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Milagros entre las ruinas de Siria

Monika Florek-Mostowska - publicado el 08/07/17

Entrevista al padre Ibrahim Alsabagh: “Allí no hay nada que sea hermoso”, y aun así a sus habitantes les encanta Alepo

El padre Ibrahim Alsabagh es un fraile franciscano nacido en Damasco. Por petición propia, fue designado para su ministerio en la ciudad de Alepo, arrasada por la guerra en Siria.

Como pastor de la parroquia de San Francisco, realiza auténticos milagros cuando salva las vidas y la dignidad de los habitantes de la ciudad en ruinas. Es el autor de las conmovedoras memorias Un instante antes del alba: Crónicas de guerra y de esperanza desde Alepo, una crónica sin precedentes ya disponible en español.

Durante el retiro cuaresmal en el Vaticano, el papa Francisco recomendó su libro. Con motivo de la publicación de la traducción al polaco, Monika Florek-Mostowska, de Aleteia, se entrevista en exclusiva con este párroco de Alepo.

La publicación de unas crónicas en tiempos de guerra que describen la tragedia de Alepo es una manera inusual de evangelización para los franciscanos. ¿Es efectiva?

Quería que el libro fuera un testimonio de fe y esperanza en medio del sufrimiento. Quería que fuera como el himno en el Libro de Daniel, de los tres jóvenes arrojados al horno ardiente mientras cantaban una canción de agradecimiento a Dios, porque Él no desampara a quienes creen en Él.

Pensé tanto en representar nuestra realidad como en dar un testimonio de esperanza, expresando el mensaje nacido del sufrimiento. Quería transmitir un mensaje de fe y esperanza.

¿A qué idiomas se ha traducido el libro hasta ahora?

Escribí el libro en italiano. Ya se ha traducido al francés, al español y al polaco, y ahora se está traduciendo al inglés.

Es sorprendente que la versión polaca salga antes que la inglesa. ¿Sospecha usted, Padre, que los polacos, tras la experiencia de la Segunda Guerra Mundial, cuando Varsovia fue prácticamente destruida, podrían verse reflejados mejor en la situación de los residentes de Alepo?

Se me pasó por la cabeza. El sufrimiento une a las personas. Eso es lo que podemos ver en Siria. La Iglesia, donde la imagen de Cristo sufriendo sigue viva, es sensible al sufrimiento humano y ofrece ayuda a las víctimas de la guerra. Esto es lo que conlleva ser fiel a nuestro Maestro. En Polonia, la Iglesia es fiel a Cristo y la nación polaca es generosa con los afligidos por la agonía de la guerra.

¿Cómo ha ayudado durante la guerra la Iglesia en Siria? ¿Cómo echan una mano los franciscanos?

Estamos presentes diariamente en la oficina parroquial, donde acuden las personas. Desde mi llegada a Alepo, el número de personas que llaman a nuestra puerta ha aumentado diariamente. Se trata sobre todo de familias que nos piden ayuda de cualquier tipo posible.

Tengo notas en post-its desparramadas por todo el escritorio de mi parroquia; cada una me recuerda un asunto o un problema que hay que resolver.

Las personas están llenas de miedos; algunas gritan o lloran, otros se quejan de la Iglesia y a veces hieren a quien les escucha. Todos reciben una sonrisa y paz y calma. No permitimos que se marchen sin la paz de corazón y el consuelo de la Palabra de Dios, algún buen consejo y ayuda material.

Después de las reuniones, rezamos con fervor para que la voluntad de Dios se revele con claridad. Solo entonces actuamos, lo cual en general es la solución óptima. A veces sucede que tenemos que reunirnos con determinada persona varias veces para discutir nuevas posibilidades y tener un mejor entendimiento de la situación realizando más preguntas.

Usted visita a familias afectadas por la guerra, aunque muchos de ellos esperan recibir ayuda en la Iglesia.

