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¡Vergüenza! dice el Papa por violencia, naufragios y sangre de inocentes

Via Crucis al Colosseo con il Santo Padre 9 – fr

Ary Waldir Ramos Díaz - publicado el 14/04/17

En el Vía Crucis, texto completo de la superlativa oración del Papa sobre las vergüenzas modernas de la humanidad…Pero hay esperanza en Jesús

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El papa Francisco presidió hoy el Via Crucis en el Coliseo romano e identificó en el calvario de Cristo a las vergüenzas de la humanidad, desde el silencio frente a las injusticias, la muerte de mujeres, niños, inmigrantes, los cristianos perseguidos, el racismo, los curas pederastas.

El Pontífice realizó una oración vibrante ante la cruz por la “vergüenza” que produce “nuestras manos perezosas a la hora de dar y codiciosas en quitar y arrebatar. Por nuestra voz alzada en defender nuestros intereses y tímida cuando se trata de los demás. Por nuestros pies veloces en el camino del mal y paralizados en el camino del bien”.

Una oración por la humanidad delante del cordero sangrante en el escenario histórico del Coliseo de Roma, en medio de estrictas medidas de seguridad tras los recientes atentados en Suecia y Egipto. En la Ciudad Eterna hay desplegados 5.000 agentes.

“Transforma esta noche oscura de tú cruz en el alba luminosa de tú resurrección”, dijo el Papa con voz de esperanza ante 20.000 fieles.

“Oh Señor Jesús, Hijo de Dios….avergonzados y esperanzados, te pedimos lavarnos de la sangre y el agua que salieron de tu corazón atravesado, de perdonar nuestros pecados y nuestras culpas”.

“Te pedimos romper las cadenas que nos tienen prisioneros en nuestro egoísmo, en nuestra ceguera voluntaria y en la vanidad de nuestros cálculos mundanos”, clamó al cielo el Papa.

Los textos de las meditaciones de este año fueron preparados, por decisión del Pontífice, por la Profesora Anne-Marie Pellettier, ganadora del Premio Ratzinger de 2014.

Los padecimientos del mundo actual como signos concretos de la Pasión de Cristo

El Pontífice llegó en torno a las 21.00 locales a la colina del Palatino, próxima al Anfiteatro Flavio, y desde ahí, ataviado con un largo abrigo de paño blanco, asistió a la ceremonia sumido en un profundo recogimiento, a veces con rostro apesadumbrado y pensativo.

14 estaciones para recordar la muerte y la Pasión de Jesús desde el signo de la esperanza y de la espera de la resurrección, en la Pascua, que será celebrada el próximo domingo.

También ha sido ocasión de reflexión sobre las migraciones forzadas por hambre y violencia, la guerra, la protección de los niños y los débiles de todo abuso, de la pedofilia, entre otros temas tocados por las meditaciones escritas por la teóloga y estudiosa de la Biblia.

Los padecimientos del mundo actual como signos concretos de la Pasión de Cristo, acusado injustamente, maltratado, humillado y finalmente asesinado lentamente.

“Sólo tú puedes hacernos amar los senderos de la humildad. Sólo tú…, que nos revelas que la única victoria es la del amor y que todo lo demás no es más que paja que dispersa el viento, ilusión que desaparece frente a tu verdad”.

En el texto de Pellettier se recuerda el grito de las mujeres maltratadas, cita a Catalina de Siena, y  expone la desesperación de los refugiados, hoy también esclavos. “Te presentamos también la locura de los torturadores y de los que les mandan”, escribe.

No fue la primera vez que una mujer escribió los textos del Vía Crucis en el Coliseo. Benedicto XVI abrió el camino; el Viernes Santo de 2012, había confiado las meditaciones a Danilo y Anna Maria Zanzucchi, del Movimiento de los Focolares, Iniciadores del Movimiento “Familias Nuevas”.

Y, antes, el Viernes Santo de 2011, Sor María Rita Piccione, O.S.A, presidente de la Federación de los Monasterios Agustinianos de Italia “Virgen del Buen Consejo”, realizó la meditación por mandato de papa Ratzinger.

Historia del Vía Crucis en el Coliseo

La historia del Vía Crucis en el Coliseo inició en el Año Santo de 1750 con papa Benedicto XIV. El Pontífice hizo consagrar el anfiteatro Flavio en memoria de los mártires cristianos. Así se vuelve una tradición el rito de las 14 estaciones como la conocemos hoy.

