Por extraño que parezca, pintar una imagen que al mismo tiempo me atrae y me repele me trajo paz
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Cuando entré en los 60, empecé a tomar clases de pintura. Después de un año, una amiga me envió una imagen de un mosaico de cerámica con un diseño simple del Sagrado Corazón. Me preguntó si podría pintarle algo similar y le dije que sí, que podía. Era un diseño sin complicaciones de morados, rojos y verdes saturados.
Siento una extraña atracción y repulsión hacia la imagen del Sagrado Corazón. Las primeras imágenes que recuerdo de él en mi infancia eran la del Corazón rasgado con sangre brotando —normalmente en el interior de una copa— todo rodeado de lindos pájaros y lazos con flores.
Meditar sobre aquella sangre goteando era demasiado para mi sensibilidad infantil. A medida que maduró mi fe, pensar en la belleza de un amor que llegaría a tal extremo me deshacía en lágrimas.
El sangriento horror de la Pasión me hacía querer apartar la mirada, pero al mismo tiempo sentía atracción por Su Corazón.
Ahora, al pintar la imagen, me alarmó el movimiento dentro de mi alma. Luché con la ansiedad y descubrí que la pintura desplazaba esa emoción.
Mientras pintaba ese primer Sagrado Corazón, la paz reemplazó a la ansiedad. Mientras trabajaba en la pintura me descubrí rezando por la destinataria. Con cada trazo del pincel integraba una oración en el lienzo… y yo seguía en calma.
Esa quietud me resultaba familiar por mi experiencia en jardinería. Cuando todavía podía cuidar de las plantas, sentía esa misma paz, a solas trabajando con la creación de Dios.
La jardinería me aportó conocimiento sobre horticultura y simbolismo vegetal en el arte cristiano, así que incorporo este “lenguaje de las flores” en mis diseños de jardín y mis libros.
Pronto me encontré haciendo lo mismo con mis pinceles. El resultado fueron imágenes botánicas del Sagrado Corazón.
Los encargos sobre imágenes de los Corazones —el Sagrado Corazón de Jesús, el Inmaculado Corazón de María o el Casto Corazón de José— incluyen elementos botánicos específicos para el destinatario.
Una novia prometida incluiría el mirto blanco que simboliza la dicha marital; un escritor cristiano podría tener nueces de pacana, que representan la fuerza y la resistencia; un campo de trigo y maleza como fondo a un corazón emergente sería apropiado para un religioso o religiosa consagrado.
Pintando Sagrados Corazones botánicos busco a Aquel que siempre está conmigo y a quien, en ocasiones, no siento tan cercano.
Hay un anhelo, una distancia aterradora entre mi persona y lo santo. La pintura acalla ese temor y me concede un sentimiento de la presencia de Dios.
Para cada mecenas guiado hasta mi trabajo, la imagen del lienzo va impregnada de oraciones, desde el esbozo a la terminación. No hay aspiraciones de perfección. Es solo pintura y oraciones y un restablecimiento de la paz.
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