Sí, en nuestro trabajo misionero nos dividimos entre recibir a las personas y visitarlas en sus hogares. Cuando salimos y visitamos a la gente, no queremos regresar al monasterio. Recordamos la vida de Jesús, Su actividad pública en las plazas: oración, enseñanza, sanación y expulsión de demonios. El corazón quiere permanecer con Jesús y hacer lo que Él hizo.

Pero ¿cómo podríamos desatender a las multitudes que vienen al amanecer a llamar a la puerta del monasterio? Aquí también deben recibir una oportunidad de encontrar a Jesús, Quien se ofrece a Sus hijos para escuchar, hablar y mostrar el camino.

¿Qué deberíamos estar haciendo entonces? ¿Dejar el monasterio o permanecer en él para recibir a quienes vienen a nosotros? A veces escogemos la última opción por una importante razón: las numerosas bombas que caen de repente sobre nosotros; no hacen excepción por nadie.

¿A qué llama usted la “esperanza de Alepo”?

Al hecho de que la gente quiere vivir. Ahora Alepo está en ruinas. Cuando miras alrededor, no hay nada que sea hermoso. Y aun así, a los habitantes les encanta la ciudad. Desearían reconstruir sus hogares. Las comunidades activas en nuestra iglesia hace poco han tenido la idea de pintar las calles de colores diferentes para hacerlas menos sombrías. Las autoridades de la ciudad respaldan nuestros esfuerzos. La gente quiere actuar.

El tiempo de guerra indica que las cosas más importantes están en el corazón. Las personas se reúnen y se ofrecen ayuda a medida que son conscientes de que pueden resurgir de las ruinas. Una mujer estaba en su casa con su marido cuando una bomba cayó y destruyó su único dormitorio. Recé con ellos e intenté ayudar ofreciéndoles algo de dinero.

Ayer, después de concluir toda la laboriosa reconstrucción de su hogar, la mujer regresó y me dijo: “Padre, se ha encendido una nueva esperanza en nuestros corazones. Todavía no podemos creerlo; es como un renacimiento para nosotros como seres humanos y como familia; estamos enormemente agradecidos y contentos”.

¿No cree usted, Padre, que la guerra en Siria es también un tiempo para que la Iglesia se dé un baño de realidad y revise sus objetivos y acciones? La ambición de muchos párrocos de Polonia es construir otra iglesia. Jesús, sin embargo, hizo referencia a una iglesia construida en los corazones de las personas. En Siria, las palabras de Cristo están muy de actualidad, posiblemente más que en otras partes del mundo no afectadas por la guerra.

Las personas deberían ser siempre el primer y principal objetivo de la Iglesia. Jesús dijo: “Sois el templo de Dios”. No hay nada malo en el hecho de que pensemos en estructuras eclesiásticas. El párroco de Ars trajo al altar los elementos más preciosos. Sin embargo, cuando nos centramos en exceso en las construcciones, quedamos expuestos al pecado.

La Iglesia en general siempre ha pensado así, aunque sin duda la situación en Siria hará que la gente se dé cuenta de que la evangelización de la Iglesia no debería ser una evangelización “a base de construcciones”.

El papa Francisco nos insta a tomar decisiones que tengan a las personas en el corazón. Entre las personas, las que son golpeadas por la pobreza son las que más necesitan nuestra ayuda. Esto no es nada nuevo, pero no debemos perderlo de vista.

Parece que los corazones de quienes viven en Siria hoy en día disfrutan más de la libertad cuanto más escuchan al Espíritu Santo y más fieles somos a las enseñanzas de Jesucristo.

Después de firmar el acuerdo de paz el 22 de diciembre y de que las organizaciones militares empezaran a retirarse de Alepo, estábamos desconcertados, no sabíamos por dónde empezar a reconstruir la ciudad.

En aquel punto, en una reunión con obispos, nos preguntábamos por dónde deberíamos empezar. En Alepo, el 60% de las iglesias estaban en ruinas. Sin embargo, el clero no dudó en demostrar que primero debíamos ayudar a la gente a reconstruir sus hogares.

Este artículo se publicó originalmente en la edición polaca de Aleteia.

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