Puede que no reciba más amor, pero al amar soy feliz, no amo con amargura
Coincidiendo con la celebración del centenario de Fátima una canción portuguesa ganó en el festival de Eurovisión. Ganó una canción que habla del amor.
Dice la canción: “Si algún día, alguien pregunta sobre mí di que viví para amarte. Antes de ti, solo existía cansado y sin nada para dar. Amor, escucha mis plegarias. Pido que regreses, que me vuelvas a querer. Sé que uno no ama solo, tal vez, despacito, puedas volver a aprender. Si tu corazón no quiere ceder, no sentir pasión, no quiere sufrir, sin hacer planes de lo que vendrá después, mi corazón puede amar por los dos”.
Expresa el deseo de volver a ser amado. De recibir el amor de aquella persona que ya no lo ama. Y al final, si realmente la otra persona no lograra amarlo de nuevo, él sería capaz de amar por los dos. Uno puede amar y no ser correspondido. Uno puede dar la vida por alguien y recibir a cambio desprecio. Eso es posible.
Una madre puede desvivirse por el hijo que se aleja de casa y no la ama. Lo sé, es posible amar y no ser amado. Muchas personas hoy aman y no son amadas como ellas quisieran. Tanto como ellas aman. Y sufren. Hasta el punto de perder la esperanza. Y al dejar de esperar, dejan de amar.
Si me siento rechazado puedo dejar de amar. Lo doy todo por amor y no recibo nada a cambio. Mi corazón siempre desea recibir cuando da. Porque no es tan fácil amar sin ser amado.
Ama así el amor de una madre que siempre es fiel, haga lo que haga su hijo amado. Así es también el amor de Dios que me ama siempre, aunque yo me aleje y desprecie sus planes. Me conmueve siempre el amor no correspondido. Ese amor que no consigue despertar amor en la persona amada.
Pero pienso que esta canción habla de algo más. Habla de un amor que es capaz de amar por los dos. Un amor capaz de amar por el que no ama. Así ama Jesús en mí. Me ama en mi indigencia, en mi falta de amor. No espera mi amor a cambio. Ama por mí. Ama por los dos.
Su amor ama en mi amor humano. Y así me enseña a amar. Pero aún más que eso, ama por mí. Ama por los dos. Jesús es capaz de amar por mí cuando yo no amo. Si me dejo amar por Dios Él irá cambiando mi corazón y me enseñará a amar.
El padre José Kentenich decía: “Un hombre que ama, que por último ha puesto su amor en el corazón de Dios, en cierto modo participa de la inmensa riqueza del amor de Dios. Si hay algo que no empobrece, es amar, es regalar la calidez del corazón”.
Un corazón que ama a Dios participa del amor de Dios, ama con el amor de Dios.
Creo que ese amar por los dos tendría que darse en la vida matrimonial. El esposo ama a su esposa con toda su alma, con todo su ser. No da una parte, no da un poco, para recibir a cambio una medida parecida. El amor verdadero, el amor al que aspiro, ama dándolo todo, el cien por cien. No exige ser amado en la misma medida. Ama siempre por los dos.
Y cuando logro amar de esta forma, sin exigir, sin esperar, todo cambia. Puede que no reciba más amor, pero al amar soy feliz, no amo con amargura. Puede que no me amen como yo amo. Pero lo cierto es que el acento está puesto en mí. Yo sí puedo amar más. Yo soy el que puedo darlo todo al amar. Puedo amar siempre por los dos.
Esa forma de mirar la vida me gusta. En este mundo en el que todo se mide y calcula. En el que nadie quiere dar sin recibir. O dar más de lo exigible. Nadie quiere pecar de débil. Este tiempo en el que se calcula el amor que se entrega. Y cada uno da sólo una medida esperando recibir a cambio una medida parecida. Un tiempo en el que el amor lleva cuentas del bien y del mal. Un amor así es un amor mezquino.
Y siento que Jesús me pide que ame de otra forma. Me gusta esa expresión, amar por los dos. Quiero estar dispuesto a amar por los dos. A amar aunque no reciba tanto a cambio. Amar aunque sea despreciado. Amar en el olvido. Amar en la soledad. Sin llevar cuentas del bien que hago. Ni del mal que recibo. Sin esperar ser correspondido.
Esa forma de mirar la vida me recuerda a la de los pastorcillos de Fátima. Me gusta verlo todo así. Quiero tener un corazón más generoso. ¿He amado así alguna vez? ¿Me han amado así, han amado por mí, por los dos?