Entiende la diferencia y permítete ser más feliz, incluso en los momentos difícilesDentro de la espiritualidad cristiana, Dios es la propia felicidad, pues Él es la realización plena del ser y la felicidad consiste en realizarse plenamente.
Atención: la felicidad no consiste en “haberse realizado plenamente” – sino en “realizarse plenamente”, en “estarse realizando plenamente”. La felicidad es un proceso continuo, es un ahora, es un hoy, y no es un efecto estático de un “ayer ideal”.
Dios es felicidad plena porque ¡Dios es siempre! Y nosotros podemos ser felices al participar lo más plenamente posible del acto de ser (y ser es mucho más que tener, hacer, saber…).
La felicidad, por lo tanto, tiene que ver con la intensidad con la que somos.
Por eso mismo, no siempre la felicidad se manifiesta de manera “festiva” y exteriormente “exultante”: muchas veces, nuestros sentimientos pueden estar “decaídos”, con las típicas variaciones naturales de humor que afectan a todo ser humano.
La felicidad no es un “sentimiento”, ni un cuadro médico del perfecto equilibrio de las hormonas o de los neurotransmisores: la felicidad es una actitud consciente, es una decisión consciente de la vida, es la postura de quien reconoce con realismo, serenidad y madurez que está en proceso continuo de “realizarse”, de crecer en el propio ser, incluso en medio de las pruebas y dificultades más desafiantes.
Incluso en los momentos de profundo desánimo sentimental, en los que la “sensación” de alegría se apaga en las tinieblas espesas, la persona que es feliz en su espíritu y en su consciencia se mantiene serena, estable: ésta enfrenta con determinación y fuerza los “sabotajes” del humor y los sentimientos, pues no pierde de vista la constatación objetiva de que las circunstancias externas siempre serán variables – y de que en ellas ejercitamos, vivencialmente, el acto presente de ser, de “realizarnos”, el acto presente de escoger libremente, ahora, entre aquello que importa de verdad (ser) y aquello que es auxiliar (tener, saber, hacer…).
La felicidad es una cuestión de perspectiva en el momento presente; es una actitud positiva y decidida, siempre en el ahora, de aprendizaje, de elección, de crecimiento, de superación y de perfeccionamiento continuo, cualquiera que sean las circunstancias; la felicidad no es un punto de llegada futuro, distante y abstracto: la felicidad es el propio trayecto, es el propio proceso de realizarse, consciente y perseverante. Ahora. No ayer, ni mañana.
Está claro que también hay momentos, y son muchos, en los que la felicidad coincide con la alegría, pero felicidad y alegría no son lo mismo. La alegría es un estado de buen humor, de sentimientos “ligeros”; por eso mismo, es una “sensación” que viene y va.
Aprovecha los momentos de alegría y sé agradecido por vivirlos. Pero, para tu felicidad verdadera, no los confundas con… la felicidad verdadera.