Una excelente película dramática sobre una autora expresionista alemana Llega a nuestra pantallas un biopic sobre la pintora alemana Paula Modersohn-Becker. La historia se centra en seis años de su vida, desde el momento en que ingresa en una colonia de artistas en Worpswede -donde conoce al que será su marido, el paisajista Otto Modersohn, y a otras figuras de principios de siglo como el poeta Rainer Maria Rilke, que se convertirá en su amigo-, hasta el momento de su vuelta a casa, tras la experiencia parisina, en la que se separó de su esposo para intentar, como ella dice, “pintar tres cuadros buenos antes de morir”.
Pese a que el retrato biográfico que se hace es una simplificación excesiva de su trayectoria vital, la película funciona perfectamente apelando a un género clásico como el drama romántico. E interesa también desde el punto histórico, porque a lo largo del metraje se hacen evidentes algunas de las dificultades a través de las cuales se tuvieron que abrir camino la mujeres desde principios de siglo pasado.
En este sentido, Paula aparece claramente como una de las primeras féminas que se atrevió a no renunciar a la propia carrera artística, saliendo de la alargada sombra de su marido. Por ello tuvo que lidiar con las férreas convenciones, que solían tratar estos casos de anormalidad social como si se tratase de patologías histéricas y, por tanto, con el consiguiente internamiento en el manicomio correspondiente.
Como Frida Kahlo, que también tiene su biopic, Frida (2002), y que curiosamente nació el año en que Paula murió, esta pintora alemana es todo un emblema del feminismo y de la reivindicación de los derechos de la mujer. No fue por casualidad que, en su momento, fue la primera artista que tuvo un museo con su nombre.
Paula (2016) nos cuenta una historia apasionante a través de una experiencia multisensorial. La excelente actuación de la suiza Carla Juri, que consigue construir un personaje extrañamente atractivo, a caballo entre la más infinita fragilidad y la más vehemente determinación.
Las localizaciones y la preciosa fotografía que ambienta numerosas escenas como si estuviesen sucediendo dentro de cuadros, tanto en París como en la Baja Sajonia. El cuidado vestuario, claramente inspirado en personajes de obras de Toulouse-Lautrec o Renoir que amueblan nuestros imaginarios. El ambiente, bohemio y bullicioso de la ciudad de las luces, en contraste con la palidez invernal de la norteña campiña germana.
En el cine, como en la realidad, los pintores juegan el papel de los visionarios. Ven el futuro antes de que este suceda. Lo vimos ya en aquel Rembrandt (1936) de Alexander Korda, interpretado por el mismísimo Charles Laughton; o en El loco del pelo rojo (1956), donde se nos contaba la divina locura de Van Gogh de la mano de Kirk Douglas. Más recientemente lo hemos comprobado en Pollock (2000), donde un voraginoso Ed Harris parecía ensayar su fantástico papel posterior como Richard Brown en Las horas (2002), merecedoras las dos interpretaciones de un Oscar, que se le negó en ambas ocasiones.
Esta película sirve, antes que nada, para conocer la obra de esta pintora expresionista, prácticamente desconocida fuera de la zona de influencia cultural alemana. Su cuadros tienen una frescura y una personalidad que fascinan por su huida de la idealización y su intento de impregnar las telas no solo con el objeto de su arte sino con su subjetividad. Sus dibujos y retratos oscilan entre la sensual oscuridad de Schiele y la luminiscencia primitiva de Gauguin, entre el colorido impresionista de Cézanne y las aventuras cubistas de Picasso.
El celuloide resultante es más que recomendable para todo aquel que quiera pasar dos horas deliciosas ante la pantalla, admirando a una desconocida a la que da mucho gusto conocer.
Ficha Técnica
Director: Christian Schwochow
Guionista: Stefan Kolditz y Stephan Suschke
Reparto: Carla Juri, Albrecht Schuch, Roxane Duran, Joel Basman, etc.
País: Alemania
Género: Biopic o drama romántico