La devoción a Nuestra Señora de los Navegantes se remonta a la Edad Media, en la época de las Cruzadas, y está íntimamente vinculada al título “Estrella del Mar”.
En aquel tiempo, los cruzados atravesaban el Mar Mediterráneo rumbo a Palestina para proteger a los peregrinos y los lugares santos de los «infieles».
Teniendo en cuenta los peligros que enfrentarían, estos valientes hombres invocaban a la Santísima Virgen María con el nombre de “Estrella del Mar”, pues, bajo ese título, era conocida como la que protegía a los navegantes, mostrándoles siempre el mejor camino y un puerto seguro para su llegada.
Antes de las travesías, los navegantes participaban en la misa, en la que pedían la protección de Nuestra Señora de los Navegantes para enfrentar, con valor, los peligros del mar, las tempestades y los ataques de los piratas.
Con el inicio de las grandes navegaciones, por parte de los portugueses y españoles, y el descubrimiento de las nuevas rutas comerciales y tierras por el mundo, la devoción a la Virgen de los Navegantes creció aún más y llegó a tierras cada vez más lejanas.
Bajo este título, la Santa Virgen es la patrona de los navegantes y de los viajeros, y es también llamada Nuestra Señora del Buen Viaje.
El origen de la devoción a Nuestra Señora de los Navegantes
Esta devoción tiene su origen más remoto en el título mariano de “Estrella del Mar”. Hasta nuestros días, no ha sido posible datar con precisión y saber el origen de este título.
El himno litúrgico en latín “Ave maris stella”, que puede traducirse como “Ave, estrella de mar”, compuesto alrededor del siglo VII, atesta la antigüedad de la devoción a la Santísima Virgen bajo esta advocación. Sin embargo, no existe una unanimidad respecto a la autoría y a la fecha de la composición del himno litúrgico.
Santo Tomás de Aquino, el doctor Angélico, en su comentario El Saludo Angélico, dice que la Virgen María fue exenta de toda maldición y es bendita entre las mujeres.
Nuestra Señora es la única que suprime la maldición, trae la bendición y abre las puertas del paraíso. De ahí el nombre de María que significa “Estrella del Mar”.
De la misma forma que los navegantes son conducidos por la estrella del mar al puerto, los cristianos son conducidos a la gloria del Reino de los Cielos por María.
En una de sus memorables homilías, san Bernardo de Claraval, abad y doctor de la Iglesia, afirma que la Virgen María es comparada muy apropiadamente con una estrella, pues ésta da su luz sin alterarse, tal como Nuestra Señora dio a luz a su Hijo sin dañar su cuerpo virgen.
“Esta es efectivamente esa noble ‘estrella surgida de Jacob’, cuyo esplendor ilumina el mundo entero, que brilla en los cielos y penetra hasta los infiernos. […] Ella es verdaderamente esa linda y admirable estrella que tenía que elevarse encima del mar inmenso, resplandeciente de méritos, iluminando con su ejemplo”.
Patrona de los navegantes y los viajeros
La primera razón de la devoción a Nuestra Señora de los Navegantes, o Nuestra Señora del Buen Viaje, es obviamente su protección contra los peligros del mar, su auxilio en las tempestades.
Fue por ese motivo que esta devoción llegó, conjuntamente con los navegantes portugueses, desde la época del descubrimiento de Brasil el 22 de abril de 1500.
En aquel tiempo, las embarcaciones eran menores y no eran tan seguras como las actuales. Por eso, las personas que viajaban de barco no sabían si regresarían con vida. Además de eso, los recursos de navegación eran casi inexistentes.
Entonces, era muy común que los marineros se orientaran por el sol, durante el día; y por las estrellas durante la noche.
De esa forma, la “Estrella del Mar”, que es la Virgen María, se volvió la Señora de los Navegantes, que por ella se orientaban en las “noches oscuras” de sus viajes.
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