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¿Cómo seré capaz de afrontar mis sufrimientos?

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Carlos Padilla Esteban - publicado el 03/07/17
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El que ama y se sabe amado tiene más capacidad para cargar con el dolor

Primero Jesús me llama por mi nombre para vivir a su lado. Y una vez que puedo descansar junto a Él, me enseña un nuevo estilo de vida.

Pienso que vivir junto a Él es mucho más que creer un conjunto de verdades. Mucha gente cree en todo lo que dijo Jesús. Tiene claras las ideas. Sabe lo que está bien y lo que está mal. Pero luego nada cambia en su vida. Todo sigue igual. No quiero que me suceda lo mismo. Quiero cambiar de vida. Quiero ser mejor.

Y para lograrlo necesito que mi vida se introduzca en la vida de Jesús. Mi corazón en su corazón. Mis sentimientos en sus sentimientos. Y sé que de esa forma Jesús vivirá en mi vida. Es el sentido de mi camino a su lado. Mi vida en la suya.

La vida de Jesús consiste en anunciar el Reino. En curar las dolencias del cuerpo y del alma. En hablar del reino que poco a poco se va abriendo paso entre los hombres. Jesús necesita amigos a su lado para recorrer la tierra. No es un solitario. Se reúne con ellos y les cuenta en qué consiste vivir con Él.

Pienso que me lo cuenta a mí hoy. Porque yo también, un día, sentí que me llamaba por mi nombre y me fui a su lado. Me llamó desde mi barca para estar con Él. A todos nos ha pasado. Su llamada. Mi nombre. Su voz. Mi seguimiento. Y después vinieron sus palabras. Como hoy.

Jesús dice muchas cosas en este discurso. Pienso que así hace conmigo, va de un tema a otro según yo le voy preguntando. Y Él me contesta según ve lo que necesito y si estoy preparado para entenderlo. Muchas veces es demasiado pronto para encontrar respuestas. No entiendo lo que me sucede y Jesús espera.

Hoy me habla de la vida. De las cosas importantes y de las que no lo son. De la vida que merece la pena ser vivida. La que yo quiero. Yo lo elijo a Él en medio de mis pasos. Lo elijo de nuevo a Él como mi Señor. Vuelvo a elegirlo como Él me elige a mí.

Jesús habla a los suyos. Les pide que tomen su cruz y lo sigan: “El que no coge su cruz y me sigue no es digno de mí”. Quiere que tomen su vida, tal como es, su corazón, sus amores, y lo sigan.

Me encanta lo que significa seguir a Jesús. Jesús es el caminante descalzo, el peregrino que no tiene donde reclinar su cabeza. Estar con Él, para mí, implica caminar, no instalarme cómodamente en un lugar seguro. Implica moverme y estar libre para ponerme en camino. Me exige estar atento al paso que Dios me pide. Supone seguir sus huellas siempre. Ir por donde Él va.

Creo que para poder hacerlo tengo que rezar mucho. Si no rezo, lo pierdo de vista. Si no profundizo en mi vida, pierdo sus huellas. Tantas veces le pido yo a Él que siga mis pasos. En realidad lo hace, siempre me va a buscar allí donde ando perdido. Aunque me aleje, aunque me salga del camino.

Pero hoy quiero decirle de nuevo que su camino es el mío. Que elijo caminar junto a Él y adaptar mis pasos a los suyos. Y quiere que lo siga con mi cruz de cada día. Quiere que cargue con mi cruz. Tengo muchas cruces que no deseo en mi vida. Hay otras cruces posibles que temo.

Comenta el padre José Kentenich: “Nuestra naturaleza tiene siempre una cierta predisposición negativa ante la cruz y el sufrimiento. No puedo pedir absolutamente el sufrimiento, sino sólo condicionado relativamente. Por eso yo, personalmente, enseño siempre, para permanecer sensatos: Pero si a ti te causa más alegría otra cosa y quieres preservarme del sufrimiento, te pido también que me preserves de él”.

No quiero una cruz que no ha llegado. No quiero las cruces posibles que el futuro me pueda deparar. Jesús sólo me pide que tome la que ya cargo. Quiere que siga sus pasos con mi cruz a cuestas, guardada en el alma.

Sé bien que el que ama puede cargar con más facilidad las cruces de la vida. El que ama y se sabe amado tiene más capacidad para cargar con el dolor. Humanamente no me siento capaz de ninguna cruz. Pero cuando amo soy capaz de lo impensable. Puedo luchar más allá de mis fuerzas. Puedo levantarme y cargar con el peso de la vida. Porque amo y el amor que tengo me da alas.

En eso consiste lo que hoy me pide Jesús. Amarlo a Él. Saberme amado por Él. Para así ser capaz de cargar con el peso de mi vida. Sin dejar esa cruz que no quiero a un lado.

Mi vida es todo lo que soy. Acojo mis miedos, mis fracasos, mis defectos, mi pecado, en mis manos. Beso mis sueños, mi belleza, mi inquietud. Abrazo mi mundo de vínculos, mis raíces, mis pensamientos, mis ideales, mi trabajo. Todo lo que soy y tengo lo llevo sobre mis hombros. Mi presente, mi afán de cada día, lo pongo sobre mí y me pongo en marcha.

Eso es lo que Jesús les pide a los suyos ese día. “Venid conmigo, a caminar, a navegar, a vivir el momento”. Es lo mismo que me pide a mí. Quiero optar por Él. Pienso que optar siempre me duele. Siempre pierdo algo cuando opto. Pero elegir me hace plenamente hombre. ¿Qué elijo yo en la vida? ¿Dejo que la vida me viva o tomo mis opciones? ¿Cuál es mi elección fundamental ahora?

Puedo elegir cambiar, puedo elegir dar un paso adelante. Puedo elegir vivir mi misma vida pero de otro modo. Con otra mirada, con otra actitud. Esa es la llamada que me hace hoy Jesús.

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