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Estoy divorciada y ahora no tengo pareja. ¿No puedo comulgar?

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Henry Vargas Holguín - publicado el 15/02/17
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La parte inocente de la ruptura matrimonial puede recibir la comunión como cualquier otra personaMe casé hace muchos años, pero mi esposo me engañó y nos separamos. Años más tarde nos divorciamos. Llevo 31 años sin vivir con él. Tuve algunos compañeros, pero desde hace cuatro años no convivo con pareja, vivo con mis hijas. Una de ellas me dice que sigo casada por la Iglesia y que no debería comulgar, que estoy pecando. Me he confesado muchas veces, el sacerdote conoce mi historia y nunca me ha dicho que no puedo comulgar. ¿Podrían orientarme?

 

No todas las parejas en situación irregular son iguales en cuanto a las causas, ni viven las mismas circunstancias ni tienen la misma fe. Por eso, la Iglesia invita a mirar caso por caso.

Por decir un ejemplo, “puede ocurrir que uno de los cónyuges sea la víctima inocente del divorcio dictado de conformidad con la ley civil; entonces no contradice el precepto moral. Existe una diferencia considerable entre el cónyuge que se ha esforzado con sinceridad por ser fiel al sacramento del matrimonio y se ve injustamente abandonado y el que, por una falta grave de su parte, destruye un matrimonio canónicamente válido” (Catecismo, 2386).

En este caso la parte inocente de la ruptura matrimonial tiene la misma posibilidad de recibir los sacramentos, recibir la comunión, que cualquier otra persona, bajo las condiciones habituales.

El sínodo de la familia (celebrado en los años 2014 y 2015) ha dicho que todas las parejas de casados por la Iglesia que viven en situación de irregularidad tienen la posibilidad, el derecho y hasta la obligación moral de interesarse por su alma. Para esto conviene acercarse al propio párroco e iniciar con él un diálogo, como has hecho tú.

Es por esto que “los presbíteros tienen la tarea de acompañar a las personas interesadas en el camino del discernimiento de acuerdo a la enseñanza de la Iglesia y las orientaciones del Obispo… Se trata de un itinerario de acompañamiento y de discernimiento que orienta a estos fieles a la toma de conciencia de su situación ante Dios. La conversación con el sacerdote, en el fuero interno, contribuye a la formación de un juicio correcto sobre aquello que obstaculiza la posibilidad de una participación más plena en la vida de la Iglesia y sobre los pasos que pueden favorecerla y hacerla crecer” (Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, 300).

 

Lee también: “Sí a los sacramentos, si los divorciados quieren cambiar pero no pueden”

 

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