una sola nación, anexando a la unión las restantes tres por él independizadas. Pero no pudo ser. No obstante, Venezuela y Colombia compartimos destino al punto de que analistas han señalado, a partir de los hechos ocurrido en las últimas décadas, que “lo que pasa en Colombia pasa en Venezuela” y viceversa.

Y no puede ser más cierto en países que comparten líneas divisorias. Si en Colombia se consigue un poco de paz, Venezuela se convierte en aliviadero de guerrilleros y forajidos de todo pelaje. Si Venezuela sufre carencias como las actuales en materia de alimentos y medicinas, Colombia se ve inundada de personas que buscan lo que necesitan al otro lado de la frontera.

Las escenas de enorme cantidad de gente pasando la línea divisoria a pie para hacer sus compras en tiempos de escasez lo documentan fielmente. Así mismo, nos “dolemos” unos a otros: una auténtica indignación recorrió a la patria de Bolívar cuando el gobierno de Maduro expulsó intempestiva, injusta y brutalmente a colombianos residentes en poblaciones fronterizas, con hijos nacidos del lado venezolano.

En décadas anteriores la afluencia de colombianos a Venezuela buscando mejores condiciones de vida en un país próspero, libre y acogedor trajo a nuestras tierras a millones de colombianos que convivieron, trabajaron y lucharon junto a nosotros, formaron sus familias y se entrelazaron de una manera tal que, hoy por hoy, es raro un hogar que no tenga a un colombiano dentro o cerca. Igual pasa del otro lado.

Han sido varias las circunstancias político-electorales que han dado lugar a satanizar a uno u otro por ser colombiano.  En una ocasión, el pretendido perjudicado fue Carlos Andrés Pérez, pero el intento fracasó pues el señalamiento más bien lo favoreció y ganó las elecciones.

Hace un tiempo se habla del origen colombiano de Maduro, lo cual tampoco ha prosperado -a pesar de proceder pues, según la Constitución vigente, un extranjero no puede ser presidente de la República- porque la gente concede mucho más peso a sus arbitrariedades que a un supuesto gentilicio colombiano.

Hoy, son muchos los venezolanos, perseguidos por razones políticas o aventados por circunstancias económicas, quienes residen en Colombia y han sido acogidos y protegidos por ese país. Si bien nuestras historias y sociedades presentan diferencias a pesar de las similitudes, nuestros pueblos, sus costumbres,  paisajes, cultura y anhelos son muy parecidos.

También los problemas que marcan la cotidianidad de la gente. Como todos los países vecinos, las fronteras plantean conflictos y los hubo, algunos de data reciente, otros más distanciados en el tiempo, que dejan consecuencias pues se eternizan al no concretar soluciones. Pero, por encima de todo ello, colombianos y venezolanos tenemos un destino siamés, por decir lo menos.

Muchos lo resaltan hablando de “la frontera más viva de América Latina”, hoy cerrada por obra de un gobierno atrabiliario en Venezuela, otrora paso de productos que por mucho tiempo sostuvieron una sólida balanza comercial.

Leandro Area, diplomático venezolano, dijo hace poco en una presentación en la capital colombiana, donde disertó sobre las perspectivas en las relaciones colombo-venezolanas en la Escuela de Gobierno “Alberto Lleras Camargo”, Universidad de Los Andes:

Andan por ahí los fanáticos de los héroes, las batallas, las banderas flameando frente al enemigo. Otros aluden al enredo de nuestros orígenes que cual pecado original proviene  del mestizaje o de la religión impuesta por los conquistadores o a la pretendida  traición del ‘Hombre de la Leyes’, Francisco de Paula Santander, al ‘Libertador’ Simón Bolívar. Otros apuntan hacia temas del supuesto despojo territorial, ‘herida abierta’ al decir de Don Miguel Antonio Caro, como el que se asestó a través del Laudo Español de 1891, se concretó con el Laudo Suizo de 1922, y se formalizó con el Tratado de Límites de 1994”.

Pero la única verdad es que jamás hemos llegado a una guerra, librado un real enfrentamiento bélico, como no haya sido el incidente de la fragata Caldas, en aguas del golfo de Venezuela, hace 30 años. Hemos tenido, naturalmente, nuestros períodos de lunas de miel como también migraciones, contrabando, desplazados, hampa común y los daños al medio ambiente. Sin mencionar episodios como  los desmanes de la guardia venezolana, considerados por Colombia como provocaciones que  han venido tensando las relaciones entre ambos países en los últimos tiempos pues el gobierno venezolano, a su vez, reclama a Bogotá las acciones de paramilitares colombianos.

Hubo, igualmente, resbalones como el del presidente Juan Manuel Santos cuando hace unos años, muy entusiasmado, llamó a Chávez  su “nuevo mejor amigo”. Hoy, las diferencias se ahondan por el tipo de gobierno que cada país mantiene. Y es ese mismo Santos el que hoy hace denodados esfuerzos por mediar con Raúl Castro una salida a la crisis venezolana, según testimonios, a pedido de Trump. “Cosas veredes, querido Sancho”, diría el caballero de La Mancha.

Mientras todo esto ocurre y después de tanto camino andado, nuestros pueblos se hacen cada vez más solidarios y comparten, como decimos en criollo, “vidas y milagros” en franca armonía y por encima del entreverado político e institucional. Es una amalgama que prevalece sobre pleitos entre cúpulas, un cemento que garantiza unidad más allá de las diferencias y la garantía de que la hermandad es más importante que cualquier disentimiento transitorio o permanente.

Y más que cierto es que en Venezuela es donde más expectativas despierta la próxima visita del papa Francisco a Colombia y donde mayor sana envidia genera la presencia del Santo Padre en el vecino país.

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