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4 lecciones espirituales de monjes orientales para la vida cotidiana

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Meister der Sophien-Kathedrale | PD

Philip Kosloski - publicado el 17/06/17

La sabiduría de los Padres del desierto tiene el poder de transformar nuestra vida diaria

Una vida completamente dedicada a Dios tiene mucho que enseñarnos en el siglo XXI. La sabiduría de san Basilio y los Padres del desierto ha influido a incontables santos y santas a lo largo de los siglos y sigue teniendo relevancia hoy día.

Las raíces espirituales del monacato oriental pueden trazarse hasta san Pablo el Eremita en el siglo III y, poco después, a san Antonio el Grande. Sin embargo, no fue hasta san Basilio de Cesarea (y san Pacomio) que el monacato oriental se formalizó más. En torno al 357, san Basilio viajó a Palestina, Egipto, Siria y Mesopotamia para estudiar las vidas de estas comunidades monásticas y descubrir su secreto para la santidad.

Aunque admiraba el estricto ascetismo y la vida devota de oración que vivían los monjes ermitaños, Basilio pensó que los monasterios necesitaban más equilibrio. Con el tiempo escribió un tipo de “regla” que gobernara la vida diaria de los monjes y moderara su extremo estilo de vida. Tuvo una acogida muy exitosa y, por ello, Basilio sería conocido más adelante como el “Padre del monacato oriental”.

Aquí hay cuatro lecciones espirituales que podemos aprender del monacato oriental y aplicar a la vida diaria.

1Rezar sin cesar

San Basilio escribe:

“¿Debemos rezar sin cesar? ¿Es posible obedecer este mandato? (…) La fuerza de la oración descansa más bien en el propósito de nuestra alma y en las acciones de virtud que se extienden a todos los ámbitos y momentos de nuestra vida.

Según se dice, ‘ya estés comiendo o bebiendo o haciendo cualquier cosa, hazlo todo por la gloria de Dios’. Mientras ocupas tu asiento en la mesa, reza. Cuando levantes el pan, da gracias al Dador (…). Mientras te pones tu túnica, da gracias al Dador por ello. Mientras te cubres con tu manto, siente todavía más amor hacia Dios, Quien tanto en verano como en invierno nos concede abrigo conveniente para nosotros, al tiempo para preservar nuestra vida y cubrir lo que es indecoroso.

¿Ha terminado el día? Da gracias a Él, que nos ha dado el sol para nuestra labor diaria y nos ha suministrado fuego para iluminar la noche”.

Esencialmente, vive en un espíritu de agradecimiento, recordando a Dios en toda actividad. Al hacer esto podemos vivir la exhortación de san Pablo de “rezar sin cesar”.

2Refresca tu alma con un “desierto” semanal

En una carta a san Gregorio Nacianceno, Basilio escribe:

“El silencio es el primer paso para la limpieza del alma. La soledad es de lo más útil, ya que templa nuestras pasiones y crea espacio para que los principios las supriman del alma”.

Hay una razón por la que Dios nos dio un sabbat semanal. Necesitamos descansar, refrescar nuestra alma y practicar el silencio. No fuimos hechos para trabajar siete días a la semana. Cuando llegue el domingo, intenta que sea un día de reposo y soledad (amoldado a nuestra situación vital).

3Sirve siempre a los pobres

Aunque por lo general los monjes del desierto egipcio no recibían muchas visitas, san Basilio aconsejaba a sus monjes que sirvieran a los pobres tanto como fuera posible. Los monjes lo hacían, primero y sobre todo, entregando todas sus posesiones a los necesitados, pero luego continuaban apoyándoles a través de su obra en soledad.

San Basilio recordaba a los monjes que su retiro del mundo no les eximía del servicio al prójimo, sino que su fe cristiana había de mostrarse a través de su preocupación por el pobre.

4Ayuna cuando luches contra un pecado en particular

Ayunar de los alimentos puede ser difícil, pero los Padres del Desierto lo consideraban el medio principal para arrancar de raíz el pecado en la vida personal. La idea es que, como el pecado deriva de nuestras pasiones corporales, si nos refrenamos en nuestra pasión corporal por la comida, nos fortaleceremos mejor contra otras pasiones caprichosas.

Con relación a la práctica del ayuno, san Basilio animaba a la moderación y a tener en cuenta la salud propia y los deberes antes de adentrarse en nada extremo. El ayuno es una práctica espiritual digna, pero no debería hacerse con un espíritu de competición intentando ver cuánto puede uno abstenerse de comer (como era el caso en muchos de los primeros monasterios).

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