Él enseñó con su vida en la tierra cómo actúa un hijo ante su Padre
El poder de Dios es el del amor misericordioso. Ese amor me salva. Me sostiene. Me da fuerzas para subir más alto.
Comenta el padre José Kentenich: “Dios es realmente nuestro padre, somos verdaderamente sus hijos. ¿Y Jesús? ¿Qué actitud fundamental es ésta? Hacer su voluntad. Esta es la actitud tierna y filial con relación al Padre. Y las primeras palabras de Jesús que la Sagrada Escritura nos refiere son: – Debo ocuparme con las cosas de mi Padre“.
Jesús me enseñó con su vida en la tierra cómo actúa un hijo ante su Padre. Así fue con José su padre terreno. Así fue con Dios Padre en la oración.
Miro hoy a ese Dios misericordioso en mi vida. Doy gracias por su amor. Veo que camina conmigo y no me suelta de la mano. Quiero cuidar ese amor para poder entregarlo.
Jesús me enseña a vivir así. Me enseña a ser dócil a la voluntad del Padre. Para así reflejar su amor en mi carne frágil.
Dios perdona siempre los pecados. Es compasivo y lento a la cólera. Quiero fiarme de su misericordia y creer en el perdón de todas mis faltas. Así quiero amar yo a Dios y notar su cercanía en mi vida. Me inclino, me echo por tierra ante el Dios de mi historia. Ese Dios personal que me ama con locura. Quiero experimentar ese amor total de Dios cada día en mi vida.
Dios me envía a su Hijo para que yo conozca su amor y para que tenga vida eterna. Si me encuentro a Jesús en mi vida aprenderé a mirar a Dios como el Dios de la misericordia. Quiero tener ese coraje de llamar padre a Dios. Porque me ama. Porque me espera. Porque me acoge. Un padre que no se olvida nunca de sus hijos.
Cualquier hombre podrá olvidarse de su hijo. Pero Dios no es así. Quiero sentir ese cuidado cercano y siempre presente.