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Mira al corazón, no solo lo de fuera

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Carlos Padilla Esteban - publicado el 01/02/17
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Cada vez que experimento mi fragilidad busco la compasión de DiosJesús mira la belleza escondida en mi corazón. Busca lo bueno que hay en mi interior: “Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán los Hijos de Dios”.

Quiero ser misericordioso. Y tantas veces me asusta la misericordia. Acabo pensando que la misericordia excesiva despierta en los hombres la ambigüedad. Es como si todo valiera. Desaparece el esfuerzo y la lucha. Lo objetivo.

La misericordia me parece confusa. Como si dieran igual las opciones de vida que tomo. Y no importara tanto mi fidelidad diaria en lo pequeño.

Pero no es así. Un corazón misericordioso es un corazón pobre, abierto. Un corazón en el que caben todos. Un corazón que no rechaza, no juzga, no condena.

Me gusta ver la misericordia como mi camino de salvación. Alcanzaré misericordia si soy yo misericordia. Si acojo a todos. Si no juzgo ni condeno.

Cada vez que experimento mi fragilidad vuelvo mi mirada a Dios. Busco sus ojos. Busco su compasión. Quiero ser así. Tal como Dios es conmigo. Me queda claro: El reino de Dios se hace presente donde las personas actúan con misericordia”[1].

Y como decía el papa Francisco: “Estamos llamados a vivir de misericordia, porque a nosotros en primer lugar se nos ha aplicado misericordia”.

Jesús quiere que sea misericordioso con otros. Ese es el camino de la felicidad. Recibir el amor de Dios y darlo de la misma forma, con compasión. Mirando al corazón del otro, no lo de fuera.

Jesús me propone ser como Él. Pasar por la vida como Él pasó. Confía en mí, eso siempre me impresiona. Me regala un camino interior precioso. Ser amado tal como soy. Y amar así a otros. Los pobres, los despojados, los perseguidos. Ellos son el tesoro del Reino. Los primeros, los elegidos, los amados.

Bienaventurados los limpios de corazón. Quiero tener un corazón puro. Necesito una mirada limpia. Una forma inocente de enfrentar la vida. Me da miedo perder la inocencia con los años. Me da miedo no ser más un niño ingenuo y confiado en las manos de Dios y de los hombres.

Seré feliz si mi mirada vuelve a ser pura. Seré feliz si en mi interior no habitan el odio y el engaño.

Quiero también construir la paz. En medio de las guerras y los odios. En medio de tantas divisiones que me separan. Quiero ser pacífico. Pacificar con mis silencios y con mis palabras. Me cuesta tanto no contribuir yo a las guerras…

Jesús se fija en el potencial que hay en mi alma. Estoy llamado a ser misericordia, a ser pacífico, a ser puro. Es mi misión en medio de un mundo que carece de esos tres pilares. ¿Qué hago yo por mirar con misericordia, sembrando paz, desde la pureza de mi corazón?

 

[1] José Antonio Pagola, Jesús, aproximación histórica

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