“¿Puede abrir la ventana, por favor? Quiero que Lolek escuche una canción de alabanza a la Virgen María”, dijo la madre de Karol Wojtyła poco después de dar a luz a su hijo. Pasado un tiempo su padre le ofrecería el “primer seminario en casa”. Así eran los padres del futuro papa y santo.
Había una oración nocturna dedicada a Nuestra Señora aquel 18 de mayo de 1920 en la iglesia de Wadozice de la Presentación de la Santa Virgen María, el día en que Emilia Wojtyła daba a luz a su tercer hijo, al que llamó Karol (Lolek, en tono cariñoso).
Después de un parto exitoso, la cansada madre preguntó con media voz a la matrona: “¿Puede abrir la ventana, por favor? Quiero que Lolek escuche una canción de alabanza a la Virgen María”.
Estas mismas palabras ofrecen la imagen de la familia en la que nació el hombre que llegaría a ser el papa Juan Pablo II.
Una familia devota cristiana cuyos miembros empezaban el día con la Santa Misa, rezaban antes de cada comida y por las noches escuchaban al padre leer pasajes de la Escritura.
Como es natural, en la infancia de Karol su madre tuvo una gran influencia sobre él. Sin duda heredó su compasión por el prójimo, su optimismo, una actitud alegre ante la vida y cierta soltura para contar chistes.
Según admitió el mismo papa en el libro Don y misterio, la contribución de su madre Emilia a su educación religiosa “sin duda fue profunda”.
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