La fe cristiana, cuando aparece en las películas, puede alcanzar o perderse. En ‘Jackie’, sin embargo, vemos algo más: una manifestación compleja y sincera de feLa religión está en todos los aspirantes al Oscar de este año. Las personas rezan alrededor de la mesa a la hora de la cena en Hidden Figures. Un personaje piensa que visitó el cielo en Fences. Oímos las llamadas a la oración islámica y vimos santuarios hindúes en Lion.
Y después en Jackie – una película que tiene una poderosa y conmovedora representación de fe.
La película nos lleva a través de las consecuencias trágicas del asesinato de John F. Kennedy en 1963. A través de los ojos de la glamurosa y triste viuda Jacqueline (interpretada por Natalie Portman) tenemos acceso a las salas sagradas del poder americano, viendo cómo lucha para preservar y rescatar el legado complicado de JFK.
Pero, naturalmente, Jackie es perseguida por la herida mortal que alcanzó a su marido. Vemos cómo ella limpia la sangre de su rostro en el baño del Air Force One, llorando incontrolablemente. Oímos cómo se rehusa a cambiar su traje rosa – “Deja que vean lo que han hecho”, dice. Aturdida, camina por los cuartos casi vacíos de la Casa Blanca, con una botella de vino en la mano. Está perdida, irritada, herida, sola, desesperada, intentando encontrar el sentido.
Y, eventualmente, casi renuente, vuelve al lugar donde al que la mayoría de nosotros hemos vuelto: su fe.
Al inicio de la película, su catolicismo parece más una hueca banalidad – algo para decirle a los niños, para ayudarlos a entender por qué papá no volverá a casa.
“Papá fue a ver a tu hermanito Patrick al cielo”, Jackie dice a sus dos hijos, Caroline y Jack Jr., al referirse al hijo que murió sólo dos días después de nacer. “No queremos que Patrick esté solito, ¿verdad?”.
Pero la propia fe de Jackie no es tan notable, tan segura. Aún sufre por Patrick. Ella no ve ningún punto cósmico en la muerte del marido. Cuando habla con un sacerdote (interpretado por John Hurt), está visiblemente enojada.
“Pienso que Dios es cruel”, dice ella.
“Ahora te estás liando”, responde el cura. “Dios es amor. Y Dios está en todas partes”.
“¿Dios estaba en la bala que mató a Jack?, Jackie responde.
Es terrible la paradoja del cristianismo. Si Dios es amor, ¿por qué Él no para los horrores? ¿Por qué Él no nos libra de ellos? Incluso cuando sentimos que descubrimos las respuestas a esas preguntas, las propias respuestas pueden ser enloquecedoras.
“¿Dios estaba en la bala?”
“Absolutamente”, dice el sacerdote.
“¿Y Él está en mí ahora?”, pregunta Jackie.
“Claro que sí”.
“Bien, Él juega un juego divertido, escondiéndose todo el tiempo”.
“El hecho de que no siempre entendamos no es divertido”, dice el sacerdote.
¿Podemos realmente conocer a Dios? ¿Podemos esperar entender todo lo que Él es o lo que Él hace? Claro que no. No es posible para nosotros. Pero incluso en medio de las tragedias de esta vida, podemos estar seguros de dos verdades fundamentales: Dios nos ama, y Dios está en control. Y Él nos ayuda incluso en los peores desastres. Como José dijo a sus hermanos en Génesis 50, “Aunque vosotros pensasteis hacerme daño, Dios lo pensó para bien” (Gn 50,20).
Jackie comienza a hablar con el sacerdote regularmente, cada conversación es aparentemente más profunda que la anterior. Él es honesto, a veces dolorosamente. Él mismo le comparte que él mismo a veces tiene también dudas religiosas. Él no ofrece simples banalidades, no responde a las angustias y la rabia comprensibles de Jackie. Sino que, cuando hablan, el sacerdote sigue regresando al misterio y la bondad de Dios.
Durante una de sus conversaciones, el sacerdote relata la parte de Juan 9, cuando Jesús y sus discípulos se encontraron con un ciego. ¿Había pecado el propio ciego? ¿Los padres de él? Jesús dijo que ninguno pecó, pero que era ciego para que las obras de Dios pudieran ser reveladas en él.
“Ahora, tú eres ciega”, dice el cura a Jackie. “No porque hayas pecado, sino porque has sido escogida. Para que las obras de Dios puedan ser reveladas en ti”.
Es difícil para nosotros mirar la obra de Dios en el asesinato de JFK. Imagínate para Jackie. Pero el filme sugiere que algo especial fue revelado a través de la viuda durante ese tiempo terrible: Su fuerza, su gracia, su capacidad de ayudar a una nación a expresar su propia tristeza monumental. “Tú eras madre de todos”, más tarde le dijo un periodista. “Todo el país asistió al funeral de principio a fin. Las personas se acordarán de tu dignidad y honestidad por décadas”.
La fe cristiana, cuando aparece en las películas, puede alcanzarte o perderse. En películas abiertamente cristianas, podemos sentir la sinceridad. En otras, el cristianismo puede tener personajes cristianos o ignorantes, pero la propia fe puede ser ineficaz.
En Jackie, sin embargo, vemos otra cosa – una compleja manifestación sincera de fe. No es una cura para todo. Con sus paradojas o frustraciones. Pero durante el transcurso de la película, descubrimos que la fe puede sostenernos en los tiempos más sombríos. Que incluso en momentos de tragedia inimaginable, Dios sigue estando ahí; Él sigue siendo amor. Y Él sigue trabajando en todas las circunstancias.