“Hace unos años, Mandivá, una vereda de Santander de Quilichao, era tierra de nadie. El conflicto llegó al norte del Cauca y se ensañó con ella. Los tiros de guerrilleros y soldados terminaron ahuyentando a las comunidades afros, indígenas y campesinas que vivían allí”.
Así comienza María Paula Rubiano, en su blog El Río publicado en EL Espectador, a presentar algunas de las pinceladas de este lugar tan especial ubicado en el departamento colombiano de Cauca al suroeste del país.
“Los que se quedaron se encerraron en sus casas y guardaron silencio. El campo se volvió sinónimo de miedo. Al bosque y a los ríos sólo se metían los mineros ilegales y hombres con motosierras dispuestos a talarlo todo”, prosigue María Paula, al describir un lugar que hasta el año 2010 verdaderamente lucía abandonado.
Actualmente, tan solo una basta una imagen para el deleite visual. Ubicada a lo largo de 11 hectáreas en una zona de bosques y ríos, gracias al trabajo de la fundación Fundamor fue posible el desarrollo de una ecoaldea que se caracteriza por representar un verdadero ejemplo de integración entre campesinos, afros e indígenas.
“La idea de la ecoaldea es resignificar el territorio, que la gente lo vea como una oportunidad. Busca empoderar a las comunidades a través del cuidado del medioambiente”, expresa a ese medio María del Pilar Catacolí, una de las habitantes y líderes comunitarias.
Para la construcción del lugar -quienes la impulsaron- se basaron en tradiciones indígenas y entre las cosas que enfatiza el proyecto se destaca el uso racional del agua.
Con creación de espacios de interacción, servicios y hasta una cocina comunitaria que permite saborear lo cultivado en las huertas, el lugar ha servido de inspiración para muchos, entre ellos artistas y músicos.