El arzobispo polaco Konrad Krajewski, limosnero pontificio, considera que el gesto “no tiene nada de heróico” En la Curia Romana existe un cargo muy peculiar, llamado limosnero apostólico. Como el nombre lo indica – sí, la palabra viene de “limosna” – se trata del responsable de hacer caridad a los necesitados en nombre del Papa. La institución del cargo se remonta al siglo XIII y sus atribuciones fueron definidas por el papa beato Gregorio X (1271-1276).
Quien ocupa el cargo actualmente es el arzobispo polaco Konrad Krajewski, de 53 años. Doctor en liturgia, formó parte del equipo de maestros de ceremonia pontificios entre el 1998 y el 2013, cuando fue señalado para el nuevo cargo. El papa Francisco deseaba reinventar la limosnería pontificia, que había quedado reducida a una oficina que hacía algunas donaciones y expedía las bendiciones apostólicas en pergamino.
“Usted ya puede vender su escritorio. No necesita de él. Usted necesita salir del Vaticano. No espere que las personas toquen a su puerta. Usted tiene que salir y cuidar de los pobres”, dijo el Papa a Krajewski al designarlo limosnero, según el propio arzobispo.
Desde entonces, el departamento ha estado muy activo. En estos años, la limosnería pontificia ha sido la responsable por la instalación de un albergue, duchas, barbería y lavandería para personas sin techo de los alrededores del Vaticano – e incluso de los paseos a la playa con los mendigos durante las vacaciones.
Buena parte de los fondos usados para esas obras vienen de la emisión de pergaminos con la bendición apostólica en nombre del Papa, que pueden ser solicitados por fieles laicos, sacerdotes, religiosos o instituciones. El valor a pagar por el certificado es completamente revertido a la limosnería apostólica y para cubrir los gastos de su preparación y envío.
Pero si todas esas obras de caridad se hacen, como indican las atribuciones del cargo, en nombre del Papa, el hecho es que Krajewski también entendió la necesidad de hacer de su vida una donación de amor a los más necesitados. Hace algunos meses, él duerme en la oficina de la limosnería, dentro del Vaticano, pues puso su departamento a disposición de las familias de refugiados.
Krajewski ofrece alojamiento en su departamento hasta que las familias logran encontrar un trabajo, volverse independientes y encontrar un lugar para vivir definitivo. Para él, se trata de un gesto “natural y espontáneo”, que “no tiene nada de heróico”. El Evangelio nos enseña a ayudar a quien vive en necesidad, y la primera necesidad es la morada”, dice.
“Hace alguna semanas, llegaron otras familias y lo bonito es que la primera vez, en mi casa, nació una bella bebita. Y confieso que me siento una especie de abuelo, un tío. Es la vida que continúa, don de Dios”, cuenta el arzobispo.
A partir de Radio Vaticano. Por Felipe Koller, Sempre Família