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Y el Papa tenía razón…

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Macky Arenas - publicado el 18/03/17

Análisis de la situación socioeconómica de América Latina

A pesar de las interpretaciones interesadas y de los lugares comunes con que se descalifican ciertas advertencias y exhortaciones del Papa Francisco, la cotidianidad de la vida en nuestras sociedades le concede razón.

Algunos dicen que cuando habla de pobreza es comunista, cuando habla de corrupción es parcial y cuando se refiere al descarte “es mejor que hable de religión porque de política no sabe”.

No obstante, la realidad ofrece el mejor respaldo a su discurso. Las críticas al pontífice evidencian un reduccionismo que no soporta el más liviano de los análisis. Molesta su manera directa de exponer, con toda franqueza y dolor de pastor, lo que aflige y azota a nuestros países. Lo que lacera la dignidad humana, que sí es un asunto de la Iglesia.

Si damos un vistazo a la realidad, recordaremos aquél exitoso libro “Y la Biblia tenía razón” publicado a finales de los años ochenta, del escritor Werner Keller, un investigador alemán que se propuso verificar la autenticidad y veracidad de los relatos bíblicos a la luz de la arqueología. El trabajo asombró al mundo y se vendió por millones. Debido a las conclusiones científicas no perdido vigencia. Como tampoco las apelaciones del Papa Francisco.

En Argentina, un estudio de la Universidad Católica revela que el 32,9% está en situación de pobreza y el presidente Macri lo reconoció luego de la publicación de este informe.

En Venezuela, es también la Universidad Católica la que lidera confiables mediciones las cuales, hace menos de un mes, arrojaron resultados devastadores resumidos en una cifra alucinante y avergonzante para un país petrolero: tenemos dos veces más pobres en el lapso de un año. Mientras tanto, la opción del gobierno es maniatar a Cáritas y prohibir la entrada y distribución de ayuda internacional.

Latinoamérica acaba de vivir un período de crecimiento económico inusitado en la historia de la región: el boom de los commodities. Ello permitió una fuerte expansión en los servicios educativos, de salud y de infraestructura. Un buen ejemplo es Perú, que llegó a los titulares internacionales gracias a la exitosa lucha contra la exclusión lograda durante los últimos años. Según expertos, a pesar de todo eso, el Estado peruano es hoy, en términos relativos, menos poderoso que antes del boom. El problema es que todo ello no solo potenció la economía formal, sino también la economía ilegal.

El presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, reconoció hace días que su campaña electoral en 2010 recibió financiación ilegal de la empresa Odebretch – de escandaloso trayecto por el continente- y pidió perdón por el bochorno del que, dijo, no estuvo informado.

El Papa Francisco aterrizará en Bogotá sobre las 4:30 de la tarde en un avión de Alitalia el próximo 6 de septiembre y la Iglesia se blinda: el cardenal Salazar ha dicho que la visita será fundamentalmente apostólica y que se financiará exclusivamente con donaciones.

Paraguay es otro país con dinamismo económico sorprendente en los últimos tiempos pero, según datos de la oficina de Drogas y Crimen de las Naciones Unidas UNODC , Paraguay se ha convertido en el primer productor de marihuana del mundo y por sus fronteras con Brasil, Bolivia y Argentina no solo pasa droga, sino una variedad de productos. La trata de personas también es frecuentemente denunciada, y tiene a varios países de la región como destino frecuente.

Un negocio muy peculiar se ha convertido en jugoso: los automóviles que son robados en Argentina e ingresan a Bolivia por pasos fronterizos legales, como vehículos de turistas. Este negocio, de acuerdo a investigación de Matías Dewey, prospera gracias a la exitosa cooperación entre la policía, las bandas de ladrones y la actividad política en ambos países.

Gran parte de las ciudades colombianas y mexicanas se guarecen en la “tranquilidad social” conseguida a través de la cooperación y convivencia del sistema político-institucional con el crimen organizado. Pero la experiencia demuestra que puede ser muy efímera: las tasas de homicidos y la escalada de la violencia es pavorosa.

