No fue un feligrés cualquiera el que se presentó el pasado domingo 11 de junio a la salida de misa, en el atrio de la iglesia de Sainte-Jeanne d’Arc. Emmanuel Macron, era justo él, se mezcló con los fieles para felicitar a los jóvenes que hacían ese día la profesión de fe (un rito particular que existe sólo en Francia) .
Muy cómodo, acompañado de su esposa Brigitte, el presidente no dejó de felicitar a los adolescentes, todos vestidos de blanco y con una hermosa cruz pectoral, y accedió de buen grado a hacerse sesiones de fotos con ellos.
Ese encuentro inesperado fue algo providencial. Macron no iba a acompañar a miembro alguno de su familia que participara en la ceremonia: sencillamente, salía del salón de la ciudad francesa de Touquet, de donde venía de cumplir su deber cívico de votar.
El padre Guy Pillain, cura de la parroquia de la Sainte Famille, a la que pertenece Sainte-Jeanne d’Arc, no se hace ilusiones. “Había mucha gente por el presidente, no para ir a misa”, dijo al semanario La Vie. Con todo, no es común en Francia un gesto tan amable y cercano de un presidente de la República para con una ceremonia católica…