La Virgen del Divino Amore en la Plaza CarpegnaMario tiene 78 años. Tras una honorable carrera como cocinero, que lo llevó a recorrer el mundo, hoy vive en Roma. Desde hace alrededor de diez años se ocupa de cuidar un jardín muy particular: un pequeño cuadrado de tierra y cemento de la que se asoma la edicola o nicho de la Virgen del Divino Amor en la Plaza Carpegna, a pocos kilómetros del Vaticano y a dos pasos de la Via Aurelia.
En la pared de un parque público, frente a una bifurcación de calles con mucho tráfico, destaca la edicola que custodia un mosaico que representa a la Virgen del Divino Amore.
La edicola fue construida en 1956. En aquellos años surgieron en toda Roma edicolas dedicadas a la Virgen del Divino Amor, señales de agradecimiento por haber protegido la ciudad de los bombardeos durante la Segunda Guerra Mundial.
En la placa de mármol se lee: “Dono del Comm. Antonio Giampaoli alla parrocchia di S. Pio V ed ai parrocchiani della Madonna del Riposo” y el año de 1956 en números romanos. El mosaico, incrustado en la pared, está puesto en una edicola y protegido por vidrio.
A los pies de la imagen se lee: “Madre del Divino Amore prega per noi”. “Vengo todos los días, no puedo faltar”, cuenta Mario. “Si me salto un día me siento mal”.
Sus palabras revelan una mezcla de agradecimiento y devoción a esta Virgencita, que respondió a sus oraciones por la esposa. No quiere contar los detalles, pero desde entonces la Virgen es la otra mujer a quien sirve con amor.
Su única pena es ver a las personas pasar distraídas y pensar que cuando él no esté no habrá nadie que la cuide. Todos los días hacia las 9:30 se le puede ver limpiando el pequeño prado a los lados de la edicola, regando y ordenando las flores frescas, que no faltan nunca, y arreglando las velas.
De vez en cuando limpia la repisa de mármol dentro de la edicola: es precisamente la esposa quien lava y plancha los pañitos que él pone como adorno bajo el mosaico.