Cuerdas versus balas
No faltó quien dijera que son ingenuos. No faltó quien dijera que son temerarios. Y probablemente lo son. Pero los jóvenes músicos que se presentan en la cotidiana refriega de las calles de Venezuela, armados solo con sus violines y guitarras, tocando envueltos en una nube lacrimógena, están mostrando al mundo quiénes son los violentos.
Fue sobrecogedor escuchar las notas de un violín, en una de las zonas más convulsionadas de la capital, a veces acalladas por el estruendo de las bombas y los disparos, pero siempre emergiendo del ruido y la asfixia. Eran los acordes del himno nacional que hicieron saltar más de una lágrima. Sonaban intrépidos por encima de la bochornosa hegemonía militarista que enfrenta la osada irreverencia de jóvenes idealistas. Y les está resultando complicado: humillan la prepotencia de los fusiles. En medio de la contienda, un policía soltó a la muchedumbre: “No queremos hacer esto”.
Aquello era de un simbolismo sin igual. A la brutalidad represiva oponían la recia dulzura de unas cuerdas rasgadas con fervor patrio. A la arremetida violenta de las tropas del gobierno respondían con un improvisado y estremecedor concierto desde calles y aceras.