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¿Cómo hacer cuando quieres crecer profesionalmente, y tu superior no te ayuda?

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Minerva Studio

David Bonhomme - publicado el 01/02/17

Una parábola moderna con varios finales. ¡Elige el tuyo!

He reparado en un mecanismo bastante recurrente en muchos líderes jóvenes de mi edad. Tienen ganas de cambio, de vivir grandes cosas; observan lo que se hace en el mundo anglófono, sueñan, leen artículos en blogs, libros, siguen tutoriales en vídeo, participan en conferencias y almacenan cantidad de conocimientos. En el fondo, se dicen: “¿Por qué no yo? Estoy seguro de ser capaz, con un poco de esfuerzo puedo conseguirlo”.

Luego, el escenario es el clásico: comparten su proyecto con su mentor y las reacciones recibidas difieren. El mentor puede verse motivado por ver a un joven tomar semejantes iniciativas, o por el contrario ser totalmente reacio a este tipo de actitud.

En el 80% de los casos, el resultado es más o menos el mismo: frustración en el joven líder porque no consigue el impacto que esperaba. Y entonces tiende a pensar: “El problema está en mi mentor, es un anticuado y no es capaz de comprender la importancia de mis objetivos y de lo que quiero hacer, no es suficiente para mí por esto y por lo otro…”. Pero como quiere respetar a su líder, se queda como está, trata de cambiarle, refunfuña y se frustra con la situación, pero se dice que con el tiempo la cosa cambiará.

Permitidme que os cuente una parábola para explicar mi idea:

Desde pequeño, Julián juega en el club de fútbol de su pueblo. Es uno de los mejores jugadores de su equipo, su entrenador está muy orgulloso de él. Julián es hincha del Real Madrid, mira todos sus vídeos, sigue a los jugadores en Facebook, lee sus biografías, lo absorbe todo, ¡absolutamente todo!

Un día, Julián tiene la oportunidad de asistir a un partido del Real Madrid. ¡Es un gran momento en su vida! El muchacho regresa visiblemente afectado. Su entrenador le pide que le cuente cómo fue la experiencia y Julián le dice lleno de seguridad: ¡un día seré como esos grandes jugadores y nuestro club será tan grande y famoso como el Real Madrid! El entrenador no sabe muy bien qué responder ante la ambición y la determinación en los ojos de Julián; le escucha, le anima, pero no se posiciona, no quiere decepcionarle.

Las semanas pasan y Julián se lo toma cada vez más en serio, empieza a explicar las estrategias nuevas que el club debe poner en práctica, quiere aumentar el número de entrenamientos, querría que el entrenador invirtiera en equipación nueva, que comprara materiales.

El entrenador intenta seguir a su nivel, pero en el fondo está cansado. Tiene otro trabajo y también una familia de la que ocuparse. Su mujer incluso le reprocha a veces que pase los fines de semana con el equipo. Cuando él era joven, no había equipo de fútbol en el pueblo, fue él quien lo creó, quien se gastó el dinero y quien dedicó tiempo y sacrificios. El entrenador está contento con esta rutina y con ver disfrutar a los jóvenes.

Julián, por su parte, está frustrado. Conoce los métodos de entrenamiento, estudia técnicas publicidad para intentar encontrar financiación y dar a conocer al club, pero su entrenador en realidad no comparte su entusiasmo. Tampoco es que le meta palos en la rueda, pero no parece comprenderle de verdad.

Una diferencia de ambiciones

Muy a menudo lo que pasa es esto, que el líder joven se equivoca de liga: juega en regional y quiere convertirse en un club internacional. Su preocupación está en que su entrenador no está dispuesto a pagar el precio. Él ya sacrificó bastante. El líder joven querrá cambiar de líder o presionarle para que él cambie.

El líder entonces puede decidir intentarlo, aunque a menudo se conformará con su experiencia pasada. Y no hay nada malo en ello, cada generación se construye sobre la base de la precedente; ya seamos líderes, jefes, padres, debemos asegurarnos de que nuestro techo sea su suelo. El desafío aparece cuando el líder joven se equivoca de combate y entonces deberá analizar si su líder está preparado para los sacrificios que implican el nuevo cambio (cambio de mentalidad, formación, tiempo, dinero…). Si no es el caso, entonces haría mejor en cambiar de contexto.

¿El final de la historia? En realidad hay varios finales.

Puede ser que Julián se quede como está porque crea que es posible que su entrenador cambie y que, llegado el momento, puedan avanzar juntos. Pero los años pasan y Julián se desanima y termina por estancarse en la rutina del día a día. Luego él mismo se convertirá en entrenador y actuará de la misma forma, con un discurso parecido a: “Yo también fui joven como tú, lleno de motivación y determinación, pero en realidad eso no funciona, lo he intentado todo”.

La segunda opción es que Julián fuerce la mano de su entrenador. El entrenador se pone a la defensiva porque, a pesar de su buena voluntad, no consigue cambiar. La historia termina en conflicto y, como consecuencia, en la división del club. Entonces Julián abandona su sueño y cierra esa puerta.

Sin embargo, también hay dos opciones positivas: el entrenador decide sumarse a Julián en la nueva aventura. Acepta cambiar sus métodos, porque no puede confiar en tener resultados diferentes y más satisfactorios conservando la misma manera de actuar.

O bien Julián decide cambiar de un club local a uno regional, luego a otro nacional y, por fin, a uno europeo. De esta manera se beneficiará de un entrenamiento más adaptado a sus objetivos y a un nivel totalmente nuevo.

No culpemos a nuestros mentores de nuestra propia falta de crecimiento. La mayoría de las veces tenemos la elección y la posibilidad de avanzar personalmente, con la suficiente voluntad. Podemos decidir esperar y aprender a ser pacientes o bien tomar las riendas y pasar a la acción.

No seamos demasiado exigentes con nuestros mentores. Aprendamos a celebrar todo lo que nos han transmitido y a reconocer, aunque sea años más tarde, su trabajo por nosotros.

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