La fe que mueve montañas incluso tras las rejas; descubre el trabajo de un grupo de presos peruanosSus manos, alguna vez lo indujeron a arrebatar vidas, ahora llevan esperanza. Recluido tras las rejas de un penal, Hilario Ccama Canqui, bordó lentejuelas, y entrelazó finos hilos de los trajes multicolores que más de 500 bailarines lucen durante estos días en las festividades de la “mamita Candelaria” que se realiza en la región Puno, en la sierra sur del Perú.
Sentenciado a 16 años de prisión por homicidio Hilario busca redimir sus culpas. “Éste es un trabajo de fe y esperanza”. Él lo sabe muy bien. “Con esta labor quiero rendirle honores a la patrona de Puno”, confiesa el recluso para un diario local. Al salir de prisión ha decidido dedicarse a este arte manual.
Y es que detrás de cada puntada descansan los sueños de grandes empresarios. Máscaras, capas y matracas son algunos de los elementos que dan vida a los vistos atuendos elaborados por más de 700 reclusos del penal de Puno, exyanamayo. Los bordadores prometen marcar la diferencia cada año.
Detrás de las rejas también hay libertad
¿Qué es lo que hace que estos varones ofrezcan su trabajo para celebrar a la “mamacha de la Candelaria”?
Con la ilusión de convertirse en un microempresario “Teo”, tiene bajo su mando a varios presos a quienes adiestra con mucha paciencia, y es que es el mejor en este oficio dentro del penal.
Muchos de ellos aprendieron en las calles a trabajar con estos materiales. Una destreza artesanal, que además de poner la libertad en sus manos para crear, les permite abrirles las puertas de una nueva vida.
Morenadas, caporales, entre otras danzas del altiplano, forman parte del majestuoso espectáculo que a más de tres mil metros sobre el nivel del mar recibe a miles de turistas de diversas partes del mundo en una fiesta declarada patrimonio inmaterial de la humanidad por la UNESCO en 2014. Este es el escenario en el que se lucirán los trabajos de estos presos que han dejado volar su espíritu.
Producción exclusiva en talleres
Dedicado a moler el vidrio, Odeón Villafuerte lleva adelante el grupo de “careteros” o fabricantes de máscaras de diablo, elaboradas a base de fibra de vidrio. Él desarrolló éste oficio con el objetivo de prepararse para lo que será su fuente de ingreso, al recuperar su libertad.
Aún detrás de los barrotes, la fe se convierte en la mejor aliada de los reclusos. Son cuatro los talleres que producen entre 200 a 300 trajes que son entregados a sólo una semana de iniciarse el mes de febrero. Esta indumentaria son pedidos exclusivos de prósperos empresarios, no sólo de la zona sino también de otras regiones.
Gracias a esta labor miles de internos han logrado llevar un sustento a sus familias. El 80% de los reclusos se dedica a los trabajos de carpintería que dan vida a las matracas, mientras que 118 confeccionan los trajes de luces de una de las fiestas más tradicionales que expresa el fervor del pueblo puneño.
Los tres internos son las cabezas visibles de medio centenar de reos quienes por voluntad propia incursionan en la fabricación de trajes festivos. Todos ellos desean continuar con este oficio que aprendieron en la calle, y que ahora se ha convertido en su principal arma para mantener a sus familias.