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¿Por qué escondemos las emociones?

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Caia Image | Getty Images

Karen Beattie - publicado el 16/03/17

La principal causa de divorcio es la falta de comunicación.

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Ocurrió poco después de nuestra boda. Estábamos sentados en un restaurante al lado de una pareja de mediana edad. De buena apariencia, bebían un buen vino, pero sorprendentemente durante toda la tarde no se dijeron más que dos palabras.

Se les veía solos y aburridos. Francamente, parecían unos desgraciados. “Espero nunca terminar así” – le susurré a David entre risillas, dándole un ligero codazo. Pero aquella escena me hizo pensar que ¿y si dentro de diez años íbamos a ser como ellos?

De hecho, diez años más tarde, nos encontramos en el diván de la consulta de un terapeuta, tratando de encontrar la manera de comunicarnos mejor.

En la primera década de nuestro matrimonio hubo mucha alegría, éramos felices, pero también superamos muchos desafíos, incluyendo la pérdida de puestos de trabajo, siete años de esfuerzos para concebir un hijo y la lucha contra el cáncer.

Durante estas crisis llenas de emociones extremas nos distanciamos el uno del otro. Llegamos al punto de no soportarnos.

Después de una discusión, mientras volvíamos de la visita navideña con mi familia, ambos sabíamos que era hora de ir en busca de ayuda.

No queríamos que nuestro matrimonio acabara en divorcio. Cuando nos casamos, hicimos una promesa y queríamos hacer todo lo posible por mantenerla.

El distanciamiento

Durante los primeros meses del compromiso no nos viene a la cabeza que alguna vez podamos alejarnos el uno del otro, a compartir todos los detalles del día. Y entonces, la vida nos abruma.

Rápidamente me di cuenta de que David y yo no éramos la única pareja que lo estaba experimentando. Los matrimonios exitosos lo son a veces sólo en apariencia, cuando en realidad se componen de dos personas independientes que cada día tienen sus éxitos, pero no hacen nada juntos. Ya no están involucrados emocionalmente, no son compañeros, ni tan siquiera amigos.

No es sorprendente que la principal causa de divorcio es la falta de comunicación. Si los cónyuges no hacen nada con ello, se crea rápidamente un muro entre ellos, que el psicólogo estadounidense John Gottman, llamó el efecto stonewall. Afortunadamente, David y yo nos dimos cuenta del problema antes de llegar al punto de no retorno.

Cuando las parejas dejan de compartir las emociones, llenan su vida de otras cosas: abuso de sustancias, amoríos, adicción al trabajo.

Hay muchas razones por las que las parejas dejan de comunicarse, pero el miedo a mostrar las emociones es uno de los más grandes.

Cuando decidimos admitirlo, corremos el riesgo de ser lastimados. Y cuando reconocemos los sentimientos profundos y la pareja los rechaza – esto duele.

Tenemos miedo al rechazo, y si habíamos experimentado algo similar en la infancia, más aún nos cuesta abrirnos. Como dice el psicoanalista británico, Donald Winnicott – Lo que más miedo nos da es lo que ya vivimos alguna vez.

La cosa más importante que los adultos se pueden dar es escucharse el uno al otro y procurar que la pareja entienda lo que se le está tratando de transmitir. No tenéis que estar siempre de acuerdo, pero debéis crear la sensación de que escucháis y entendéis vuestras palabras. Durante la terapia, David y yo, nos dimos cuenta que durante nuestras discusiones dejamos de contarnos el uno al otro lo que sentimos y dejamos de escuchar lo que siente el otro.

Las emociones eran demasiado grandes y los sentimientos demasiado abrumadores. Es por eso que empezamos a esconder todos esos sentimientos muy en el fondo, donde despertaban resentimiento y enojo y los íbamos derramando sobre nosotros en cualquier ocasión. Cuando aprendimos a nombrar estas emociones, a compartirlas, nos empezamos a escuchar realmente el uno al otro, y nuestro matrimonio comenzó a funcionar mejor.

