Su gran aprecio por la naturaleza dice mucho de ellosEn los Estados Unidos hay una expresión, the great outdoors, que hace referencia por lo general a la naturaleza y a hacer excursiones al aire libre. A menudo conlleva escapar de la “trampa” de la ciudad y salir a disfrutar un paseo, del senderismo o un fin de semana lejos de las distracciones de la vida urbana.
Por otro lado, si quieres una perspectiva más humorística de esta expresión, puedes ver la película The Great Outdoors [cuyo título se tradujo como Dos cuñados desenfrenados], protagonizada por Dan Aykroyd y John Candy.
La necesidad de que nos dé el aire fresco se ha ido volviendo cada vez más imperiosa durante las últimas décadas, dado que las personas cada vez pasan más tiempo en interiores y apenas ven la luz del día. De hecho, según la Agencia de Protección Ambiental de EE.UU. (EPA), los estadounidenses pasan una media del 93% de su vida bajo techo.
El gran inconveniente de este dato es que, encerrados en nuestros entornos artificiales, no estamos disfrutando de los beneficios naturales de experimentar todo lo que puede ofrecernos la vastedad de la naturaleza.
Hay “investigaciones que han demostrado que pasar largos periodos rodeados de naturaleza tiene beneficios tanto físicos como espirituales”.
No solo ha probado reducir la depresión y el estrés, sino que también mejora nuestro comportamiento hacia los demás.
Otro estudio descubrió que los “pacientes con vistas a árboles toleraban mejor el dolor, mostraban menos efectos negativos según las enfermeras y pasaban menos tiempo en el hospital”.
Incluso se ha demostrado que el “contacto con la naturaleza influye positivamente en la presión sanguínea, el colesterol y la perspectiva de la vida”.
Muchos santos han sentido un gran amor por el aire libre y aprovechaban cualquier oportunidad para disfrutar de la naturaleza.
Aquí recogemos cinco ejemplos con la confianza de que te inspire a pasar un poco más de tiempo con la creación de Dios, apreciando el mundo que ha creado para nosotros.
Beato Pier Giorgio Frassati
Frassati era un apasionado de la montaña. Según escribió a un amigo: “Cada día que pasa me enamoro perdidamente de las montañas; su fascinación me atrae”. A Frassati le encantaba escalar y esquiar con sus amigos y a menudo buscaba los picos más altos.
Durante su breve vida, Frassati fue miembro del “Club Alpino Italiano y escaló el Grand Tournalin (3.379m/11.086ft), la Grivola en el Valle d’Aosta (3.969 m/13.022 ft), el Monvisto (3.841 m/12.602 ft), el Ciamarella (3.676 m/12.060 ft), el Bessanese (3.532 m/11.588 ft)” y otros picos más pequeños.
Probablemente es famoso por una frase que escribió en una fotografía de él subiendo una montaña: Verso l’alto (hacia lo más alto).
Te puede interesar:
Pier Giorgio Frassati en un vistazo
Después de su muerte, se convirtió en una frase asociada a su constante deseo de santidad y de alcanzar el objetivo de la vida eterna.
San Juan Pablo II
En 1954, el padre Karol Wojtyla recibió una condecoración por turismo de senderismo de manos de una organización local en Polonia. Wojtyla ganó esta medalla por hacer senderismo a pie en múltiples ocasiones durante ese año, un total de 166 km. Más de la mitad de estas excursiones las completó durante el invierno (1 de noviembre – 31 de marzo).
Te puede interesar:
Juan Pablo II en imágenes, como nunca antes lo habías visto
Durante el resto de su vida, Juan Pablo II siguió yendo de caminata, a hacer esquí y rutas en kayak con grupos de amigos, como sacerdote, obispo, cardenal y papa. Incluso se escabullía del Vaticano para hacer esquí, ¡al menos 100 veces!
Ni que decir tiene que Juan Pablo II amaba la naturaleza.
San Huberto
Designado obispo de Lieja, Bélgica, en el 708, Huberto es famoso por su historia de conversión y una leyenda relacionada con una visión que tuvo mientras cazaba un ciervo. Durante su juventud, Huberto se pasaba los días de caza e incluso se saltaba los servicios de la iglesia.
El Viernes Santo de cierto año, mientras los fieles asistían a los servicios, Huberto perseguía a un soberbio venado.
Después de acercarse al ciervo, el animal se giró hacia él y, según narra la leyenda, vio un crucifijo entre sus astas y escuchó una voz que le decía: “Huberto, si no vuelves al Señor y llevas una vida santa, irás al infierno”.
Entonces Huberto se postró y dijo “Señor, ¿qué quieres que haga?”. A lo que Dios repuso: “Ve y busca a Lamberto y él te indicará”.
Huberto fue a buscar a san Lamberto, quien lo instruyó y lo puso en el camino de la santidad. San Huberto es considerado santo patrón de los cazadores y también es conocido por fomentar prácticas éticas de caza, tratando a los animales como parte de la creación de Dios.
San Bernardo de Menthon
Después de ser ordenado sacerdote, Bernardo predicó a las gentes que vivían en los Alpes y fundó tres hostales dirigidos por los Canónigos Regulares de la Congregación Hospitalaria del Gran San Bernardo, que extendieron la hospitalidad del santo a los viajeros que atravesaban las montañas.
Los canónigos de los hostales también buscaban a las personas atrapadas durante intensas tormentas de nieve.
Con el tiempo, los canónigos criaron perros que les ayudaron en sus operaciones de búsqueda y rescate. Eran entrenados para atravesar la nieve profunda y rastrear a personas perdidas.
Esta raza de perros terminaría por llamarse san Bernardo en honor del fundador del albergue y de la organización religiosa. San Bernardo es el santo patrón de montañeros, esquiadores, mochileros y de los Alpes.
Te puede interesar:
¿Por qué los perros San Bernardo se llaman así?
San Francisco de Asís
Cada vez que se piensa en un santo a quien le encantara el aire libre, san Francisco de Asís salta irremediablemente a la mente. A menudo se le recuerda por predicar a los pájaros, domesticar a un lobo y componer un himno a la creación.
Su amor por la creación inspiró la encíclica del papa Francisco Laudato Si’, en la que el Papa ensalza a san Francisco como ejemplo para todos por su cuidado de la creación.
“Su reacción era mucho más que una valoración intelectual o un cálculo económico, porque para él cualquier criatura era una hermana, unida a él con lazos de cariño. Por eso se sentía llamado a cuidar todo lo que existe. Su discípulo san Buenaventura decía de él que, ‘lleno de la mayor ternura al considerar el origen común de todas las cosas, daba a todas las criaturas, por más despreciables que parecieran, el dulce nombre de hermanas’”.