Alien: Covenant. La saga Alien continúa

Alien. El octavo pasajero marcó el inicio de unas de las sagas más influyentes del terror y la ciencia ficción que, en sus tres siguientes entregas, tuvo a tres directores como James Cameron, David Fincher y Jean-Pierre Jeunet como encargados de ir renovando la franquicia hasta que llegó a su fin.

Después llegaron algunos intentos como AVP: Alien vs. Predator y, sobre todo, Prometheus, el regreso de Ridley Scott como director a la franquicia, una precuela que indagaba en el inicio de las anteriores. Ahora, Alien: Convenant continúa lo emprendido en ella en busca de ampliar el universo Alien.

En Alien: Covenant, a diferencia de Prometheus, que planteaba muchas más novedades con respecto a las anteriores, se ha optado por una clara recuperación del espíritu de la original tanto en términos visuales como en argumentales.

Ha seguido desarrollando algunas cuestiones reflexivas sobre la condición humana, sobre aquello que da sentido a la existencia, con cuestiones de fe y de espiritualidad muy interesantes en el marco que Scott y sus guionistas han creado y que, de alguna manera, es una respuesta a Prometheus y que, como ésta, quedan más planteadas que desarrolladas a la hora de proponer un discurso elaborado sobre la creación. Quizá, porque lo que se impone en todo momento es la recuperación del sentido de terror de su entrega inicial.

Alien: Covenant recupera su aspecto gótico, con una gran elegancia visual, que, sobre todo en su segunda parte, intenta abrazar el terror puro más allá de la ciencia ficción.

Sin embargo, es la primera parte la que más destaca en tanto a que Scott imprime un ritmo muy apreciable al desarrollar la trama, mientras que llegado un momento preciso de la película, que coincide curiosamente, con la aparición de los xenomorfos–esto es, los aliens- y especies derivadas de ellos, todo se vuelve más rudimentario, mecanizado, más sujeto a una fórmula reconocible.

De hecho, a lo largo de la película, las cuatro entregas originales se cuelan por las imágenes de Alien: Covenant, tanto que la lucha final se resuelve de una manera muy similar a la primera entrega, con muchas secuencias que remiten a ellas de manera clara.

Así, Alien: Covenant parece más interesada en mostrar de dónde viene que a dónde se puede conducir la saga, algo que en Prometheus, a pesar de todo, sí se percibía: la idea de desarrollar algo, en la medida de lo posible, novedoso.

Sin embargo, Alien: Covenant funciona por pasajes, por momentos, y pone de relieve que pasadas las décadas el universo creado en la primera película tenía tal potencial que es posible todavía el ir creando a su alrededor.

Otra cosa es que el excesivo apego a la memoria de aquellas se presente en esta ocasión como un cierto lastre. Eso y que en su elegancia visual apenas hay lugar para un poco más de perturbación, de suciedad, realizando las secuencias de persecución o de ataques de los xenomorfos de una manera que apenas resulta inquietantes.

Tampoco consigue desarrollar de manera convincente algunas cuestiones relacionadas con los personajes, sobre todo en relación a las pérdidas de la tripulación. Lo sombrío de la historia acaba diluyéndose cuando el terror hace su aparición, aunque lo haga sin demasiada fuerza.

No es Alien: Covenant una mala película y resulta un espectáculo más que apreciable, en algunos momentos con imágenes de gran intensidad y fuerza como no podía ser de otra manera con Scott, capaz de orquestar con gran sentido estético un espectáculo que, como decíamos, acentúa de dónde viene pero no nos deja claro, dado su abierto final, hacia dónde quiere encaminarse.

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