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Hijos: ¿cuál es la diferencia entre mimar y dar afecto?

Hispanic mother and daughter hugging

JGI | Jamie Grill | Getty Images

Cançao Nova - publicado el 01/06/17

Los papás no quieren mimar a sus hijos, pero es verdad que muchos, al querer acertar, terminan equivocándose

El miedo a mimar demasiado a un hijo deja a muchos papás sin saber qué hacer y susceptibles de cometer ciertos errores.

Me acuerdo de una situación que pasó en nuestra casa, cuando nuestro primer hijo aún era bebé. Un día, le pedí a mi esposo que soltara un poco al pequeño, pues lo tenía en brazos ya desde hacía algún rato. En mi inexperiencia y tendencia de simplemente repetir lo que había oído en mi educación, temía que nuestro hijo estuviera muy mimado.

Entonces, mi esposo, con la sabiduría y seguridad de hijo criado con el apego de una familia minera muy “pegajosa”, me dijo: “Quédate tranquila. Los brazos no miman a un niño”. No entendí mucho en ese momento, pero no dije más y fui aprendiendo con la vida, con lecturas y estudios, que mi esposo tenía toda la razón. El afecto, los brazos y el cariño no miman al niño.

¿Qué es mimar?

En el diccionario online encontré: “Tratar con cariño excesivo, satisfaciendo todos los caprichos y voluntades”. Ahí está una palabra clave: “excesivo”.

Nada es bueno en exceso en nuestra vida. La virtud está en el equilibrio, por lo tanto, los papás deben buscar siempre esa templanza a la hora de actuar. Existen decisiones del niño que, a partir de una cierta edad, es importante que sepamos respetar.

Es saludable que el hijo, a partir de una edad, como los tres años por ejemplo, ya pueda escoger la camiseta que va a vestir; y no lo estarás mimando si dejas que se vista de azul, incluso cuando tú quieras ponerle el verde para combinar con la bermuda; al contrario, lo estarás ayudando a ser una persona capaz de hacer elecciones en el futuro.

Por otro lado, existen situaciones donde la voluntad de los papás necesita imperar, no por una cuestión de autoritarismo, sino por la autoridad de quien sabe qué es lo mejor en ese momento. Por ejemplo: tu hijo insiste en comer un segundo chocolate después de que ustedes acordaron que sólo sería uno. En ese momento, se necesita la firmeza de los papás para mantener lo acordado, o tu hijo sabrá que basta insistir un poco para que consiga lo que quiere.

El niño quiere comer el postre antes de la comida, y empieza a hacer berrinche; entonces, para no decepcionar a tu hijo ni empeorar el día y la lloradera, dejas que coma el dulce y se le va el apetito para comer. ¡Eso es mimar! El niño ve un juguete en una vitrina y empieza a pedirlo, llora y patalea; ustedes, en ese momento, no tienen condiciones económicas para comprarlo, pero, para agradar, lo compran y se endeudan, haciendo la voluntad del niño. ¡Eso es mimar!

Mimar echa a perder al ser humano

El mimo es la adulación, el intento, muchas veces, frustrado de los padres, de dar al hijo hasta lo que no pueden y hacer todas sus voluntades. Eso echa a perder a un ser humano. Por otro lado, decir ‘no’, crear reglas y explicar el porqué de ciertas prohibiciones genera entendimiento (incluso con algunos berrinches) y da disciplina.

Eso es educar con responsabilidad y amor, porque no creo solamente en el ahora, sino en los comportamientos futuros de mi hijo y en el ser humano que espero que se vuelva, no para agradarme, sino para que sea un buen hombre, una buena mujer, para que sea feliz y contribuya al bienestar de la sociedad.

Nadie crece y madura cuando todos sus caprichos y voluntades han sido satisfechos. Nadie puede ser educado así. Todos necesitamos pasar por frustraciones, por la experiencia del ‘no’ para tener equilibrio, límites y madurez.

Para mí, como madre, existen dos puntos que no pueden faltar en la educación de los hijos: afecto y disciplina. En los primeros meses de vida, diría los dos primeros años, muchos afecto, muchos brazos y abrazos, pues eso establece el vínculo entre los hijos y los padres, y esa conexión es importantísima para el desarrollo del niño. El hijo necesita conocer el aroma de su madre y viceversa.

Nuestros hijos reproducen nuestra actitud, por lo tanto, si lo que les damos son actitudes de amor y cariño, es eso que reproducirán con la familia, los parientes, los amigos y compañeros de la escuela.

A medida que los pequeños van creciendo, necesitan aprender a tener disciplina, sin dejar de lado el afecto. El hijo necesita saber hasta dónde puede ir, cuál es su límite, y quien establece y enseña eso son los padres. El afecto y la disciplina ofrecen seguridad emocional y afectiva. El hijo que sabe que puede contar con su padre, que puede correr hacia los brazos de su madre, que los tiene cerca para cuando los necesite, crece seguro de sí mismo y sus sentimientos.

Quien no siempre ha tenido el afecto de sus papás, sino que fue “comprado” afectivamente por ellos, al ceder a sus voluntades, crecerá con una laguna enorme y con la constante necesidad de ser amado y aprobado, de que su voluntad y opinión sean siempre aceptadas a cualquier precio.

Mimar es amar de la forma equivocada

Mimar es también una manera de amar, pero de una forma equivocada. Ningún papá mima a su hijo por maldad, pero es verdad que muchos, al querer acertar, terminan equivocándose. Mimar es cuidar sin medida, el agrado excesivo, que priva al hijo de la posibilidad de lidiar con la decepción y genera en él un egocentrismo.

El amor incluye frustración y límites, y en ese amor el niño aprende que no es el único en el mundo, que existen otras personas en casa, en la familia y en la sociedad, que también son importantes, enseña al niño a retribuir amor, a ser agradecido y saber hasta donde puede ir para no herirse ni herir a los demás a su alrededor.

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Por Andréa Camargos. Miembro de la Comunidad Canção Nova, esposa y madre. Formada en Artes Escénicas, trabaja como presentadora y produtora de guiones especiales para la TV Canção Nova. Autora del libro ‘Rasgando o Verbo’ de la Editorial Canção Nova. La misionera es también youtuber en el canal ‘Déia e Tiba’.

Por Canção Nova 

Tags:
afectividadcariñoeducaciónhijospaternidad
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