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20 años de que ETA asesinara a Miguel Ángel Blanco, ¿cómo lo vivió la Iglesia?

MIGUEL ÁNGEL BLANCO
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Alvaro Real - publicado el 13/07/17
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Testimonio de los que fueron protagonistas: el párroco de Ermua, el capellán del hospital de Aranzazu y el obispo de Bilbao

El 12 de julio de 1997 la banda terrorista ETA asesinaba al joven concejal Miguel Ángel Blanco. El grupo terrorista secuestró al concejal dos días antes y lanzó un ultimátum: o se excarcelaba a los presos de la banda terrorista o se asesinaba a Miguel Angel Blanco.

Durante esas 48 horas España entera estuvo conmocionada. Toda España salió a la calle para pedir por su liberación y el asesinato final supuso un antes y un después en el posicionamiento social en el País Vasco frente a la banda terrorista ETA. 20 años después se suceden los homenajes y su recuerdo en toda España. 

¿Cómo vivió la Iglesia estas 48 horas y el fatídico desenlace? ¿Cuál fue la labor de los sacerdotes de la localidad de Ermua? ¿Cómo lo vivió el capellán del Hospital de Aranzazu donde llegó Miguel Ángel Blanco malherido? ¿Cómo lo vivieron los obispos en el País Vasco? ¿Hubo un antes y un después?

José Mari Larruskain era el párroco de Ermua en 1997 y acompañó a la familia del concejal del PP tras su muerte. En un reportaje de Vida Nueva explica cómo vivió esas 48 horas de dolor y la repercusión que tuvo para la sociedad y la Iglesia Vasca. “Los dos días que estuvo secuestrado fueron de máxima tensión, con toda España conmocionada esperando nerviosos un ápice de humanidad por parte de los terroristas”.

El sacerdote explica su silenciosa labor de acompañamiento ante el dolor de la familia:  “Pasaron los meses y ya la gente iba volviendo a su vida, por lo que comencé a ir a la casa cada 10 días”, rememora el sacerdote. “Las primeras veces, creyendo que hacía un bien, evitaba hablar de Miguel Ángel. Sin embargo, me sorprendieron las palabras de Consuelo: ‘No, yo quiero hablar de mi hijo, que su memoria no se nos olvide’”, señala.

Esteban Munilla era capellán en el Hospital de Aranzazu y ese terrible día se encontraba de guardia. En un artículo que publica Alfa y Omega explica todo lo que vivió. En la tarde del sábado, los servicios de emergencia le llamaron para avisar de que llevaban a un joven gravemente herido pero todavía con vida. Conscientes de que el ultimátum de la banda terrorista ETA para acabar con la vida del concejal del PP ya había terminado, “en el hospital todos dijimos que era Miguel Ángel, aunque desde la ambulancia no se dio ningún dato para suponerlo”, afirma.

Tuvo que vivir y acompañar a la familia en el momento más duro: “Allí estaba la madre de Miguel Ángel agarrada a la mano de su hijo. Me llamaron para ayudar a comunicar a aquella madre, que veía respirar a su hijo, que esa era una respiración mecánica, pero que su hijo ya había fallecido. Se le mantenía el respirador para que los órganos fueran trasplantables”.

De lo vivido aquellos días recuerda una imagen, la del por entonces obispo de Bilbao: “Me llamó la atención que no estaba con las autoridades políticas en el hospital, sino sentado entre los familiares, en el tanatorio. Un testimonio de cercanía, y humildad en su saber estar en medio de un ambiente muy difícil. Era un precioso testimonio de la presencia de la Iglesia con las víctimas”.

Ricardo Blázquez era obispo de Bilbao en 1997, hoy es arzobispo de Valladolid y presidente de la Conferencia Episcopal Española. Su labor fue la de estar con la familia. En una entrevista en la Cadena COPE recuerda lo vivido: “Esas 48 horas fueron una especie de escenificación de la crueldad. Poco a poco aparecieron otros detalles de cómo había sido secuestrado en Ermua y nos fuimos enterando de más datos. Fueron inexorables en las 48 horas. Exigían una negociación con el Estado y éste no podía acceder. Desde el primer momento, publicamos en el Obispado una nota exigiendo la liberación”.

Ricardo Blázquez se acercó a la casa de Miguel Ángel Blanco nada más conocer la noticia. Esto fue lo que encontró: “Me encuentro con una familia destrozada. Están desechos. Otra de las veces que estoy con ellos es cuando todavía estaba el cadáver en el Hospital de Nuestra Señora de Arantzatzu, tras dar un beso al cuerpo de Miguel Ángel Blanco; puedo rezar con la familia. Eran hondamente religiosos. Estábamos todos muy consternados por lo que había ocurrido”.

No ha podido olvidar aquellas 48 horas: “En los 15 años que estuve en la Diócesis de Bilbao (de 1995 a 2010), ha sido uno de los acontecimientos más duros”, explica. Él fue encargado de oficiar el funeral, un funeral que marcó un antes y un después: “Yo fui de los primeros que exigió la desaparición de ETA en un funeral concreto. ETA nunca debió de existir. Nadie tiene la capacidad de disponer de la vida de otra persona. ETA era una losa amenazadora. Una sociedad tiene derecho a vivir sin ETA. La existencia de ETA era una humillación para la sociedad vasca. Para todos”.

 

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