En este Continente, la izquierda se inclina a proclamar que la delincuencia es una consecuencia de las condiciones de pobreza en que vive parte significativa de la población y la derecha apela a políticas de “mano dura”.

Ninguna de las dos cosas funciona: la criminalidad organizada se ha vuelto más presente en América Latina en el contexto de un fuerte y significativo crecimiento económico y de una expansión sin precedentes y, en países como Brasil, las políticas duras, implementadas en los años 70, generaron las cárceles de donde salieron las más temibles organizaciones criminales.

Ecuador tampoco viene mal con su economía, lo que amortiguó los excesos autoritarios de Correa; pero su nave comenzó a perder altura cuando la corrupción minó su fuselaje.

Asegura Carlos Sánchez Berzaín, Abogado, politólogo y Director del Interamerican Institute for Democracy, que la decisión del mandatario ecuatoriano al destituir al Comandante del Ejército, respondió a la estrategia de “mantener *abierto el camino y controlado el aparato para ejecutar el fraude electoral en la segunda vuelta, el 2 de abril próximo, que le permita retener el poder y asegurarse impunidad”.

Nicaragua es la cara más dramática de una Centroamérica donde proliferan las denuncias, a pesar de la holgura económica que Ortega puede exhibir y que lo mantiene en el poder, aun saltándose todos los supuestos de la gestión democrática.

Si revisamos Chile, conocedores de la realidad sociopolítica del país argumentan que existe una amenaza ignorada por el sistema político, una amenaza igual de grave que aquella alojada en la parte alta del sistema, donde grandes empresarios compran leyes financiando parlamentarios o candidatos presidenciales. Se trataría de una amenaza “por abajo”: el crimen organizado y su capacidad de sobornar policías y autoridades locales, para crear zonas “liberadas” donde florece el tráfico de personas, drogas y bienes falsos o robados.

Esta interacción entre el crimen organizado en la región, y sus interacciones con los sistemas políticos nacionales, así como los déficits de las instituciones de la democracia liberal, incluyendo a las alternativas que se venden como las más populares para producir gobiernos eficaces y legítimos en el mundo contemporáneo, constituyen los peligros más serios para la gobernabilidad y la sustentabilidad del progreso. Nos condena a la inestabilidad y, eventualmente a la miseria que se agazapa detrás de éxitos espasmódicos y grandes concentraciones de riqueza sin utilidad social.

El Papa ha visto claro y pone el acento en los temas neurálgicos. Con razón sus fuertes y constantes apelaciones a quienes tienen poder. De la corrupción –ha dicho- que es “un proceso de muerte… cuando la vida muere, hay corrupción”. Este flagelo, denunció el Santo Padre, “se ha vuelto natural, al punto de llegar a constituir un estado personal y social ligado a la costumbre, una práctica habitual en las transacciones comerciales y financieras, en las contrataciones públicas, en cada negociación que implica a agentes del Estado.

Es la victoria de la apariencia sobre la realidad y de la desfachatez impúdica sobre la discreción honorable”….“Las formas de corrupción que se necesita perseguir con mayor severidad son aquellas que causan graves daños sociales, sea en materia económica y social…como en cualquier tipo de obstáculo que interfiere al ejercicio de la justicia con la intención de procurar la impunidad de los propios delitos o de terceros”.

Llegó a comparar la corrupcón con el mal aliento: “Difícilmente quien lo tiene se da cuenta. Son los otros quienes se percatan y deben decirlo. Por tal motivo, difícilmente el corrupto podrá salir de su estado” a través de su conciencia. Y sentenció: “La corrupción es un mal más grande que el pecado. Más que ser perdonado, este mal debe ser curado”.

No dejó, sin embargo, de incluir la esperanza: “Sin embargo, el Señor no se cansa de llamar a las puertas de los corruptos. La corrupción no puede contra la esperanza”.

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