Falta de autoestima, dificultad para desarrollar ideas, pánico escénico…. Aprende a afrontar las dificultades La mayoría de los especialistas en la oratoria, que han publicado trabajos sobre “el arte de hablar en público”, coinciden en una serie de principios que siempre deben ser tenidos en cuenta por quién quiere llegar realmente con su mensaje a distintos públicos, ya sea en una conferencia o a través de un medio de comunicación masivo.
El presente artículo es fruto de un taller de Radio ecuménico para comunicadores cristianos, pero se aplica a otros medios y formas de comunicar la fe. Antes de detallar estos principios, creemos necesario tomar conciencia de algunos obstáculos para la comunicación que es preciso enfrentar.
Cuatro grandes dificultades
Falta de lenguaje: Si la cantidad de palabras que una persona maneja son pocas, poca será su capacidad para poder expresar ideas y sentimientos. Cuanto más aumente su vocabulario, mayor capacidad para comunicar lo que piensa y siente, para interpretar a sus interlocutores y para evitar la clásica superficialidad de quién no tiene contenido, porque tampoco tiene lenguaje para expresarlo.
La respuesta: Más lectura. Cuanto más tiempo se dedica a la lectura, mejora y aumenta el vocabulario, y se crece en profundidad de análisis. Solo leyendo titulares y frases descolgadas no se crece y los análisis son pobres, no agregan nada, solo repiten, no dan contexto suficiente, y la interpretación de noticias es opinología barata y superficial que aburre porque no dice nada que impacte a la audiencia o le agregue luz sobre sobre el análisis.
Cuando en una clase o en un programa radial se va a explicar un tema del cual solo se leyeron vagas informaciones, quien habla no será escuchado con respeto ni con interés.
2. La falta de autoestima: La dependencia de la opinión ajena, la hipersensibilidad a la crítica, la necesidad de colmar expectativas ajenas, la autorreferencialidad y la preocupación por la propia imagen son síntomas de una baja estima de sí mismo, que suele perjudicar al comunicador y obstaculizar su mensaje. Así surgen personas que se “enamoran” de su propia voz, pero no les interesa el que escucha, o personas que todo lo refieren a sí mismos. La baja autoestima también puede llevar a la persona a montar un personaje ficticio al hablar, impostando la voz de un modo artificioso, o por el nerviosismo se bloquean en su expresividad. El tono de la voz expresa la autoconfianza o la inseguridad.
La respuesta: Crecer en la aceptación de uno mismo y la autoconfianza. La autoestima también nos hace humildes, capaces de reconocer cuando de algo no sabemos y no sentir inseguridad por ello. Las personas más seguras de sí mismas, son las más humildes: no necesitan demostrar nada y se muestran tal como son, con naturalidad y confianza.
3. La falta de empatía: La capacidad de “ponerse en los pies de otro” nos conecta con los sentimientos y pensamientos de quién nos escucha. Quien habla priorizará a quién lo escucha, no a sí mismo. Porque si no hay empatía, por egocentrismo se piensa que los demás deben pensar y sentir como uno, y se habla como si los oyentes fueran clones de uno mismo, y es muy difícil adaptarse a otros modos de pensar, sentir y ver la realidad. Esto influye en los temas de interés: no todo lo que a mí me gusta o me parece importante, lo es para quienes me escuchan. Quienes no tienen empatía no tienen perspectiva de la diversidad de intereses y sentimientos. Lo que a otro le hace sufrir a mí puede parecerme una estupidez, o lo que para mí es grave, para otro puede ser normal.
La respuesta: Ampliar el horizonte. Interés auténtico en el otro. Dedicar tiempo a la escucha de los otros. La empatía se desarrolla por el amor que se descentra de nuestro propio ego. Conocer el corazón y el pensamiento de los demás, nos ayuda a saber hablar llegando a todos. La calidez y la cercanía en el hablar solo brotan de un corazón auténtico a quién le importa su interlocutor.
4. Los propios miedos: Cada uno tiene miedos interiores de su propia historia y personalidad, con los que se enfrenta cuando habla en público. De allí que ser consciente de ellos es el primer paso para superarlos.
La respuesta: “El amor echa fuera el miedo”. La experiencia de sentirse amado y aceptado por Dios es la victoria sobre los miedos. La aceptación de sí mismo es su consecuencia más directa y necesaria, siendo generador de confianza y seguridad en los demás.