Pero irónicamente, no se hicieron multimillonariosEl botox es, sin duda, uno de los descubrimientos más importantes de la cosmetología actual. Su efectividad a la hora de eliminar las líneas de expresión ha quedado más que comprobada. Claro, algunas personas quedan estupendas y otras como John Travolta, pero lo cierto es que goza de una gran popularidad y, guste o no, la gente ha oído hablar de estas inyecciones.
Su origen es bastante curioso y fue gracias a una pareja de doctores canadienses hace justamente 30 años. Hay que aclarar que la toxina botulínica ya existía, pero no era utilizada para cuestiones de belleza, sino sólo con fines propiamente médicos.
La doctora Jean Carruthers y el doctor Alastair Carruthers compartían consultorio. Ella era oftalmóloga y él dermatólogo. Entre las anomalías que Jean trataba estaba el blefaroespasmo que, como su nombre indica, son una serie de espasmos o movimientos involuntarios que ocurren en los músculos de la cara, sobre todo alrededor de los ojos, que en los 80 eran tratados con la aplicación de una solución a base de la toxina botulínica.
Un día, una de sus pacientes de blefaroespasmo le reclamó que no le había inyectado su frente. La doctora se extrañó porque ya no lo requería por no presentar espasmos en esa zona, así que le preguntó la razón de su insistencia, y la paciente le contestó: “Es que cuando inyecta mi frente, las arrugas desaparecen”.
Ella se lo comentó a su esposo en casa, dado que él era el experto en la materia, pero nunca había escuchado algo similar, aunque sí se mostró muy interesado porque lo que en ese momento existía para rellenar las arrugas (sobre todo las líneas verticales del ceño) era muy doloroso y de muy corta duración.
Al día siguiente, la doctora Jean convenció a su recepcionista para que fuera su “conejillo de indias” para comprobar que el posteriormente llamado botox sí servía para borrar las arrugas. El resultado fue magnífico, y tanto ella como el doctor Alastair estaban listos para compartir este descubrimiento con el mundo.
Sin embargo, no obtuvieron las reacciones esperadas y muchas personas (incluida la Sociedad Americana de Dermatología) se mostraron renuentes a inyectar toxina botulínica en las líneas de expresión. La pareja siguió insistiendo y Jean hasta comenzó a inyectarse ella misma, hasta que finalmente poco a poco fueron ganando audiencias al mostrar los resultados que se alcanzaban.
Ella dejó la oftalmología y, junto a su marido, se dedicaron a la cirugía cosmética. El boom del botox finalmente llegó en 1993 pero, irónicamente, los Carruthers nunca lo patentaron, así que no percibieron el dinero que cualquiera esperaría de los “creadores” del botox.
Para ellos, era su manera de devolverle a la sociedad lo que ésta les había dado en educación. Su finanzas sí se vieron mejoradas, pero porque eran muy buscados por ser los pioneros en la materia, mas no por regalías. “Quizá me perdí la fortuna, pero hemos tenido la experiencia más enriquecedora haciendo sentir mejor a nuestros pacientes”, dijo una vez la doctora al diario Sunday Mirror, asegurando que sobre todo las mujeres se sentían mejor al verse mejor.
Jean se ha seguido inyectando botox, pero sólo en su ceño y de forma controlada (no vayan a creer que con las pruebas que se hizo quedó como Donatella Versace) y el doctor Alastair también se ha animado a disfrutar de sus beneficios, pero inyectándose sus axilas para combatir sus problemas de sudoración (otro de los usos del botox, que también se puede aplicar en las palmas de las manos).
Ambos aseguran que el problema actual es que se ha abusado de su uso y hay personas que inyectan botox sin estar capacitadas para hacerlo. Ellos siguen ejerciendo la medicina cosmética y llevan una vida muy saludable, que consideran es lo más importante para tener un buen equilibrio de cuerpo y mente.
En un futuro creen que se inventará una crema de botox para evitar las inyecciones (ahí probablemente en unos años yo me apunte) o que surgirán nuevas toxinas que no sólo rellenen las arrugas sino que también tensen la piel.
Sin duda, todo parece indicar que la búsqueda de la eterna juventud es una lucha de nunca acabar.