Lejos de deformaciones maliciosas, la Iglesia ha combatido con vigor contra el nacionalsocialismoLa encíclica Mit brennender Sorge, publicada el 14 de marzo de 1937, hace 80 años ahora, declara que no hay compatibilidad posible entre la fe cristiana y la ideología nazi.
El nazismo es una doctrina pagana, salvajemente anticristiana, en la que un antisemitismo radical aspira a la exterminación de la descendencia de Abraham; tanto judía como cristiana.
Al proclamarse Führer, Hitler juega con la polisemia de la palabra, que significa a la vez jefe y Señor, en un sentido divino. Hitler está convencido de haber recibido una misión divina para fundar una nueva religión y para exterminar todo elemento cristiano que se encuentre en Alemania.
La lectura del diario personal de Joseph Goebbels nos revela su desprecio hacia el cristianismo. En sus escritos se encuentran frecuentemente ataques contra sacerdotes y una voluntad de regenerar Alemania purificándola de sus elementos cristianos. Goebbels expone estas ideas a partir de la década de 1920 y no cambia de postura hasta el final de la guerra.
Aunque algunos cristianos alemanes pudieran malinterpretar la esencia del nacismo o bien estuvieran tentados de colaborar con él por obediencia a un régimen legalmente electo, desde la Iglesia son muchos los prelados que combatieron el nazismo.
Eugenio Pacelli fue nuncio en Alemania, donde pudo vivir de cerca los enfrentamientos ideológicos sabidos en el país y donde pudo percatarse del peligro de esta ideología. De vuelta a Roma como el más cercano colaborador de Pío XI, es él quien le aconseja sobre la política alemana. Tras convertirse en Pío XII, lucha con inteligencia y energía contra los nazis.
A continuación recordamos cinco grandes hechos que atestiguan el compromiso de la Iglesia contra el nazismo.
Septiembre de 1930: El arzobispo de Maguncia excomulga a los miembros del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (NSDAP): “Queda prohibido a todo católico inscribirse en las filas del partido nacionalsocialista (…). No se permite a los miembros del partido hitleriano la participación en grupo en funerales u otros oficios católicos (…). Un católico no puede ser admitido en los sacramentos mientras permanezca inscrito al NSDAP”. Este texto también fue publicado en L’Osservatore Romano.
La excomunión se levantó en 1933 con la llegada al poder de los nazis, puesto que desde entonces la adhesión al NSDAP se convirtió en una necesidad vital para muchos alemanes.
Agosto de 1932: La Iglesia excomulga a todos los dirigentes nazis debido a que su ideología no es compatible con la fe cristiana. Es una decisión que toma Pío XI con los consejos del futuro Pío XII.
Marzo de 1937: Publicación de la encíclica Mit brennender Sorge, que condena explícitamente el nazismo y que es leída en todas las parroquias de Alemania.
Septiembre de 1939: Pío XII es informado de la creación de una red de resistencia contra Hitler dirigida por oficiales alemanes. Se comunica con esta red y se muestra de acuerdo en derrocar al dictador. A lo largo de toda la guerra, esta red se estructura y se organiza. Está dirigida en particular por el almirante Canaris, jefe de la Abwher, y por Josef Müller, bávaro, que hace muchos viajes entre Alemania y Roma para coordinar las operaciones.
Gracias a esta red, el Vaticano obtiene a comienzos de mayo de 1940 los planes del ataque alemán contra Francia, que son transmitidos a París. Pero Francia no los tiene en cuenta, creyendo que se trata de una estratagema nazi.
20 de julio de 1944: Atentado contra Hitler por mano de Claus von Stauffenberg (operación Valquiria) y con la coordinación del almirante Canaris. Pío XII es informado del atentado y anima a los protagonistas a llevarlo a cabo, justificando que se trata de un claro caso de tiranicidio.
Nunca un papa se había involucrado tanto en el derrocamiento de un dictador y en la caída de un régimen político.
Hay silencios claros de Pío XII, que son silencios estratégicos. El papa comprende que no sirve de nada oponerse públicamente a los nazis; así no derribaría al régimen, sino que solo conseguiría intensificar la represión contra los católicos. La prudencia política exige, pues, actuar en la sombra, cosa que el papa hace a lo largo de toda la guerra.
Podemos terminar cediendo la palabra a Albert Einstein, en un artículo publicado en diciembre de 1940 en la revista Time: “La Iglesia católica ha sido la única en levantar la voz contra el ataque de Hitler contra la libertad. Hasta esta época, la Iglesia jamás había llamado mi atención, pero hoy expreso mi gran admiración y mi profundo afecto hacia esta Iglesia que, ella sola, ha tenido el valor de luchar por las libertades morales y espirituales”.