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¿Cómo distinguir un Estado democrático de otro que no lo es?

President Trump Departs White House for Philadelphia

US President Donald Trump salutes as he boards Marine One for his first trip to Philadelphia as President, on the South Lawn of the White House January 26, 2017 in Washington, DC. / AFP PHOTO / Brendan Smialowski

Salvador Aragonés - publicado el 27/02/17

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Hoy muchos países o regímenes políticos se autodenominan “democráticos” e incluso “populares”. ¿Pero son realmente democráticos y populares? Democracia, palabra que procede de la antigua Grecia, significa gobierno del pueblo. Hay unos pocos estados que no se consideran democráticos como el caso de Arabia Saudí y los países del Golfo Pérsico, ricos en petróleo e islámicos.

El adjetivo de “popular” se utilizó en buena parte de los estados comunistas tras la segunda Guerra Mundial, sobre todo europeos, para contrarrestar al “imperialismo”. Pero no todas las repúblicas populares son comunistas, como el caso de Bangladesh.

Hoy todavía quedan repúblicas “populares” en pleno siglo XXI, como son la República Popular China y la República Popular Democrática de Corea (del Norte), por ejemplo. Son países herederos de una colonización ideológica de la antigua Unión Soviética que o son dictatoriales o al menos muy autoritarios (Laos, Argelia, Mongolia, Camboya, etc.). Hicieron “su” revolución. Decía Aristóteles que «en las democracias, las revoluciones son casi siempre obra de los demagogos».

La palabra democracia ha sido tergiversada en favor de intereses poco o nada democráticos. Es el caso de los países comunistas donde gobierna o ha gobernado un partido único el cual impartía la patente de “democracia” a todo lo que se hacía él. Por ejemplo la sanidad o la educación o los aeropuertos eran gestionados “democráticamente” si estaban controlados por los comunistas, y si lo gestionaban otros no eran “democráticos”. Son los totalitarismos de izquierdas: todo, incluso la conciencia de las personas, tenía que pasar por el filtro del partido que está y estaba incrustado dentro del aparato del Estado al que controla.

Entonces, ¿quiénes son los estados o sistemas de gobierno realmente democráticos? Son democráticos todos los sistemas que respetan las libertades, los derechos fundamentales y la dignidad de las personas que viven en un Estado de Derecho.

¿Qué es el Estado de Derecho? Es cuando en un Estado impera el derecho, las leyes, ejecutadas y elaboradas por tres poderes, como estableció Montesquieu: el equilibrio de los poderes. Estos tres poderes son: el poder legislativo (las cámaras que elaboran las leyes y son elegidas por el pueblo), el poder ejecutivo (el Gobierno que emana del legislativo) y el poder judicial, independiente de los dos anteriores.

No es muy difícil detectar si un estado es o no democrático. Más allá de teorías jurídicas y de las leyes, la democracia en un país se mide con los hechos, o mejor dicho con los valores que practica. Puede tener una constitución muy democrática, pero si no se aplica de nada sirve.

Por eso hay que comprobar si un país contempla en su legislación –y aplica- las libertades y derechos fundamentales de las personas y de las sociedades intermedias: libertad de pensamiento, de expresión, de religión, de conciencia, de manifestación, de enseñanza (una pluralidad de modelos educativos para que los padres puedan elegir), de asociación, derecho a no ser detenido sin causa, derecho de los ciudadanos a elegir a sus representantes en el Estado a cualquier nivel, etc.

Los países democráticos promueven la paz y el bienestar de los pueblos y deben luchar realmente contra la corrupción que es la lacra más grave en estos países.

En los estados democráticos los ciudadanos, todos, son iguales ante la ley, sin distinción de raza, religión, lengua, origen social, etc. El Estado debe respetar también a las minorías y ejercer la solidaridad entre todos los pueblos y procurar una justicia social que se ocupe de la dignidad de los más débiles (pobres, enfermos, huérfanos, disminuidos…) porque ellos son personas iguales a los demás.

Hay muchas maneras de ejercer la democracia, y se puede acentuar más un valor que otro, como así ocurre, pero los valores básicos, como son el respeto a los derechos y a la dignidad de las personas, deben ser defendidos por el Estado.

Un estado democrático no es un estado perfecto, porque está dirigido por hombres que pueden equivocarse -y de hecho se equivocan- pues como dijo Winston Churchill «la democracia es el menos malo de los sistemas políticos». Desde el Estado y desde las organizaciones políticas, no se fomenta el odio, ni el racismo, sino la concordia y la tolerancia. Los que fomentan el odio y el racismo son castigados por la justicia.

Por otro lado, los estados democráticos alardean poco de democracia porque la tienen en sus instituciones. Sin embargo, organizaciones políticas que hablan demasiado de democracia significa que tienen carencias democráticas, y su falta de democracia la quieren llenar con las palabras y no con los hechos.

Por ejemplo, la gran mayoría de países europeos y americanos no alardean de su democracia, porque esta se considera consolidada. ¿Se puede decir lo mismo de los Estados Unidos en la era Trump de la posverdad y de los muros entre los pueblos? Trump no ha hecho más que empezar y tiene problemas para ejercer el poder. Un Estado no es una empresa. Un Estado democrático no se puede dirigir en un plis-plas.

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