Habla de temas muy relevantes, denuncia unas desgracias que debemos atender, pero irrita la forma tan simplista como lo haceCon la crisis de los refugiados que estamos viviendo, una película como Diré tu nombre parece de lo más pertinente. Dirigida por el actor y director Sean Penn y protagonizada por Charlize Theron y Javier Bardem, se plantea en un doble sentido. Por un lado, como la historia de amor en la doctora Wren Petersen (Theron) y el doctor Miguel León (Bardem); por otro lado, como el relato, en varios países, de la labor humanitaria de Médicos sin fronteras.
De este modo, Penn concibe Diré tu nombre de un modo clásico de superproducción en tanto a que busca que crear un contexto histórico –aunque sea muy reciente- dentro del cual se desarrolle una historia íntima, como es la imposibilidad según avanza el tiempo de que la relación entre la pareja consiga consolidarse. Y en ese proceso, va mostrando una cruenta realidad centrándose en varios países africanos asolados por la guerra y la pobreza, en busca de erigirse como una película de denuncia sobre lo que está sucediendo allí.
Aunque loable en su discurso y en sus ambiciones de denuncia, la película por desgracia no logra del todo sus propósitos. No al menos de una manera convincente. La historia de amor no acaba de tener la fuerza necesaria, y parece, además, transitar por derroteros diferentes, como si fuese una película aparte. Porque, Diré tu nombre, presenta ese problema: parece que en su interior cohabitan dos películas que nada, o poco, tienen que ver las una con la otra.
Si bien es cierto que, sobre todo llegado el final, Penn relaciona la imposibilidad de una relación entre los personajes debido a la diferente manera que tienen de concebir la ayuda humanitaria para cambiar la realidad del mundo: él piensa que solo se puede ayudar sobre el terreno y pensando en qué se puede hacer en cada momento, mirando al presente; mientras que ella, más inserta en la burocracia, piensa en un cambio más rotundo, sin negar, por supuesto, la visión de él.
A partir de ahí, Diré tu nombre tiene planteamientos interesantes, pero acaba naufragando por su exceso de simplicidad y por su búsqueda de concienciar mediante unas imágenes demasiado enfáticas y fáciles. De hecho, en ocasiones puede resultar incluso obsceno, no tanto por lo que muestra sino por la forma en que lo hace.
No se puede negar un cierto nivel de efectividad en el planteamiento de la película a la hora de transmitir el mensaje humanista de denuncia que Penn desea transmitir a través de Diré tu nombre y que tiene su clímax en el discurso final de la doctora Petersen, cuando hace hincapié en que los refugiados no son como nosotros, son nosotros.
Que no debemos mirarlos como personas abstractas, víctimas puntuales de unas desgracias, sino como seres humanos como nosotros y, por tanto, se debe atender su problemática porque también nos puede pasar a nosotros en cualquier momento. Para llegar a ese discurso, la película transita por unas imágenes crudas, con algunos momentos conseguidos, con otros demasiados subrayados.
Diré tu nombre habla de temas muy relevantes para nuestro presente, denuncia unas desgracias que debemos atender, pero irrita sobremanera la forma tan simplista como lo hace. Debemos, no obstante, aplaudir la ambición y el deseo de poner en pantalla esa problemática e intentar que el espectador salga de la sala un poco más concienciado, pero la historia de amor, que roza en determinados momentos la manipulación emocional, como también lo hace con el discurso político-social, desvía demasiado la atención de lo importante. Aunque, cuando se centra en ello, tampoco es capaz de ir más allá de lo obvio.