Considerado como “el último pueblo de Oriente Medio donde se habla la lengua de Cristo”, persiste como todo un símbolo. Tres años después de ser objetivo de los islamistas, la esperanza parece renacer tímidamente.
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55 minutos en coche con un salvoconducto especial para atravesar los embalses y estamos en Malula. Este pueblo, al noreste de Damasco, de mayoría cristiana y donde todavía se habla el arameo, fue el escenario de violentos combates contra los yihadistas entre septiembre de 2013 y abril de 2014.
Tomando la circunvalación norte a la salida de Damasco para tomar la ruta en dirección a Malula, evitando prudentemente las periferias de Harasta y Qabun, todavía sin asegurar, el vehículo da un gran rodeo, atraviesa siete check-points y se puede llegar en dos horas y media al pueblo, más aún sin un salvoconducto especial. La apacible localidad de Malula descansa a los pies de unos acantilados. Un pueblo, por fin, en paz.
Malula no puede dejar indiferente a nadie
Entre septiembre de 2013 y abril de 2014, este pueblo legendario fue escenario de numerosos enfrentamientos sangrientos. Muchas casas y conventos fueron dañados, saqueados e incluso derruidos. Sus habitantes debieron buscar refugio en Damasco, en otras regiones o hasta en otros países.
De los 3.000 habitantes, Malula redujo en cinco veces su población. 600 habitantes para ayudar y todo un pueblo por reconstruir. Como dice el padre Toufic, cura católico griego del convento de San Jorge, “allí donde hay personas, hay vida y voluntad de sobrevivir, a pesar de un horizonte todavía borroso para la mayor parte de los habitantes”.
Durante las primeras semanas, tanto particulares como asociaciones e instituciones públicas respondieron a la llamada de auxilio, ya que el prestigioso nombre de Malula no puede dejar indiferente a nadie. ¡Este nombre que ha perjudicado tanto como ha servido!
Las asociaciones francesas aceptaron el reto
Por un lado, el Gobierno se lanza a la restauración de las infraestructuras básicas de la aldea: agua, electricidad e internet se restablecen rápidamente. Por otro lado, se instalan grupos de trabajo que se reparten las tareas, las necesidades urgentes de los habitantes y organizan las primeras ayudas.
El padre Toufic afirma que “no basta con identificar los daños y recibir el dinero, hay que encontrar la forma de ponerles remedio y clasificar las prioridades. Restaurar una casa en el casco antiguo, con las callejuelas estrechas, exige tres veces más tiempo y coste que una casa actual en el centro de la ciudad, más moderno. Pero es ahí donde vive una gran parte de los habitantes a lo largo de todo el año.
Hay que reconstruir la escuela, completamente destruida. Hay que recuperar el horno y el supermercado. Hay que hacer renacer el patrimonio cultural del pueblo. Ver renacer nuevas familias. ¡Quedan tantos desafíos por afrontar!”.
Muchos desafíos han encontrado respuesta con éxito, y en tres años, gracias a diferentes instituciones locales e internacionales. Muchas asociaciones han ofrecido su ayuda: Misión Católica Internacional, Ayuda a la Iglesia Necesitada, SOS Cristianos de Oriente, han participado en la reconstrucción de casas.
La asociación Al Sakhra lucha por el arraigo de los cristianos en su país y ayuda a reconstruir una oferta educativa. La asociación católica L’Œuvre d’Orient envía donativos a los recién casados para poder constituir un hogar en un entorno decente. La comuna de Béziers (Francia), hermanada con Malula, envía donativos y servicios regularmente por intermediación de su asociación SOS Maaloula. Hay varias instituciones más que han preferido guardar el anonimato.
Un patrimonio cultural por reconstruir
Tras dejar al padre Toufic, nos dirigimos hacia el monasterio de San Sergio y San Baco, que colinda con el único hotel del pueblo, el Safir, del que ya solo queda el nombre. Por el camino nos cruzamos con algunos jóvenes voluntarios de SOS Cristianos de Oriente, que presentan su nuevo proyecto a los habitantes de la aldea. “Intentamos lanzarnos en proyectos rentables a largo plazo. La melaza de Malula es la única del mundo que se hace de manera artesanal. Así, podemos ayudar a 120 familias en los viñedos y hacer revivir un patrimonio cultural único”, confirman desde SOS.
Pero, ¿qué pervive de este patrimonio cultural? De camino al coche para volver a Damasco encontramos a Georges, un sexagenario nacido en la aldea, profesor de arameo y ferviente investigador de esta lengua. El fondo de su biblioteca está repleto de libros santos, enciclopedias y manuscritos en arameo. Sus ojos brillan de alegría, porque Malula y el arameo representan el oxígeno que respira.
“He dedicado mi vida a esta lengua, a sus orígenes y sus particularidades. Enseño esta lengua para asegurar su perpetuidad. Escribo cantos religiosos en arameo que pronto serán adaptados por la gran coral Cœur-Joie de Damasco. Y nunca me cansaré de dar las gracias al ministerio de Educación por su interés al respecto”.
De hecho, desde hace varios años el arameo se enseña en la Universidad de Damasco. También hay un instituto en Malula dirigido por los ancianos del pueblo que enseña el arameo en todos los niveles, de boca en boca, para preservar este patrimonio cultural y transmitirlo de una generación a la siguiente, porque casi todos los antiguos manuscritos fueron quemados durante los diversos conflictos regionales. La asociación Al Sakhra ofrece también clases de arameo en sus centros de Damasco para aquellos que lo deseen, y la demanda sigue creciendo.