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Milagro en Mosul: La Iglesia de Santo Tomás se salvó de las bombas del ISIS

Operation to liberate Iraq’s Mosul from Daesh

©Yunus Keles / Anadolu Agency

AsiaNews - publicado el 04/07/17

Las reliquias de Santo Tomás fueron puestas a salvo hace tres años, cuando la ciudad cayó en manos del ISIS

Es la iglesia más antigua de la ciudad, y se encuentra a dos cuadras de la mezquita de al-Nouri, que fue destruida. En su exterior no tiene “siquiera un rasguño”, mientras que en el interior todo fue destruido durante la ocupación. Las reliquias de Santo Tomás fueron puestas a salvo hace tres años, cuando la ciudad cayó en manos del ISIS. Por gentileza de L’Orient Le-Jour.

Es un milagro. El centro histórico de Mosul fue lacerado por los ataques, quedó repleto de cicatrices de proyectiles, fue mutilado por los explosivos del Estado islámico (ISIS o Daesh). En este paisaje surrealista, donde las piedras blancas se entrelazan con el metal negro recordando el Guernica de Picasso, un edificio de paredes gruesas no presenta ni siquiera un rasguño: se trata de la iglesia de Santo Tomás, la más antigua de la ciudad, ¡que tiene más de 12 siglos de antigüedad!

Ésta existe cuando menos desde fines del siglo VIII, pero es considerada mucho más antigua, y habría sido fundada en el lugar donde se levantaba la casa donde el apóstol de Oriente vivió durante su larga estadía en la ciudad. El interior ha quedado devastado por los ocupantes, que la transformaron en base militar. Pero el monumento, cuya estructura se remonta cuando menos al siglo XIII, ha sobrevivido a la batalla.

“Enloquecí”

La mezquita de al-Nouri, que está situada a unas dos cuadras hacia el norte, no tuvo esta posibilidad. Los terroristas del ISIS la hicieron estallarel miércoles 21 de junio, al caer la tarde. Sus ruinas forman un caos lunar que ha sido blanqueado por un revestimiento pulverizado. Sólo emerge la cúpula verde, que se mantiene en equilibrio sobre dos pilares que han sido en parte dañados por la explosiones, y, más allá, la base del minarete, de 12 metros de alto, con sus bajorrelieves geométricos finamente esculpidos.


AL NURI

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Desde entonces, el teniente coronel Mountazar el-Chammari, comandante del batallón de Mosul de las fuerzas iraquíes para las operaciones especiales (ISOF, en inglés) está furioso: “Me volví  loco”, deplora. “¡Han destruido la mezquita del profeta Jonás, del profeta Jirjis, la ciudad de Nimrud, el museo!”

La segunda ciudad de Irak ha perdido sus símbolos, en particular, el minarete que se apoyaba en al-Nouri, conocido como al-Hadba (el “inclinado”). En una amarga reconquista, sus restos fueron recuperados el jueves 29 de junio, permitiendo que el primer ministro iraquí  Haïder al-Abadi, declarara el “fin del falso Estado de Daesh”.

La iglesia de Santo Tomás se encuentra sobre el camino que conduce a al-Nouri. El miércoles 21, poco antes de la explosión que destruyó casi la totalidad de la mezquita, el batallón ISOF de Diwaniya volvía a subir a pie la que se conoce como la torre de los campanarios. Un francotirador se encontraba delante de la iglesia: “Mató a uno de los nuestros”, cuenta Ahmad Kathem, de 23 años, uno de los soldados del batallón. La vivienda fue el blanco de un ataque. No quedó nada de ella.

“Abou Abderrahman al-Australi”

El soldado Ahmad fuerza una porta de hierro para mostrar el interior de la iglesia. En comparación a los alrededores devastados por las bombas, los estigmas del edificio cristiano no pasan de ser rasguños.  El patio por el cual ingresa Ahmad está plagado de montañas de piedras y desperdicios, pero las columnas de las arcadas que lo rodean están intactas. Sobre un bajorrelieve, Tomás toca las llagas de Cristo.

Sus rostros han sido aplastados en la superficie. A su lado, yace un cuerpo en estado de descomposición, bajo una pila de basura. En el medio del patio adyacente, un segundo cadáver emana un hedor espantoso, es obeso y con una densa barba negra, con los ojos fuera de sus órbitas e hinchados. Su rostro ha sido destrozado a fuerza de golpes, salpicando los restos de cráneo a su alrededor, formando una corona. Detrás de él, barriles y sacos de grano son todo lo que queda de las provisiones de los terroristas. Hay una habitación que todavía está llena de uniformes militares y de cargadores de AK-47.

En el interior, un bombardeo ha perforado la bóveda de la nave principal. Un rayo de luz cae en el interior destrozado. Los bancos están quemados. Bajo su arcada almenada, el altar hecho pedazos.

Por suerte, hace tres años, las reliquias de Santo Tomás fueron llevadas al monasterio de San Mateo (Mar Matta), cuando Mosul cayó en manos de Daesh. Los combatientes del ISIS dibujaron círculos negros sobre las gruesas columnas de mármol oscuro, sin duda como preparación para la destrucción de la iglesia. No tuvieron tiempo o no encontraron la manera de colocar los explosivos.

Los muros están cubiertos de grafitis y de banderas de la organización en las pequeñas hornacinas ojivales. Debajo de una de ellas, un papel rosa fijado al muro enumera la distribución de las raciones. “Abou Abderrahman al-Australi”, un combatiente venido de Australia, ha marcado su paso con una firma en letras latinas.

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