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¿Cuándo la soledad nos destruye, y cuándo nos abre al mundo y a la gente?

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Kristina Paukshtite I Pixabay

Sylwia Krajewska - publicado el 15/02/17

De la primera nace la frustración, el descontento y el aislamiento creciente. Es la debilidad, el escape de uno mismo. El lado positivo de la soledad es el descubrimiento de uno mismo. Es la fuerza. ¿Cómo conseguir no rendirse a la primera y domesticar la segunda?

Cada uno de nosotros experimentó la soledad en algún momento de su vida. Y así, como todos somos diferentes, también ella tiene muchas caras. Para algunos es un estado de transición causado por circunstancias difíciles, para otros es un estado permanente que intoxica y destruye sus vidas.

Independientemente de si la soledad se ha instalado en nuestras vidas por un momento o por más tiempo, ésta puede tener dos formas – una saludable y otra destructiva. La forma que tenga depende en gran medida de nosotros mismos – de nuestra actitud y del consentimiento o no de aceptar la situación que estamos viviendo.

La aceptación trae el alivio. Provoca la relajación. Da la libertad y el consentimiento a lo que está en nosotros y alrededor de nosotros. Abre al mundo y a las personas. Su ausencia engendra la frustración, la tensión, el estrés, el dolor y la ansiedad. Lanza una serie de mecanismos de defensa, destinados a reducir el sufrimiento. Uno de ellos es el mecanismo de supresión, es decir, que deseo cambiar los pensamientos desagradables, las emociones o los comportamientos por otros más agradables. Por ejemplo, no pienso en la soledad, me rodeo de animales, cuido de ellos.

Cuándo se puede ver a través del silencio, comprenderse a uno mismo y comprender el pasado

Otro mecanismo es el de expulsión, es decir, hacer caso omiso de los deseos de relacionarse con los demás. Me olvido, por ejemplo, de los eventos familiares, reuniones con amigos, me aíslo.

El siguiente mecanismo de defensa es el mecanismo de la negación, es decir, pretender autoconvencerse de que la soledad no nos concierne aún.

La no aceptación de la soledad conlleva el riesgo de diversas formas de adicción. Sin embargo, éstas sólo aumentan el aislamiento, y esto a su vez puede conducir a una vida al margen de la realidad y a desconectarnos de nosotros mismos y del mundo que nos rodea. Una persona así experimenta a menudo la vergüenza, la culpabilidad delante de los amigos, sufre de falta de confianza. Es un camino directo hacia la soledad como un estilo de vida.

El hecho es que la vida a solas es más fácil, debido a que vivimos como nos gusta. Sin riesgo de herir a alguien, sin discutir o tener que comprometerse. Podemos ser nosotros mismos. Nadie nos limita, ni juzga, ni critica.

Por supuesto, se puede encontrar un gran valor en estar a solas con uno mismo. Al igual que en el silencio. A través de él se puede ver, desarrollar, aprender y entenderse a uno mismo. Se puede descubrir uno mismo de nuevo. Escuchar sus necesidades, explorar las pasiones y expectativas. Se puede vivir en armonía con uno mismo y tener tiempo para lo que es importante. Sucede que la gente elige la soledad conscientemente, en el nombre de una misión o una pasión, por ejemplo: los aventureros, navegantes, misioneros laicos.

La soledad nos permite organizar el pasado. También permite tener la visión realista del mundo de las relaciones, al margen de las emociones.

La soledad puede tener una dimensión positiva cuando nace desde el interior y de la conciencia de la necesidad de romper con las personas o el ambiente en el que vivimos. En este sentido, es un estado temporal. Cuando tenemos la necesidad de estar con nosotros mismos, para experimentar nuestros propios pensamientos, sentimientos, romper con los viejos patrones.

Elige una buena dirección

Pero la soledad también puede ser destructiva. Esto pasa cuando no damos el consentimiento a ella en nosotros mismos, cuando la percibimos como una situación sin salida. Esto puede conducir a la inestabilidad emocional. Entonces, las emociones dominantes son la impotencia, la tristeza y la resignación, y a veces incluso la depresión.

Sucede que nos entra el pánico y sentimos una tremenda ansiedad por el futuro, lo que podría dar lugar a muchas acciones impulsivas, por ejemplo: ir en busca de personas nuevas de manera desesperada, dedicar horas a los chats o sitios de citas en Internet para establecer una serie de relaciones superficiales y construir relaciones tóxicas – sólo para que haya alguien en nuestra vida.

Bajo la influencia del miedo entablamos relaciones con las personas que de otra manera nunca las aceptaríamos. A menudo actuamos en contra de nosotros mismos y de nuestro sistema de valores, por ejemplo: entramos en algunos grupos, sectas, comunidades, sólo para conocer a alguien, para estar en un grupo, para no sentir el vacío y la soledad. Convivimos con la gente que apenas conocemos y nos esforzamos en detenerlas a nuestro lado.

La naturaleza destructiva de la soledad no es más que una auto-mentira.

Hablamos mucho, pero no decimos nada sobre sí mismos, sobre nuestras verdaderas experiencias, necesidades, expectativas y preocupaciones. Todas estas actividades anestesian y ahogan nuestro vacío interior sólo por momentos.

Las acciones llevadas a cabo bajo la influencia de la depresión o del pánico, pueden ser arriesgadas o incluso peligrosas: entrar en un ambiente inadecuado, intentos de suicidio o el suicidio.

La soledad destructiva causa sufrimiento, la frustración, el resentimiento, el aislamiento y la disminución de la autoestima. Es una debilidad, escape de uno mismo.

El lado positivo de la soledad es descubrirse a uno mismo. Es una fuerza.

Vale la pena recordar que nosotros mismos somos los responsables de nuestras decisiones con sus correspondientes consecuencias. Mucho depende de nosotros mismos – podemos decidir si nuestra vida se encamina en la dirección correcta o en la destructiva.

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