Documental sobre John McAfee, millonario extravagante e inventor de un antivirus

¿A quién no le suena el Antivirus McAfee? Es posible que muchos lo tengan instalado en su computadora o, al menos, lo hayan utilizado on line cuando querían limpiar las infecciones de su ordenador. Lo que quizá no les resulte tan familiar es el hombre que lo inventó: el millonario John McAfee.

La cineasta Nanette Burstein, que alcanzó prestigio con su documental El chico que conquistó Hollywood, basado en el productor Robert Evans y codirigido con Brett Morgen, empezó a interesarse hace años por John McAfee (nacido en Escocia en 1945, pero criado en Estados Unidos) y mantuvo correspondencia electrónica con él para realizar Gringo: The Dangerous Life of John McAfee, producido por Showtime y que desde hace unos días emiten en Netflix.

McAfee ha sido titular de los medios por numerosas razones. Es un personaje excéntrico y retorcido, chiflado y extravagante, y en Hollywood circula un proyecto para rodar su vida con Johnny Depp como protagonista. McAfee tiene dos caras. La cara que intenta beneficiar al mundo y la cara que ha perjudicado a varias personas.

En el primer aspecto le debemos la creación del antivirus que lleva su nombre: McAfee trabajaba en Lockheed como consultor de software cuando recibió el virus Pakistani Brain, estudió su funcionamiento y creó un programa para desinfectarlo. Fue uno de los pioneros, tal vez el primero en desarrollar un antivirus informático. Luego fundó la empresa que utiliza su apellido, convirtiéndose en uno de los mayores expertos del planeta en ciberseguridad. Escribió varios libros sobre yoga e inauguró un centro de meditación en Colorado. Intentó investigar la detección de quórum, tratando de crear nuevos antibióticos, pero todo se fue al garete cuando su microbióloga, Allison Adonizio, escapó de él acusando de haberla drogado y violado.

Pero es el segundo aspecto el que engancha más a los buscadores de rarezas y lo que lo ha convertido en carne de telediario. McAfee se trasladó a la isla de San Pedro, en Belice, a mitad de camino entre el Caribe y Centroamérica, un paraíso de playas, junglas tropicales y ruinas mayas. En su lujosa mansión se rodeó de perros peligrosos y de criminales y antiguos exconvictos armados hasta los dientes para protegerlo. Sobornó a la policía local y le regaló armas y municiones.

Allí se acompañaba de prostitutas muy jóvenes que, en el documental, revelan su gusto por la coprofagia en los preliminares sexuales. Una mañana encontraron acribillado a tiros a su vecino Gregory Faull, con quien había mantenido disputas por los ladridos de los perros y a quien el propio McAfee acusaba de haberlos envenenado. A McAfee nunca lo acusaron por falta de pruebas forenses. En el documental se especula con que encargó el asesinato a uno de sus hombres.

McAfee huyó a Guatemala de manera ilegal, se disfrazó (bastante mal: existen fotografías) de viejo con ayuda de un bastón y el pelo cubierto de polvos de talco, simuló un infarto en cuanto las autoridades le echaron el guante y, de nuevo en Norteamérica, se presentó como candidato a presidente de los EE.UU.

En el estupendo, trepidante e interesantísimo documental podemos encontrar todo esto y más: ver para creer. La cineasta se sirve de imágenes de archivo, de entrevistas actuales, de noticiarios y de escenas de la red para deconstruir la fachada de uno de los personajes reales más fascinantes de este siglo y nos ofrece un viaje al corazón de las tinieblas donde un hombre tiene tantos pliegues que su identidad es imposible de atrapar por completo. McAfee requiere una novela de 1.000 páginas para contar todas las locuras de su biografía.