Roberto de Vicenzo puso al golf latinoamericano en la cima del mundoEl golfista argentino Roberto de Vicenzo falleció el 1 de junio a los 94 años. Puso al golf latinoamericano en la cima del mundo cuando no se pensaba que desde sus geografías podrían salir campeones, y lo hizo pasando a la historia con unos valores humanos que hoy parecen de cuento de fábula en el deporte mundial. Una historia que a él le provocó muchísimas lágrimas habla de esa entereza moral que hoy el mundo del deporte evoca con nostalgia.
El golf es un deporte de caballeros. La nobleza está intrínseca en él desde su propio desarrollo como deporte amateur. Cuando un golfista termina un hoyo firma con su compañero de recorrido una tarjeta manifestando cuántos golpes necesitó para completarlo. No hay cámaras de televisión, no hay un sistema de registro exhaustivo.
Depende de ellos. Y su evolución como golfista y acceso a torneos, entre otras cuestiones, irá dependiendo de su honestidad en las tarjetas. Las reglas dicen que si una persona firma haber necesitado menos golpes de los que verdaderamente necesitó, es descalificado. Si firma más golpes, debe quedarse con ellos. A menos golpes, mejor rendimiento.
14 de abril de 1968. Roberto de Vicenzo estaba realizando un histórico recorrido en el Masters de Augusta, uno de los cuatro torneos más importantes del año en el circuito mundial. Se afirmaba como uno de los grandes aspirantes al título. El año anterior había ganado el British Open. El envión era fenomenal. La vuelta era récord. Pero en el anteúltimo hoyo firmó una ronda de cuatro golpes, por error. En realidad había necesitado tres. Todos lo habían visto.
Su compañero, que llenaba su tarjeta, se equivocó al marcar cuatro golpes en vez de tres. Él firmó. Al darse cuenta del error, inmediatamente, bajó la cabeza y asumió que las reglas no daban lugar al reclamo. Se dijo a sí mismo “Qué estúpido soy”, y nunca culpó a su compañero ni a las reglas. Por ese golpe no pudo disputar el desempate para la victoria.
En fútbol equivaldría a un gol celebrado y convalidado a la vista de todos, pero que al momento de formalizar el triunfo en un acta, el equipo vencedor no verifique el documento y firme un empate.
Como las reglas dicen lo que dicen, no habría lugar a la apelación. Hoy en el fútbol una sanción nunca está firme, todo depende de la estrategia de apelación. No era esa la cultura deportiva de De Vicenzo, quien aseguraba, como dijo luego en una entrevista con la revista Tigris, “Los reglamentos se han hecho para cumplir y yo tengo la obligación de cumplir esos reglamentos. Así es y será. Si no hubiera reglamentos, sería un ‘viva la Pepa’”.
De Vicenzo se dedicó al golf no para bajar la panza, como muchos que se dedican al deporte para llevar una vida más sana, sino para llenarla, como solía decir. De orígenes muy humildes, de joven se hizo cargo del mantenimiento del hogar con sus hermanos menores, mientras su padre y su hermana mayor trabajaban. Su madre había fallecido. No pudo completar su escolaridad ni ir a la Universidad. Y entre múltiples trabajos, recogía las pelotas que los golfistas tiraban a las lagunas del campo de golf que quedaba cerca de su casa.
De caddie pasó a disputarle torneos a leyendas como Gary Player y Jack Nicklaus, que ayer lo evocó con mucha admiración. Ganó torneos en más de 230 ocasiones. Sin embargo, en una entrevista a La Nación de hace unos años reconocía que su gran victoria no había estado ni en el British Open, ni en ese unánime reconocimiento a sus valores deportivos de Augusta, ni en sus cuatro torneos PGA… Lo mejor de su vida había sido encontrar a su mujer Delia, aseguraba.
“Si no hubiese conocido a esta vieja que tengo al lado, andá a saber qué habría sido de mí. Estamos juntos desde hace 67 años y es una compañera ideal; la admiro y soy un agradecido porque me ha cuidado a mí, a mis hijos, a mis nietos y bisnietos”, reconoció en esa entrevista publicada en 2013, cuando el Maestro ya había pasado los 90 años. Con Delia tuvieron dos hijos, que les dieron nietos y bisnietos.
La prensa argentina y la especializada lo despiden con unánime admiración. Roberto De Vicenzo fue uno de los grandes deportistas latinoamericanos de la historia, por sus logros, y por sus valores deportivos.