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Algunos de los grandes santos de la Iglesia no eran ilustres obispos o papas sino simplemente niños.
Ellos nos enseñan que la clave de la santidad es hacerse pequeño y tener una confianza como de niño en nuestro Padre del cielo.
Los adultos pueden sentirse hinchados por el orgullo y tener mayores dificultades para aceptar la voluntad de Dios, pero los niños no tienen ese impedimento y pueden mostrar una fe inspiradora.
Aquí hay cinco santos de estos, de muy poca edad, dedicados a Dios y llegados al reino de los cielos antes de alcanzar la madurez.
San José Luis Sánchez del Río
El pequeño José iba a la escuela cuando estalló la guerra cristera en 1926. Sus hermanos se unieron voluntariamente a los rebeldes y José quería ir con ellos. Decía que quería entregar su vida a Jesucristo y se dio cuenta de que fácilmente podía morir en el campo de batalla.
El general finalmente permitió a José ser el portador de la bandera de la tropa. En una batalla fue capturado y presionado por los soldados a renunciar a su fe cristiana. José se negó rotundamente y su negativa enfureció a los soldados.
Le cortaron las plantas de los pies y le obligaron a caminar hacia el cementerio.
Él continuó gritando "¡Viva Cristo Rey!" y al final el comandante le disparó por no renunciar a su fe. José murió a los 14 años de edad.
Santos Francisco y Jacinta Marto
Pastorcitos analfabetos, Francisco y Jacinta fueron testigos de las apariciones de Nuestra Señora de Fátima en 1917.
Quedaron profundamente afectados por las apariciones y rápidamente se dedicaron a ofrecer sus vidas como sacrificio vivo a Dios por los pobres pecadores del mundo.
Después de las apariciones, los dos hermanos fueron víctimas de la pandémica gripe española tras la Primera Guerra Mundial y sufrieron mucho.
Jacinta respondió al sufrimiento diciendo: "Oh, cuánto amo sufrir por amor a Nuestro Señora y a Nuestra Señora, ellos aman mucho a quienes sufren por la conversión de los pecadores". Francisco murió a los 10 años, mientras Jacinta murió a los 9.
Santo Domingo Savio
Enseñado por san Juan Bosco, Domingo creció en santidad a temprana edad. Ya a los 4 años, rezaba sus oraciones diarias con devoción y se lo recordaba a sus padres cuando ellos se olvidaban de rezar.
Él aprendió cómo servir en misa cuando tenía 5 años y se le permitió recibir la Sagrada Comunión a los 7, una novedad en aquel momento. Más tarde, Domingo dijo sobre su Primera Comunión: "Fue el día más feliz y maravilloso de mi vida".
Deseaba mucho seguir la voluntad de Dios y decía: "Yo no puedo hacer grandes cosas. Pero quiero que todo lo que haga, incluso la cosa más pequeña, sea para mayor gloria de Dios". Era muy frágil y su salud empeoró rápidamente; murió a los 14 años.
Beata Imelda Lambertini
Atraída muy pronto por la vida religiosa, Imelda pidió entrar a las dominicas cuando tenía 9 años. Sus padres estaban sorprendidos, pero viendo la devoción y el amor a Dios que tenía, le permitieron vivir en el cercano monasterio. Allí se le permitió llevar el hábito dominico y seguir el estilo de vida de las hermanas.
Su mayor anhelo era recibir a Jesús en la Eucaristía, pero en aquel momento la edad para recibir la Comunión era 14. Sin embargo, ella persistió y dijo: "¿Puede alguien recibir a Jesús en su corazón y no morir?".
Otra vez se le denegó, pero después de la fiesta de la Ascensión, Imelda fue vista arrodillada en la iglesia frente a una hostia suspendida en el aire. El sacerdote, mirando el milagro, lo vio como un signo y le dio a Imelda su Primera Comunión.
Con una sonrisa en su rostro, Imelda murió momentos después. Sólo tenía 11 años. El día de su fiesta es el 13 de mayo y es la patrona de los que reciben la Primera Comunión.