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El hogar no lo hace el lugar y sí quien te hace sentir en casa

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Proseando Poesia - publicado el 25/06/17

¿Te has sentido desconectado de tu propio ambiente? La explicación puede estar aquí

Hay una historia real que habla sobre un conjunto de personas que volvieron a la tierra de sus ancestros, que en el pasado habían sido obligados a dejar sus hogares para irse a otro continente a realizar trabajos forzados. Y cuando esa nueva generación regresó al lugar que debería ser su verdadero hogar, se sintió completamente desconectada.

Pero había otro problema mayor: Ellos tampoco tenían ese sentimiento de pertenencia respecto al lugar donde nacieron y donde sus padres y abuelos habían sido esclavizados. No se sentían pertenecientes a ningún lugar. Se veían sin patria, sin nacionalidad. Y ¿cómo resolver un problema así? Huyeron de un lugar de dolor a otro que no dio paz a sus corazones. ¿A dónde irían si no tenían a donde volver?

Y al oír esta historia, cierta muchacha sintió un pesar en su pecho, pues se dio cuenta que así como estas personas ella tampoco se sentía perteneciente a ningún lugar. Ella se había mudado de ciudad a pesar de extrañar su antiguo hogar, había algo en su corazón que le decía que ni en su ciudad natal ni en su nuevo hogar se sentía como en casa.

¿Cómo explicar este sentimiento de desconexión? Es que al mirar a las personas que la rodeaban, las situaciones que enfrentaba, los momentos que tenía con las raras compañías, y momentos con exceso de soledad, sentía que algo andaba mal con ella misma. Pues al establecerse en un lugar no lograba sentirse completamente cómoda, parecía que siempre faltaba algo o alguien cuando todo y todos estaban ahí en sus debidos lugares y ocupaciones.

Es sumamente desconcertante formar parte de grupos y, al mismo tiempo, sentir que no se pertenece a ninguno de ellos. Es estar en las redes sociales por estar, pero en el fondo sentir algo que no encaja, unas piezas que no se completan y que nunca encontrará un espacio donde cabrá y se sentirá segura. Pero intenta fingir que está bien, cuando constantemente intenta busca los posibles errores y defectos que dan esa sensación de vergüenza, confusión y soledad. 

¿Por qué no logra refugiarse debajo de un techo cualquiera y dejarlo ser su hogar? ¿Por qué no se refugia en alguien y hace de él su ancla para reposar en algún suelo? Ella lo intenta, pero al conocer más a las personas y los lugares, siempre parecen mejores, más bonitos, más felices que el de ella. Parece que tienen más que ofrecer cuando ella no se siente lo suficiente para nada.

Tal vez en esto radique el motivo real del problema de la desconexión, pues ella no logra compartir las costumbres, manías y pasiones de quien la rodea. Ella tiene hábitos, deseos y sueños anormales, atípicos y fuera de los patrones. Ella se dice así misma que no nació con el gen que dicta qué carrera cursar. Que no nació para presentarse al examen de la selectividad ni para ganar diez salarios mínimos al mes. Lo que el mundo ofrece es poco para el infinito que ella carga en su pecho.

Mientras los demás se satisfacen, o por lo menos aparentan satisfacerse, con lo que persiguen y consiguen, ella quiere más, ir más allá de lo que el mundo dice que ella necesita para ser feliz hasta el fin de sus días. Ella quiere ir más allá del matrimonio perfecto, de los hijos corriendo por la casa. Ella quiere más y no sabe donde encontrará ese más, sólo sabe que mientras no lo encuentre siempre se sentirá fuera de la órbita terrestre y nadando dentro de hoyos negros y volando en las alas de cometas.

Ella no logra entrar en las conversaciones de otros y participar de los mismos temas, y se queda al margen viendo a los demás jugar en el agua. Los ve bailar, cantar, entregarse unos a otros, mientras que ella se queda en un rincón mirando el reloj y esperando que nadie la vea para poder correr lejos. Ellos parecen tener una felicidad que ella no tiene, un amor por cosas que ella no soporta.

Pero llegó el día en que las cosas cambiaron para ella, no que ella se haya sentido que pertenecía a algún lugar, pues después del encuentro que tuvo se sintió aún más fuera de todo lo mundano, sin embargo ese encuentro la llevó a entenderse así misma y sus dolores. Ella tuvo un encuentro con Jesús, aquel que murió en una cruz hace dos mil años y resucitó al tercer día. Él vio su sufrimiento y le dijo a ella que su alma no pertenecía a la tierra, pero sí al cielo, por eso la gran incomodidad al intentar encajar en la vida de aquí.

Que por más que ella lo intentara, nunca lograría amar lo que el mundo ofrece. No podría aferrarse a esos modos de vida, sino que debe nadar contra la corriente que lleva a la perdición eterna y no a la vida eterna al lado de Jesús. Él incluso le dijo que la ama, que seguirá cuidando de ella mientras esté aquí. Que le dará la paz que nadie logrará quitarle, el amor que no podrá recibir de nadie, y le dará un propósito para cumplir y llevar ese amor a los demás que sufren como ella, y a los que están aferrados al mundo, pero que necesitan desvincularse de él para tener a Jesús.

Fue entonces cuando ella entendió que su hogar no era una casa o una ciudad, sino Alguien. Que al pertenecer a Jesús Él también pertenecería a ella y así lograría finalmente encontrase sin sentir que algo no va bien con ella.

Y que diferente de las personas con quien ella convive, Él no la dejaría nunca, ni la abandonaría por unos días o siquiera segundos. Que ella podría permanecer en su presencia, aprendiendo más de Él y conociendo más su voluntad a través de las enseñanzas del Espíritu Santo, su Consolador.

Así pudo sonreír y el motivo fue Alguien que ella no podría mirar ni tocar, pero que ella sintió que así como el viento entró por su ventana, Él era el sentido y refrescaba el caos que perturbaba tanto su corazón inquieto. Que Él sería el Padre que no estaba presente, el Mejor Amigo que ella nunca llegó a tener, y el Amor que la llamaba a ser novia de Cristo.

Y que podría ir a cualquier lugar del mundo y voltear a los brazos de su Amado, y la nostalgia que asfixiaba su pecho era causada por una alma que pertenecía al cielo y allá regresaría algún día.

Por Tatielle Katluryn  en Prosa e Poesia

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