Después de 1870, con la unidad de Italia, esta devoción no repitió. Después en 1926 en el tiempo de los pactos de Letrán la Cruz volvió al Coliseo.

En 1959 Juan XXIII volvió a celebrar el rito en el Coliseo, pero hubo que esperar a Pablo VI para que en 1964 se convirtiera en una tradición para cada Viernes Santo, también en tiempos de la transmisión televisiva.

Oración completa del Papa al final del Vía Crucis: 

“¡Oh Cristo, dejado sólo y hasta traicionado por los tuyos, y vendido al menor precio!.

¡Oh Cristo, juzgado por los pecadores, entregado por los jefes!

¡Oh Cristo, martirizado en la carne, con la corona de espinas, vestido de púrpura!

¡Oh Cristo, abofeteado y atrozmente crucificado!

¡Oh Cristo, traspasado por la lanza que ha atravesado tu corazón!

¡Oh Cristo, muerto y sepultado, tú que eres el Dios de la vida y de la existencia!

¡Oh Cristo, nuestro único salvador!

¡Oh Cristo, volvemos a ti con la mirada bajada por la vergüenza y con el corazón lleno de esperanza, de vergüenza por todas las imágenes de destrucción, de devastación y de naufragio que devienen cotidianas en nuestra vida!

Vergüenza por la sangre inocente que cotidianamente se derrama de mujeres, niños, de inmigrantes, de personas perseguidas por el color de su piel, o por su pertenencia étnica y social y por su fe en ti.

Vergüenza por las tantas veces que como Judas y Pedro te hemos vendido y traicionado y dejado sólo a morir a causa de nuestros pecados, escapando como cobardes de nuestra responsabilidad.

Vergüenza por nuestro silencio frente a las injusticias, por nuestras manos perezosas a la hora de dar y codiciosas en quitar y arrebatar. Por nuestra voz alzada en defender nuestros intereses y tímida cuando se trata de los demás. Por nuestros pies veloces en el camino del mal y paralizados en el camino del bien

Vergüenza por todas la veces que nosotros obispos, sacerdotes, consagrados y consagradas hemos escandalizado y herido tu cuerpo; la Iglesia, y olvidamos nuestro primer amor, nuestro primer entusiasmo, y nuestra total disponibilidad, dejando oxidar nuestro corazón y nuestra consagración.

Es tanta la vergüenza Señor, pero nuestro corazón es nostálgico de la esperanza confiada que tú no nos trates según nuestros méritos, sino únicamente según la abundancia de tú misericordia.

Qué nuestras traiciones no disminuyan la inmensidad de tu amor.

Qué tú corazón paterno y materno no nos olvide por la dureza de nuestras entrañas.

¡Esperanza! Esperanza segura de que nuestros nombres estén tallados en tu corazón y que seamos colocados en la pupila de tus ojos.

La esperanza de tu cruz transforma nuestros corazones endurecidos en corazones de carne capaces de soñar, de personar y de amar.

Transforma esta noche oscura de tú cruz en el alba luminosa de tú resurrección.

La esperanza que tu fidelidad no se basa sobre la nuestra,

La esperanza de que la fila de hombres y mujeres fieles a tu cruz continua y continuará a seguir fiel como la levadura que da sabor y como la luz que abre a nuevos horizontes en el cuerpo de nuestra humanidad herida.

La esperanza de que tu iglesia buscará ser la voz que grita en el desierto de la humanidad para preparar el camino de tu regreso triunfal cuando vendrás a juzgar a los vivos y a los muertos.

La esperanza de que el bien vencerá a pesar de su aparente derrota.

Oh Señor Jesús, Hijo de Dios, víctima inocente de nuestro rescate, delante a tu posición real y a tu misterio de muerte y de gloria, delante a tu patíbulo nos arrodillamos, avergonzados y esperanzados y te pedimos de lavarnos de la sangre y el agua que salieron de tu corazón atravesado, de perdonar nuestros pecados y nuestras culpas.

Te pedimos de recordar a nuestros hermanos acabados por la violencia, por la indiferencia y por la guerra.

Te pedimos de romper las cadenas que nos tienen prisioneros en nuestro egoísmo, en nuestra ceguera voluntaria y en la vanidad de nuestros cálculos mundanos.

Oh Cristo, enséñanos a no avergonzarnos nunca de tu cruz, a no explotarla, sino honorarla y adorarla, porque en ella Tú, nos manifiestas la monstruosidad de nuestros pecados, la grandeza de tu amor, la injusticia de nuestros juicios y la potencia de tu misericordia.

Amén.

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