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3 consejos para evitar peleas familiares de camino a misa

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Kzenon/Shutterstock

Sarah Johnson - publicado el 26/02/17

Un consejo especialmente útil: Quizá no es el mejor momento para decirle a tu cónyuge que tu madre vendrá de visita un mes

Por supuesto, todos tenemos las mejores de las intenciones para los domingos. Todos soñamos con dirigirnos a la iglesia como una familia decente, con los zapatos relucientes y las mejillas sonrosadas, bien perfumados por el relajado y hogareño desayuno de fin de semana, en armonioso trayecto hacia el templo de Dios.

Sin embargo, cuando las bombas verbales empiezan a explotar tan pronto nos subimos todos al coche, nadie parece sorprenderse. De alguna forma resulta tristemente inevitable, ¿no es cierto?

Pero no tiene por qué serlo. Mi marido, nuestros seis hijos y yo, gracias a Dios, cada vez tenemos menos incidentes depresivos pre-iglesia, porque hemos estado practicando las 3 “-ción”:

  1. Preparación 2. Oración 3. Respiración

Paso 1: Preparación

Busca un momentito en la tarde del viernes para pedir a Dios concretamente que vierta Sus gracias cuando estés preparándote junto a tu familia para la adoración dominical. Deja claro que estás solicitando ayuda precisamente para el esfuerzo de traer a tu familia ante Dios ese domingo. Las palabras de la oración importan poco; simplemente reza con sinceridad.

Luego llega la preparación práctica. La noche del sábado, decide con tu cónyuge una hora de salida concreta (y la conveniente hora para despertarse). Muchas disputas se originan por la tendencia de uno de los cónyuges a retrasarse. Pon fin a este problema sin tener que repartir culpas eligiendo una hora de salida que signifique que la familia llegue con 10 minutos de antelación. Por alguna extraña razón, a mi familia le resulta más fácil llegar antes de tiempo que justo a tiempo. No sé por qué, es un misterio, y precisamente el domingo es un día especial para celebrar misterios, así que dejémoslo como está.

También la noche del sábado, prepara la ropa y los zapatos, elegantes. Mete calcetines limpios en los zapatos. Ten medio organizado el desayuno, que sea solo cuestión de calentar y comer.

Antes de dormir, lee y conversa con tu familia sobre la lectura en la que se centrará el sermón del día siguiente. (Podéis encontrar las lecturas pasadas y previstas fácilmente en Internet, aquí por ejemplo).

Paso 2: Oración (otra vez)

Tan pronto abras los ojos el domingo por la mañana, da gracias por el día y pide ayuda divina específicamente con los detalles de la organización y transporte de tu tribu hasta las puertas de la iglesia. Repite la oración a lo largo de la mañana cuando surjan momentos de frustración, porque surgirán. La versión abreviada “Dios, ayúdame”, funciona muy bien.

Ahuyenta a Satán con tu intercesión. Satán no quiere que vayáis a misa y sisea encantado ocurrentes excusas en vuestro oído, para disuadiros. Cuando se presenten dificultades la mañana del domingo, recuerda el viejo dicho (y repítelo en voz alta para ti y para tu cónyuge): “Tenemos un enemigo, pero no somos nosotros”.

Paso 3: Respiración

Casi tan importante como la oración es la pausa para la respiración.

Domingo por la mañana, a 10 minutos de la hora preestablecida de salida, tu cónyuge expresa: “Estaba pensando en invitar a mi tía, con sus 11 hijos y 14 hámsteres, a que se vinieran a casa en verano durante un tiempo indeterminado. ¿Qué te parece, cariño?”.

Respira. No respondas nada. Espera un momento y di algo como: “Tenemos que salir en 10 minutos para la misa. Hablamos sobre eso cuando volvamos a casa, ¿vale?”. Si es tu hijo o hija adolescente quien pone en peligro la hora de salida pidiendo permiso para hacer nosequé con los amigos, usa la misma táctica. Está alerta en caso de que sean tus propios pensamientos los causantes de la distracción. (¿Por qué no han aprendido todavía estos niños a recoger sus zapatos? ¿Estoy fallando como educador/a?). Respira. Céntrate. Sigue adelante. Ya tendrás tu monólogo interior sobre educación cuando hayáis vuelto a casa. No en el camino a la iglesia. También están excluidos los temas conflictivos o ásperos. Estáis preparando un encuentro especial con Jesús. Mejor que os centréis en Él.

El papa Juan Pablo II nos enseñó que la Comunión es “fuente y culmen” de la vida cristiana. Si la Eucaristía es el culmen de nuestras vidas, deberíamos empezar con el rezo y la preparación de la misa bastante antes de despertar en la mañana del domingo.

No es necesario mucho tiempo u organización para marcar una diferencia inmensa.

¡Vamos a la iglesia!

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amor de parejafamiliamisaoraciónpaz
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