El cambio de trayectoria es lento

Comiendo juntos, siempre le preguntaba a David: – ¿Cómo te ha ido hoy? – Muchas veces lo era todo. – Esta pregunta no es suficiente para mejorar realmente la relación – dice Stephanie Whitman de Chicago, una terapeuta de pareja con licencia. – Tenemos que hablar de otra manera. Es importante no sólo hablar de los acontecimientos del día, sino también de las emociones que causaron en nosotros. Y esto no es fácil. Tenemos miedo de oír: “Es ridículo” o “Eso no cuenta”. –

Todo el mundo tiene miedo de que salga a la luz lo oscuro y que se den cuenta. Es por ello que no mostramos nuestro verdadero “yo” a nuestro compañero – escribe Parker Palmer en su libro “A Hidden Wholeness: The Journey Toward an Undivided Life” (San Francisco: Jossey-Bass, 2004).

Cuando no queremos admitir los sentimientos ante la persona más cercana a nosotros ni ante nosotros mismos, no estamos viviendo plenamente.

Si no nos arriesgamos, nunca construiremos una relación profunda, íntima, y no disfrutaremos como pareja.

¿Cómo conversar pues, para evitar la deriva de nuestra relación, para vivir plenamente? ¿Cómo podemos superar grandes divisiones emocionales que nos hacen sentir solos y aislados?

El punto de partida es una simple pregunta sobre cómo ha ido el día – insiste el terapeuta, Janiel Ruiz. – Esta simple pregunta es un intento de comunicación, pero para que ésta se produzca realmente, necesitamos profundizar la pregunta y pedir no sólo que nos relate cómo ha ido el día, sino también las emociones causadas por los acontecimientos de ese día.

Siempre sé cuando David ha tenido un mal día. Cuando suspira mientras me contesta y a continuación mueve la cabeza. Ahora lo tomo como una señal para saber más acerca de lo que ha sentido hoy.

Es importante decirle a tu pareja qué emociones y sentimientos despierta su historia en ti. Podría ser algo como: Estoy muy orgullosa de ti, que tan bien hayas resuelto ese problema en el trabajo o: Cuando pasas tiempo con nuestra hija, estoy agradecida de que tenga un padre tan maravilloso.

– Al compartir las experiencias del día, lo que realmente haces es llenar un hueco que hay entre vosotros – dice Ruiz. – La pareja comienza una danza emocional. Las palabras dejan de ser una comunicación ordinaria y se convierten en una ventana a través de la cual se puede ver el interior del alma de alguien. Son también el modo de conocer a la otra persona y decirle lo que sentimos hacia ella.

Aprendemos a hablar de nuevo

Si estás en una relación y no recibes de tu pareja lo que esperas, estás deprimida. A menudo ni siquiera puedes explicar lo que ha hecho sufrir. Y así se crea un círculo vicioso.

La aversión comienza a acumularse, y tú te encierras en ti mismo. En lugar de hablar abiertamente de vuestros sentimientos, os empezáis a culpar. El uno al otro. – Deja de culpar al otro – aconseja Whitman. – Mírate a ti mismo. Pregúntate, ¿qué sientes? ¿Cómo vas a reaccionar la próxima vez cuando alguien comparta contigo sus emociones?

Y una cosa muy importante: hablando, no te olvides de utilizar la primera persona, por ejemplo: di “yo”, habla de ti mismo -, añade. – Si inicias la conversación con la palabra “tú”, puede ser una señal de que culpas al otro.

Comenzando la conversación con un “yo”, le damos a la pareja la oportunidad de poner de forma automática su propia empatía – dice Whitman. – Entonces no hace falta explicarle de qué manera se tiene que identificar contigo – agregó.

Ahora, cuando David y yo cenamos juntos, hablamos todo el tiempo. Y cuando estamos en silencio, no es incómodo, ni aburrimiento, no lo sentimos como el rechazo o el distanciamiento. Es el silencio de dos personas que tienen una gran batalla a sus espaldas. De las personas que lucharon por su matrimonio, y en la actualidad comparten la gratitud por el trabajo duro y la perseverancia. Y porque por fin estamos en el camino correcto.

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