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El misterio de Oscar Pérez, el hombre que irrumpió en la escena venezolana

OSCAR PEREZ

Capture Youtube

Macky Arenas - Aleteia Venezuela - publicado el 06/07/17

La persona más buscada de Venezuela reapareció el Día de la Independencia, ¿la iglesia tiene algo para decir sobre él?

Sobre Oscar Pérez se han tejido decenas de hipótesis.  Es inspector de la policía científica venezolana, en su tiempo, una de las cinco más prestigiosas del mundo. A pesar de haber protagonizado una película venezolana, no tenía alta visibilidad.

Hasta que hace pocos días fue el actor principal de un capítulo que describió uno de los dramas más lacerantes de la crisis venezolana: el rol de los militares de carrera en un conflicto que amenaza con enfrentar seriamente a civiles contra civiles. Por los momentos, vivimos sanguinarias escaramuzas de colectivos –turbas oficialistas- agrediendo impunemente a ciudadanos opositores. Pero esto podría montar a otros más severos rangos.

Pérez es inspector del Cicpc (Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas), miembro de la Brigada de Acciones Especiales (BAE) y jefe de Operaciones Aéreas. El funcionario también es piloto de helicópteros, buzo de combate y paracaidista libre.

Estamos hablando de un experto tirador –videos muestran que es capaz de acertar a un blanco de espaldas-  y habilísimo piloto,  que  atacó con granadas varias sedes gubernamentales en Caracas el pasado 27 de junio pilotando un helicóptero secuestrado junto a varios a agentes. Luego de aterrizar, relata que estuvo varios días “desconectado”. Un video difundido en redes sociales el 5 de julio, la fecha patria más importante, cuenta cómo burló la persecución y anuncia una segunda fase de su plan “por la liberación” de Venezuela frente al régimen chavista de Nicolás Maduro.

Obviamente, las suspicacias comenzaron por el principio: ¿cómo es que un inspector de policía, por más Rambo que parezca, puede tener un plan él solo? Si se trataba de un golpe de Estado, encubierto o manifiesto, ¿cómo va a comenzar por un enclave policial cuando otros componentes de la Fuerza Armada no aparecen involucrados?

Una segunda pregunta lógica emergió de inmediato: ¿cómo es que un Estado policial, artillado hasta los dientes,  no lo persiguió y/o derribó luego de su espectacular hazaña? No tardaron en aparecer las respuestas y una síntesis cobraba fuerza: el hombre no estaba solo y el gobierno de Maduro no se inclina a permitir el vuelo de aeronaves militares por temor a que lo que decidan bombardear sea el mismísimo Palacio de Miraflores. Tan incierta aparenta estar la situación en el sector militar aunque, bajo un gobierno de estas características,  esa parcela sea un “hueco negro”.

Otro enigma afloró puesto que la riesgosa operación no dejó víctimas: “No somos asesinos”, explicó Pérez.  Por eso no hubo “daños colaterales”.  Afirma que no ha salido de Venezuela. Llegó más lejos enviando un mensaje amenazador a los violentos colectivos:“Sabemos quiénes son y dónde están”. Diríase en inglés: “Too good to be true” (demasiado bueno para ser verdad), especialmente en un contexto-país donde el aprecio por la vida parece haber perdido todo valor.

El gobierno emitió en el acto una orden internacional de captura para Oscar Pérez al tiempo que él lograba aterrizar en un área boscosa cercana al litoral central y perderse sin dejar rastro. Sus compañeros apostaban que jamás lo capturarían dada su increíble pericia en situaciones de riesgo. Allí comenzó la leyenda. Mientras algunos aseguraban que había alcanzado territorio norteamericano y que lo habían  visto en Miami, otros juraban que él jamás dejaría territorio venezolano debido a su compromiso sincero con la causa libertaria.

Su esposa maneja su cuenta de Twitter y no puede ser más terminante en su defensa. Sus amigos, entre ellos periodistas reconocidos, dan la cara por él y juran que es más patriota que cualquiera, que su mayor pasión es Venezuela y que su decisión de embarcarse en la empresa insurgente responde a una decisión responsable deslindada de toda artimaña gobiernera.

Este 5 de julio, en un video difundido en redes sociales, relata cómo burló la persecución y anuncia una segunda fase de su plan “por la liberación” de Venezuela frente al régimen chavista de Nicolás Maduro.

Es comprensible la aprensión de propios y extraños en relación al personaje. A lo largo y ancho de dos décadas de revolución chavista no es el primer  militar afecto al régimen que ha simulado romper filas y luego ha regresado con mayor sumisión. La primera reacción a través de las redes sociales fue de rechazo y desprecio.

Pero, pasadas las horas y los días, la impresión de que el asunto puede ser de otro tenor va creciendo. En este punto, simplemente, el país está expectante y, haciendo gala de una madurez  poco común en medio de una feroz polarización, ha optado por conceder el beneficio a la duda y un compás a la espera. Sus mensajes se reciben, se procesan y se almacenan en el disco duro de un país que no está dispuesto a dejar al azar de un súperhéroe el destino que ya tiene trazado.

La Iglesia venezolana, tan activa y ductora en medio de esta grave conflictividad, registra, observa y espera. “No hay otra información sino lo que se ve –dijo un obispo consultado- , hay más interrogantes que certezas. Hay pocos elementos de juicio pues el personaje es poco conocido por el país nacional y nada se sabe acerca de sus móviles o conexiones”.

Al margen del suceso, el episcopado insiste en sus llamados a los militares a reconocer su responsabilidad, a poner las armas de la República al servicio de la Constitución, de la vuelta a la democracia y de la paz en Venezuela.

No obstante, la aventura del helicóptero es algo tan  inédito como inspirador. A pesar de que, al rompe, fue calificado como “un show del gobierno” y “un montaje del G2 cubano”, lo cierto es que va más allá de aquél episodio al que más de uno se remontó en el instante : el temerario piloto que aterrizó en la Plaza Roja del Moscú comunista.  Inevitable recordar a Mathias Rust, un piloto alemán que, en 1987, a los 19 años  y al mando de una avioneta alquilada, pasó a la historia volando desde Uetersen a Islandia atravesando posteriormente Noruega y Finlandia hasta Moscú, evitando a las defensas aéreas soviéticas para finalmente aterrizar en Vasilevski Spusk, junto a la Plaza Roja.

Más allá de la audacia, esto de Pérez parece ser otra cosa. Si bien faltan piezas al rompecabezas, un par de evidencias debían erizar la piel del estamento gubernamental: la simpatía creciente por el personaje y su osadía ante un régimen opresor y, sobre todo, la convicción que se extiende, a partir del lance, imprudencia, peripecia o demostración que catapultó al inspector al estrellato -como jamás lo hizo aquel film-, acerca de una descomposición claramente avanzada en el cuerpo militar y policial en Venezuela.

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