En el Nuevo Testamento, el Espíritu Santo se menciona específicamente como llegando en forma de una paloma. Esto ocurre durante el bautismo de Jesús, donde está escrito “bajó sobre él el Espíritu Santo en forma corporal, como una paloma” (Lucas 3,22).
¿Por qué una paloma?
En primer lugar, los eruditos bíblicos han señalado cómo el Talmud babilónico compara el Espíritu de Dios que asoma sobre las aguas en la creación, con una paloma:
“Y el espíritu de Dios flotó sobre la superficie de las aguas como una paloma que se cierne sobre ella sin tocarlas“.
Esto no se menciona explícitamente en el libro del Génesis, pero se alude en algunas traducciones donde está escrito:
“Un viento de Dios aleteaba por encima de las aguas” (Génesis 1, 2).
En segundo lugar, una paloma fue enviada por Noé en busca de tierra después de las aguas del diluvio se detuvieron. El Génesis narra:
“La paloma vino al atardecer, y he aquí que traía en el pico un ramo verde de olivo” (Génesis 8,11).
Este episodio está directamente conectado con el bautismo de Jesús porque el diluvio se ve en el cristianismo como un tipo o prefiguración del bautismo.
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